La Señorita Pym Dispone, de Josephine Tey

 

 

⭐⭐⭐ (3,5)


La señorita Pym es una ex profesora de francés reconvertida en una celebridad debido a haber escrito un libro sobre psicología; su libro se convirtió en una especie de bestseller y ella en una conferenciante muy disputada, tanto, que es invitada por una amiga suya, Henrietta Hodge, que dirige una prestigiosa escuela femenina de Educación Física para dar una clase magistral sobre el tema que domina.

Lucy Pym, primero reticente a aceptar la invitación, cuando la acepta y visita esta escuela, enseguida es conquistada por el ambiente, las chicas y este clima universitario sano y bucólico. Una visita que en un principio iba a ser de 24 horas, se va alargando a medida que se encuentra más y cómoda hasta las dos semanas, conociendo a las estudiantes y las profesoras, y convirtiéndose en una especie de intermediaria entre unas y otras.

Ante todo tengo que decir que ésta es una novela rara. Claro que la publicidad te la vende como una novela de detectives o de misterio o no sé, pero no es nada de eso; es una novela de costumbres dónde la trama consiste en eso precisamente, en ver pasar un personaje tras otro, perfectamente analizado por la pluma de Josephine Tey. Los dos primeros tercios de la novela transcurren entre paseos, picnics en el césped, y sorbitos de té y degustación de pastelitos mientras sus personajes se dedican a comentar esto y lo otro. Pero tampoco nos engañemos, no es una banalidad porque Josephine Tey hace una descripción perfecta del estilo de vida inglés en esos internados y su pluma es aguda, irónica y está de repleta de análisis de personajes.

“Resonó un fortísimo aplauso, Una vez más, los ingleses se mostraban fácilmente conmovidos ante un elegante fracaso cuando por lo general el éxito fácil los dejaba indiferentes”.

Leyéndola se me ocurrió que Josephine Tey, en esta novela y comparándola con alguna escritora de hoy en dia, podría ser Megan Abbott que es una autora que que también ha recreado algunos ambientes femeninos en institutos aderezándolas de dosis de suspense, y convirtiéndolos en exítosos thrillers. Y hablo solo de esta novela de Josephine Tey, porque las demás no las he leido. Pero decía que era una novela rara por el ambiente porque la novela fue escrita en 1946 y publicada en 1947, osea en plena posguerra, y  sin embargo en ningún momento percibo nada relacionado con el trauma de la guerra pasada, o con cualquier restricción o racionamiento al que se veían abocados los británicos tras la guerra, todo lo contrario, la Escuela Leys parece suspendida en una especie de limbo, irreal y perdido, sin apenas lazos con el mundo exterior.

Lucy Pym es un personaje interesante, una mujer nada convencional que se ve a sí misma con un toque de ironía, con sentido del humor, de edad indefinida, quizás en torno a la cuarentena, una observadora nata y picando de aquí y allá se va haciendo un retrato de los comportamientos de los habitantes de ese internado. El último tercio de la novela, lo dedica Josephine Tey a crear y desarrollar ya el misterio y si soy sincera le agradezco esa estructura porque no convierte el misterio en algo lleno de detalles, con tramas y giros que van y vienen; el conflicto surge y solo somos testigos de un giro, que además me pareció de lo más acertado, imprevisible. Decía que era una novela rara, porque durante la lectura la iba disfrutando, pero al mismo tiempo la autora convierte al lector en cómplice de esos análisis que hace Lucy Pym de los personajes que se va encontrando, con lo cual, es una historia que engaña, porque aunque simple vista parece que no pasa nada, los retazos psicológicos son realmente lo que da actividad a esta novela. Y el dato más importante, Josephine Tey escribe muy bien.

"Se aplicó crema en la cara y observándose en el espejo, bajo aquella luz dura y brillante y toda embadurnada, juzgó su aspecto con desacostumbrada tolerancia. No había duda de que la edad aún mantenía las arrugas a raya. Y si Dios te ha dado cara de torta, al menos que la torta esté tersa durante el mayor tiempo posible. Si tuviera la nariz de Greta Garbo se vería obligada a estar a la altura de las circunstancias."




 

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