Betty, de Tiffany McDaniel

 


 ⭐⭐⭐⭐

 "Advirtió que ese hombre debía de venir de una casa donde mandaban las mujeres. Lo apreció en el hecho de que se hubiese sentado fuera de la colcha y no encima. Podía ver a la madre y a la abuela de ese extraño. Las llevaba en sus ojos marrones. Eso le inspiró confianza. El hecho de que estuviese tan unido a unas mujeres."

Parece ser que Tiffany Mcdaniel escribió esta novela hace más de una década cuando solo tenía dieciocho años. Durante todos estos años la editoriales donde las presentaba rechazaban la novela achacándola de demasiado “femenina”, osea había muchas mujeres y muchas historias, e incluso la misma autora cuenta que un editor llegó a proponerle que si convertía a la protagonista en un hombre, la novela podría convertirse en el Huckelberry Finn de su generación. Gracias a dios Tiffany Mcdaniel no lo hizo porque de haberlo hecho, todo el sentido de esta novela se habría ido por el desagüe. Hace poco las historias “de y sobre” mujeres empezaron a ponerse de moda debido al movimiento #MeToo, y a partir de ahí Betty cobró vida y se convirtió en un éxito, ganando premios y adquiriendo su justo valor. ¿Con esto qué quiero decir? Simplemente que vivimos en un mundo de modas y de apariencia y que es una pena que un buen libro, una novela llena de vida y de talento, haya estado escondida tantos años por culpa de la ceguera de muchos responsables de editoriales.

"-Una vez soñé que tenías un millón de ojos y ni uno me miraba -dijo ella aspirando el humo-. Me gustó ese sueño."

Sobre esta novela en particular no se debería desvelar mucho sobre su argumento porque es una historia que está repleta de pequeñas historias y sobre todo de secretos que se van desvelando (aconsejo que vez terminada investigueís sobre la autora y su familia, pero solo una vez acabada la novela), pero sí que es importante destacar el personaje central, Betty Carpenter, que nace en 1954 de madre blanca y padre cheroqui. Después de que sus padres se trasladaran de una ciudad a otra durante los primeros años de su infancia, por fin se instalan en Breathead, un pueblo al sur de Ohio, al pie de los Apalaches. Betty como narradora única nos va desvelando su infancia junto a una familia de varios hermanos, junto a su madre vulnerable y fuerte al mismo tiempo, y sobre todo junto a su padre, Landon Carpenter, en mi opinión, el centro neurálgico, luminoso, mágico, en torno al que gira toda la novela.

"Antes de la llegada del cristianismo, los cheroquis se preciaban de ser una sociedad matriarcal y matrilineal. Las mujeres eran las cabezas de familia, pero el cristianismo situó a los hombres en lo alto. Las mujeres cheroquis fueron desplazadas de la tierra y que una vez había sido suya y que habían trabajado. Les dieron delantales y las metieron en la cocina, donde supuestamente estaba su sitio. A los hombres cheroquis, que siempre habían sido cazadores, les dijeron que cultivasen la tierra. El estilo de vida cheroqui tradicional fue erradicado, junto con los roles de género que habían permitido a las mujeres tener una participación igualitaria a la de los hombres en la sociedad."

Landon Carpenter, marcado por el racismo que suponía tener la piel oscura de un cheroqui, es uno de los personajes masculinos más impacantes que he podido leer en en mucho tiempo. Es el motor que guía a la familia, a sus hijos, perfectamente conectado con la tierra, con la naturaleza a la que usa como una especie de simbolo, o de metáfora para educarlos. Landon es también un contador de historias, muchas de ellas relacionadas con sus ancestros cheroquis. El hecho de que los cheroquis fuesen una sociedad donde la mujer estaba a la misma altura del hombre, es la base primordial con la que Landon educará a sus hijas en una época donde la mujer era prácticamente un cero a la izquierda. Landon siendo cheroqui tenía una visión del universo, del mundo, de las mujeres, a años luz de la que tenían los blancos de su entorno, y la prueba la tenía a su lado, en Alka, su esposa, una mujer llena de cicatrices debido al poder ejercido por el hombre en aquella época. Betty, es la hija que más se parece a él, la que ha heredado su piel oscura, y por tanto también el receptáculo del racismo del entorno, pero eso no amilana a ninguno de los dos: Betty se va convirtiendo en una mujer fuerte y creativa gracias a esa figura paterna que brillaba con luz propia.

"Mientras mamá estuvo ausente, Fraya dejó el colegio. Papá se llevó tal decepción que pintó el último escalón del porche de negro.
-Porque ha muerto un escalón-. le explicó a Fraya.
-Los escalones no mueren, papá.
-Ha muerto porque tu dejaste de subirlo para tener una vida mejor, Fraya.
-Estar al pie de la escalera es un trago amargo, Fraya, y sé de lo que hablo. Me he pasado la vida entera aquí abajo..."

No es una novela fácil en el sentido de que vemos el mundo a través de los ojos de Betty, una niña curiosa y llena de vida que es testigo de momentos duros, ásperos, llenos de violencia, y sin embargo, la autora lo ensambla con con un lírismo que empapa sus páginas convirtiéndolo en muchos momentos en una lectura llena de luz: esta luminosidad contrapuesta a la realidad misma de la dureza del día a día me han parecido uno de los detalles más emocionantes de esta novela. La herencia cheroqui está continuamente presente, al mismo tiempo que al ser una novela de iniciación, somos testigos de como una niña se va haciendo fuerte encontrando alivio no solo en las historias de sus antepasados contadas por su padre, sino en la conexión con la tierra. Betty es la testigo más directa de la mayoría de los secretos que cargan como una cruz muchos de los personajes de esta novela, secretos que a veces pesan como una losa, pero el estilo de Tiffany Mcdaniel consigue que la historia fluya y que sus personajes emocionen como pocos.

"¿Y si no puedo espantar al lobo? Las almas se preguntan esas cosas."

Tiffany Mcdaniel ha sido un descubrimiento y Betty una delicia de novela en todo el sentido de la palabra. La cubierta de la novela ilustrada por Eiko Ojala es una joyita que lo dice todo sobre Betty Carpenter, oscuridad, olas que podrían ser esos Apalaches y luminosidad. La traducción es de Ignacio Gómez Calvo.

¿Sabes qué, Betty? Antes pensaba que el motivo de nuestra maldición era nuestra casa. Y si no, nuestro apellido. Pero la verdad es que nos maldijeron desde el momento en que nacimos mujeres. Maditas por nuestro sexo, y por el propio sexo.”

 

 

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