Los Maia, de Eça de Queirós

 


 ⭐⭐⭐⭐⭐

 "La gran desgracia de Portugal es que falta gente. En este país no hay personal. ¿Hace falta un obispo? No hay obispo. ¿Un economista? No lo hay. ¡Y así con todo! Hasta en las profesiones subalternas. ¿Un buen tapicero? Pues no hay un buen tapicero..."

Lo primero que me llama la atención leyendo la obra que citan como la cumbre de Eça de Queirós y de la literatura portuguesa es lo moderna que parece incluso para hoy en día sobre todo en sus diálogos y en la forma en que los construye con una dosis entre ironía y sentido del humor. Es una novela casi típica decimonónica con muchos personajes, pasiones exacerbadas, giros argumentales casi imprevistos, personajes que se dedican a divagar en conversaciones ágiles y bajo esta excusa abordan las contradicciones entre ciencia y religión, romanticismo y realismo rozando durante estas cientos de páginas debates filosóficos, morales y politicos, y así y todo no se hace nada pesada porque Eça de Queirós lo riega muy convenientemente con unos personajes que conectan rápidamente con el lector.

"¡Carlos era positivamente el hombre más feliz del mundo! Era rico, inteligente, tenía una salud de hierro; adoraba y le adoraban, sólo tenía el número de enemigos precisos para confirmar su superioridad; nunca había padecido dispepsia; manejaba las armas lo bastante bien como para resultar temible; y en su divina indulgencia de hombre fuerte, la estupidez pública no le irritaba. ¡Un ser en verdad dichoso!”

Podríamos decir que el personaje central de esta novela es Carlos Maia, rico diletante que vive a todo tren gracias a que proviene de una de las familias más respetadas lisboetas. Se ha formado como médico pero no tiene ninguna necesidad de trabajar y cuando comienza la novela, Eça se encarga de ilustrarnos sobre dos de las generaciones anteriores: la de su abuelo y su padre, aunque este pasado se aborda de una forma casi como un prólogo hasta centrarse en Carlos. Carlos Maia tiene todo un grupo de amigos ricos y ociosos, del que destaca Ega, que es quizá y en mi opinión el otro gran personaje de esta novela porque sirve como contrapunto en cuanto a mentalidad a Carlos: porque Carlos ve su entorno de una forma idealizada y romántica, y sin embargo Ega es la mentalidad práctica, el que razona en momentos de crisis. Tanto Carlos como su amigo Ega pasan el tiempo ociosamente reuniéndose en Sintra, en sus quintas en las afueras de Lisboa, jugando a las cartas, planeando como seducir a mujeres casadas de sus aburridos maridos bastante más mayores y en definitiva, combatiendo un aburrimiento casi decadente con cotilleos varios y en algún momento planeando algún duelo de cara a la galería.

Es una novela aparentemente sin argumento definido porque realmente lo que Eça de Queiros nos está planteando es toda una forma de vida a finales del s. XIX (el centro de la novela transcurre en la década de 1870), todo un sistema que se asienta en el dolce far niente de una clase privilegiada que se apoyaba en la actividad de la otra clase trabajadora.

"-Yo no he nacido para hacer civilización.
-¡No, tú has nacido -terció Ega- para recoger las flores de esa planta llamada civilización, que los demás riegan con el sudor de su frente" Y en el fondo, yo también..."

Asi que durante casi toda la primera parte de la novela somos testigos de como el autor nos narra las diferentes formas de combatir el aburrimiento que tienen estos personajes, este grupo de amigos y bajo esa premisa asistimos a los cambios de mentalidad, políticos y sociales que se estaban produciendo en Portugal y en Lisboa, porque quizá lo que más me fascina de esta novela es la forma en que el autor nos transmite la decepción de muchos personajes con su país, siempre comparándolo a Europa, como si no pertenecieran al resto del mundo. Eça de Queirós es muy crítico y continuamente ironiza sobre la pasividad de la clase dirigente para encontrar su lugar en el mundo:

"Porque como muy bien dice nuestro querido e imbecilísimo Gouvarinho, ¡el país está sin personal!... ¿Y cómo ha de tenerlo si nosotros, los que tenemos aptitudes, nos dedicamos a gobernar nuestros dog-carts y a escribir la vida íntima de los átomos? ¡Soy yo, señora, soy yo el que está escribiendo la biografía de un átomo!...""

(...)

"A la postre todo este diletantismo es absurdo. Clamamos en cafés y libros que el país es una pocilga. Pero ¡qué diablos! ¿Por qué no trabajamos para que renazca, para rehacerlo a nuestro gusto y según el molde perfecto de nuestras ideas?... Usted, mi querida señora no conoce este país. ¡Es admirable! Es un poco de cera inerte de primera calidad. La cuestión es quien la moldea."

(...)

"Pues si aquí no hay mujeres -exclamó Ega-, se importan, que es la solución a todo para Portugal. Aquí todo se importa. Leyes, ídeas, filosofías, teorías, argumentos, estéticas, ciencias, estilos, industrias, modas, maneras bromas, todo viene embalado a bordo de un paquebote. Con los derechos de aduana la civilización nos sale carísima. Y como es de segunda mano, puesto que no se ha hecho para nosotros..."

A partir de la mitad de la novela, sin embargo Eça de Queirós da un giro y la sazona con la entrada en escena de Maria Eduarda, la que se convierte en el gran amor de Carlos. Carlos, ese ser insatisfecho, continuamente aburrido de las actividades que emprende y de las mujeres al igual que se aburre de los sombreros, de repente comienza a vivir un amor romántico e idealizado y reconozco que este giro argumental es doblemente disfrutable por todo lo que conlleva a la hora de perfilar a sus personajes por parte del autor. Uno de los mayores logros de esta novela es ver como el autor va dibujando a sus personajes, casi ninguno de ellos enfrentados a la realidad, y casi todos viviendo en los mundos de yuppie. Ese punto entre ironía con el que va describiendo los amores entre Maria Eduarda y Carlos, un tanto egoístas y ociosos, es toda una delicia porque por muy modernos y diletantes que fueran de cara a la galería, en el fondo seguían siendo unos puritanos donde la mujer estaba encasillada en unos estereotipos y era casi imposible que se la tomara en serio en cuanto hubiera tenido un amante. Es decir, que Eça de Queirós no deja títere con cabeza a la hora de sentar las bases sobre lo podrida de una clase que quizá se estaba derrumbando, pero tampoco hacia nada para combatir esta pasividad. 

 "Luego, más alegremente, hablaron de las condiciones de instalación de aquel amor. Carlos se manteniía en su idea romántica: un cottage a orillas de un lago. Pero Ega no aprobaba aquello del lago. Tener a diario ante los ojos un agua siempre mansa y siempre azul, se le antojaba peligroso para la perdurabilidad de una pasión."

 Los Maia es una novela publicada en 1888 y sin embargo, resulta una novela muy de ahora, muy contemporánea en su estilo y en su divagar porque esa socorranoeria con la que Eça de Queirós parece burlarse de ellos, la hace doblemente deliciosa. Una vez terminada, sus personajes y sus escenas se quedan grabados, sobre todo por ese final tan universal y que tan bien describe a esos personajes que no avanzan, que parecen muertos en vida, y hubo momentos que me parecieron fantasmas atascados en una especie de bucle atemporal. Un clásico indiscutible que hay que leer. (La traducción es de Jorge Gimeno)

"...aquella melancolía de sus tardes, cuando ella se marchaba furtivamente, cubierta de velos, y él se quedaba en casa, cansado, encerrado en el crepúsculo poético de su cuarto, canturreando La Traviata..."

 

 

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