Encrucijadas, de Jonathan Franzen
Desde el momento en que se anuncia que una nueva novela de Jonathan Franzen va a salir, las expecativas se hinchan y prácticamente casi antes de ser leída, comienza a ser publicitada con toda la parafernalia que esto conlleva: desde que es el mejor autor norteamericano vivo hasta que es la novela que todos estabamos esperando. Jonathan Franzen es un autor importante que lo petó en su momento con Las Correcciones y a partir de ahí tanto Libertad como Pureza, habían querido repetir de alguna forma, el éxito de Las Correcciones. Confieso que las dos primeras me gustaron mucho, y Pureza aunque irregular, tampoco me disgustó, sin embargo, la decepción que me he llevado con Encrucijadas ha sido mayúscula porque aunque comienza bien, y tiene hasta la primera mitad momentos estupendos, sobre todo en cuanto al retrato psicológico de sus personajes, a partir de esa segunda mitad comencé a tener la impresión de ser una novela estirada como un chicle, soporífera como pocas, desganada y encasillada en una plantilla repetitiva de cómo contar las aventuras de una familia disfuncional en la América de los setenta.
Las críticas en
general son estupendas pero llegado un punto entiendo que un autor
como Franzen es dificilmente criticable en el sentido de que escribe
bien, tiene un estilo definido y reconocible y sus personajes aunque
son americanos, son bastante universales. Leí hace poco en una
entrevista que Jonathan Franzen confesaba que entre Pureza y
Encrucijadas había escrito varios guiones de cine, así que ahora
entiendo muchas cosas porque la técnica que usa en esta novela de
dosificar el suspense y jugar con él para mantener la tensión, de
alguna forma es una técnica que habrá perfilado escribiendo estos
guiones. En Encrucijadas, Franzen usa la fórmula (algo tramposa) de las
series de tv a modo de cliffhanger, donde corta un capítulo
abruptamente dejando una información sin revelar, y la revela mucho
tiempo después, asi que hubo algún momento que me pareció estar
leyendo una novela negra. Su estilo en Encrucijadas es más
absorbente, más fluido, mucho menos denso, consiguiendo que el
lector se mantenga enganchado a las tramas de estos personajes, sin
embargo, llegado un momento y hacia la mitad de la novela, te das
cuenta de que ciertos hechos no se pueden estirar indefinidamente. Realmente que un autor como Franzen se dedique a estirar páginas y páginas y finalmente se saque información de la manga que había obviado para mantener el suspense, o peor, soltarlo en una carta (una técnica facilona) y finiquitarlo, es cuando para mi decepcionante.
Con esto quiero decir que la fórmula que usa Jonathan Franzen aparece ya un poco estancada si has leído sus anteriores novelas o por lo menos a mi desde luego que me cansa. Toda esa disgresión sobre la familia de clase media blanca americana salteada de rasgos disfuncionales (Perry es demasiado parecido a los chicos de La Broma Infinita), la esposa que quiere liberarse del yugo conyugal y el pater familias en plena crisis existencial aparece aquí en Encrucijadas muy desdibujado. Ya digo que la primera parte de novela contiene momentos estupendos, pero esa especie de desgana a la hora de zanjar ciertos temas me ha decepcionado muchísimo. Una novela que me ha costado la misma vida terminar y cuyo último tramo me parece zanjado con el piloto automático puesto y parece ser que continuará....
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