Algo Supuestamente Divertido Que Nunca Volveré A Hacer, de David Foster Wallace (Ensayo)
⭐⭐⭐⭐
"No pasa lo mismo con los barcos de las Megalíneas, No es accidental que sean todos tan blancos y limpios, porque está claro que han de representar el triunfo calvinista del capital y la industria sobre la putrefacción primaria del mar".
“Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer” me parece un título acertadísimo lleno de referencias y de finísima ironía referido al mundo de los cruceros de lujo, vacaciones en alta mar dónde comer, tumbarse a la bartola y la búsqueda desesperada y masiva de esparcimiento se convierten en el centro de estas vacaciones, el vacio llevado a sus máximas consecuencias. El caso es que a DFW se le ofrece pasar una semana en un crucero de lujo por el Caribe a cambio de una serie de artículos y quién ya conozca a este escritor, se imaginará ya la deriva de estos articulos y quién no, pues se encontrará con un golpe de descripciones descaradas, irónicas y en otros momentos llenas de ternura,de estos siete días de experiencia.
David
Foster Wallace no solo hace una descripción detallada y minuciosa
desde el momento antes de subir a bordo del crucero, observando a los
pasajeros, a la tripulación, de cada paso desde el mismo momento en
que están esperando para embarcar, como por ejmplo:
"La de la mujer del sistema de megafonía es la voz que uno se imagina que debe de tener una supermodelo británica. Todo el mundo agarra sus tarjetas numeradas como si fueran documentos de identidad en Checkpoint Charley. Esta espera masificada y ansiosa tiene un elemento a lo Ellis/pre-Ausschwitz, pero me siento cómodo intentando extender la comparación."
sino que en varios momentos se repite su símil de lo bovino comparándolo con los pasajeros, sobre todo americanos, pero es que tanta masificación, no puede dar lugar a otro simil posible. Hay momentos desternillantes, pero realmente dentro de este humor negro, hay mucho de reflexión y de análisis de una clase social:
"Hay algo ineludiblemente bovino en un turista americano avanzando como parte de un grupo. Hay cierta placidez codiciosa en ellos. En nosotros, mejor dicho. En puerto nos convertimos automáticamente en Peregrinator americanus, Die Lumpenamerikaner. La Gente Fea. Para mí, la boviscopofobia e suna motivación todavía más fuerte que la semiagorafobia para quedarme en el barco cuando estamos en el puerto."
"boviscopofobia: el miedo mórbido a ser visto como un ser bovino."
“Llevo toda la semana haciendo todo lo que puedo para separarme a los ojos de la tripulación del rebaño bovino del que formo parte, para distanciarme de alguna forma: evito las cámaras, las gafas de sol y la ropa caribeña en tonos pastel; insisto much en llevarme mi bandeja en la cafeteria y doy gracias de forma efusiva incluso por el más pequeño servicio."
DFW comienza en un tono relajado, reflexivo, analizando, y casi disfrutando en su observación del entorno, que es como un universo paralelo, para poco a poco ir haciéndose un retrato mucho más critico, más negro, del mundo de los cruceros, del engaño, de lo que hay detrás y , de las falsas sonrisas:
“Sus Sonrisas Profesionales se activan como interruptores a mi paso. Pero también en tierra, en bancos, restaurantes, mostradores de venta, billetes de avión, etcetera. Ya conocen esa sonrisa, la contracción enérgica del cuadro circumoral con movimiento cigomático completo, esa sonrisa que no lelga a los ojos del que sonrie y que no significa nada más que un intento calculado de adelantarse a los intereses del que sonríe fingiendo que la cae bien el objeto de la sonrisa. ¿Por qué los empresarios y gerentes obligan a los profesionales de los servicios a irradiar la Sonrisa Profesional? ¿Soy el único consumidor en quien dosis elevadas de esa sonrisa producen desesperación? ¿A quién creen que engañan con la Sonrisa Profesional?”
Es decir que para mí quizás el valor más importante de este diario de DFW en torno al mundo de los cruceros de lujo no es otro que analizar lo que hay detrás de la galeria: los pasajeros son agasajados continuamente, tanto, que se puede hacer desesperante, pero detrás de esta fachada, están los tripulantes, los que agasajan y no dejan de sonreír ni un minuto y realmente es fascinante verlo todo desde el punto de vista de DFW: incisivo e irónico, no deja de cuestionar ni por un instante el trato de las jerarquías superiores , los WASP, hacia las jerarquias inferiores:
"Mi impresión era que la Alegría figuraba junto con la Rapidez y el Servilismo en las hojas de evaluación de los trabajadores que los jefes griegos estaban todo el tiempo rellenando: cuando no sabían que había pasajeros mirando, muchos trabajadores mostraban esa clase de tedio amargado que uno asocia con los empleados mal pagados en general, además de miedo"
DFW recorre con detalle casi clínico todos las fases, que quizás un pasajero normal y corriente en un crucero ni se fijaría, y lo hace con gracia, con ironia y con exposición de si mismo, porque no es solo una serie de artículos sobre su experiencia de siete días en un crucero, sino que además DFW habla de si mismo y se expone, y se ríe de alguna forma de su semiagorafobia como él la llama y de sus momentos en los que se relaciona con el resto de los pasajeros, hay momentos realmente desternillantes y otros de mucha ternura y humanidad cuando describe a ciertos personajes magistralmente:
"Petra, la de los granos y las cejas pobladas, que siempre llevaba ropa blanca de enfermera almidonada y susurrante y olía al aroma de cedro del desinfectante noruego con que limpiaba los lavabos, y que limpiaba mi camarote con un centímetro de su contenido al menos diez veces diarias pero nunca la pillaba en el acto de limpiar: una figura de encanto mágico y pertinaz, merecedora de una postal por sí misma".
En
definitiva, una lectura que he disfrutado muchísimo porque quería
conocer más a DFW dado que estoy sumergida en una lectura conjunta
de La Broma Infiníta y este ensayo me ha venido de perlas para
acercarme más a este escritor que cada día me parece más grande. Por cierto, imprescindible leer las notas, en algún momento se esconden auténticas historias escondidas entre esas notas.
"Un anuncio que finge ser arte es (en el mejor de los casos) como alguien que te sonríe con calidez solamente porque quiere conseguir algo de tí. Esto es deshonesto, pero lo más siniestro es el efecto acumulativo que semejante falta de honestidad tiene sobre nosotros (...) Hace que nos sintamos confundidos, solos, impotentes, furiosos y asustados. Provoca desesperación".
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