Ya nadie escribe cartas, de Jang Eun-jin
⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Away and anywhere, de John Frusciante ♫♫♫
"Soy un viajero, y viajar es una acción que se lleva a cabo para permitir que los extraños se te acerquen con más facilidad y solo se convierte en algo con significado cuando te acercas a ellos con comodidad. En realidad viajar no es solo admirar el paisaje o la arquitectura. El paisaje y la arquitectura son importantes también, pero siempre he pensado que van detrás de las personas."
A veces me parece casi un milagro como algunos libros se relacionan sin parecerse en nada y sin tenerlo planeado, además; se buscan y se encuentran, o me encuentran a mí. Vengo de leer A Contraluz de Rachel Cusk, y por un impulso no planeado comencé a leer seguidamente esta novela de una autora coreana, y mientras la iba leyendo me iba acordando del concepto del que partía la Cusk, o por lo menos era el concepto que a mí me interesó extraer de la novela de Rachel Cusk: el pararse a escuchar, trabar contacto y dar lugar a algo más. Me ha sorprendido lo mucho que esta novela de la coreana Jang Eun-jin se parece a la de la canadiense, no solo en lo que signfica pararse sino a la hora de abordar el tema de la identidad, porque aquí no sabremos el nombre del narrador tampoco. Al igual que la narradora de A Contraluz, usa ese falta de nombre, o la renuncia a que te nombren por él, como una forma de conservar las distancias, o quizás huir de establecer una conexión demasiado personal. Yo diría que ambas novelas comparten esa obsesión de sus narradores por no querer exponerse ante otras personas, y esta ausencia de sí mismos está escondiendo quizás, contradictoriamente y muy en el fondo, la necesidad de que alguien se pare y ahonde en ello para obligarles a dar ese nombre. En el caso del narrador de Ya nadie escribe cartas, tampoco se refiere a la gente que se encuentra por sus nombres porque no quiere saberlo, prefiere asignarles un número. Cuando la novela comienza, les ha asignado en 3 años de viaje 750 números a diferentes personas de las que no sabe sus nombres, cada uno de ellos es una persona que ha pasado por su vida, y que le ha parecido lo suficientemente interesante como para pedirles su dirección postal para poder escribirles, no un correo electrónico, sino una carta, una epístola, en papel...
"-¿Escribes cartas todos los días?
-Claro porque el mío es un viaje epistolar."
Al narrador desde pequeño se le dan bien los números, ha crecido con una madre profesora de matemáticas que les asignaba problemas para ir resolviendo y de alguna forma a él le resulta fácil recordarlos. Esta designación numérica no significa que los haga más anónimos porque el mismo número lleva enlazado una identidad pero si es cierto que los hace más impersonales. Cuando la novela comienza, la autora no da muchos detalles, apenas sabremos mucho independientemente de que el narrador es un mochilero que viaja con su perro ciego, Wajo, y ha convertido tres años de su vida en un viaje epistolar: cada noche escribirá una carta. Sin embargo, su desolación estará en que después de tres años de viaje, no ha recibido respuesta a ninguna de estas cartas. Nadie le escribe de vuelta: “Una respuesta que no llega. Si esto también se puede considerar una exclusión, entonces yo era al que la gente siempre excluía. Conozco mejor que nadie el dolor y la exclusión de que te dejen fuera.” El narrador es una persona libre de ataduras aparte del perro, que se convierte en un personaje casi tan importante como el narrador. El viajero/narrador se considera un coleccionista de historias y son estas cartas que escribe cada noche, manuales, a lápiz, lo que me demuestra que en el fondo quiere seguir conectado a estas personas que ha conocido aunque a simple vista les haya asignado un número. "Creo que cuando uno intercambia cartas debe compartir al menos un secreto. Si los diarios son un crimen individual, las cartas son cómplices. Durante su viaje conoce a una mujer que vende sus libros en la calle a partir de aquí comparten viaje. A ella le asignará el número 751 y es a través de las conversaciones con ella cómo iremos conociendo un poco más a este viajero. El lector no estará del todo seguro de dónde viene y qué es lo que estará buscando porque es obvio, que este viaje incansable, es en el fondo la excusa para una huida de algo, sino de una búsqueda. La mujer novelista escribe sus libros en el portátil y usa internet, él solo usa el papel, la escritura manual, los sellos y los buzones de correo.
"Siempre es difícil despedirse de un hábito. Sobre todo si ha contribuido a tu paz interior en la vida diaria. Está claro que el poder de los hábitos no es ninguna broma."
"Los hábitos son más aterradores y sorprendentes que el afecto. El afecto es algo consciente, pero lo hábitos son subconscientes. En ese momento pensé que quizás lo real estuviera controlado por el subconsciente."
El viajero aunque siempre esté en movimiento, viajando, alojándose en moteles, realmente se apoya en las rutinas, hábitos que comparte con su perro, su único lazo emocional. Una parte de sus hábitos consiste en llamar a un amigo suyo al que ha dejado a cargo de su buzón y preguntarle si ha recibido respuesta a alguna de sus cartas, pero después de tres años se siente desolado porque nadie ha respondido todavía a sus cartas, lo que quizás contribuya al hecho de que se sienta desconectado de la realidad. Nunca leeremos las cartas que escribe, exceptuando algunas cartas a miembros de su familia. Aquí puede estar la esencia de esta historia porque a través de las cartas que le dirige a su familia podremos entrever lo que mueve a este hombre anónimo. Esta novela está dividida en 152 secciones numeradas, algunas largas, y otras muy cortas, la más corta será: "Nadie me ha escrito".
"Incluso cuando ella enviaba una carta él no respondía. Le estaba diciendo que rompía con ella al no contestar a sus cartas. Ella también dejó de escribir, probablemente cansada de esperar una respuesta. De esa forma, rompieron sin mediar palabras."
Ya nadie escribe cartas no es una novela de viajes sino más bien el viaje de una persona que intenta encontrarse a sí mismo a través de los demás. Quizás incluso sea la novela del fin de un viaje, del fin de una búsqueda. Se puede decir que en esta peregrinación en la que convierte la comunicación a través de cartas en una justificación a su vida, el narrador está dejando atrás todo lo material tal como lo conocía, pero al mismo tiempo se está alejando de lazos humanos. Se intuye que lleva un sufrimiento a cuestas aunque el estilo de Jang Eun-jin no es dramático, fluye en una narración cotidiana en la que los pequeños detalles del día a día se convierten en algo esencial.
"¿Podemos considerar que una carta sin respuesta es como una carta no escrita?"
A medida que la novela avanza y a partir de que se interrumpe la rutina del narrador con el encuentro con la mujer novelista que le acompañará en parte de su viaje, nos iremos alejando de esta racionalidad que le proporcionaban los números para ir profundizando en ese otro mundo que es el de los sentimientos, las emociones a través de las palabras. En plena era digital el narrador solo se sentirá seguro con un papel y un lápiz, eso le da la seguridad que quizás el mundo no es capaz de proporcionarle. Es una novela que se va revelando poco a poco porque este narrador viajero, constructor de historias a través de sus cartas también está necesitado de formar parte de una historia. Una novela fresca y totalmente universal que habla de lo que significa pararse y escuchar. La edición de Shiro Libros es una delicia.
La traducción es de Álvaro Trigo
"Uno puede abrir un email lleno de expectativas solo para descubrir que se trata de correo basura. Cuando me lo imagino, me parece que lo lento es mejor. Una esperanza viva y que se retuerce puede mantener a alguien avanzando hasta que cae en la desesperanza."
Comentarios
Publicar un comentario