Noche Cerrada, de Chris Offutt
⭐⭐⭐⭐⭐
"Se levantó con un movimiento lento e indolente, como una serpiente en primavera.
Beanpole comprendió que se hallaba en completa desventaja. Tucker era mucho más peligroso cuando aparentaba ser inofensivo y se movía como alguien aturdido por el calor".
Cuánto más me gusta una novela, creo que más díficil me resulta hablar sobre ella, comentar las sensaciones que me ha transmitido. Offutt es un escritor cuya prosa se debate entre lo fugazmente poético y una sencillez seca y directa, y que es capaz de dejar una marca que se queda ya grabada. Lo que cuenta Noche Cerrada puede parecer ya trillado y mil veces visto o leído: el soldado que vuelve de la guerra no siendo ya el mismo, marcado por lo que ha visto y vivido y una vez que ha vuelto, aunque siente la necesidad imperiosa de establecerse, sabe de sobra que le va a ser díficil poder encontrar de nuevo su lugar en casa. Hablamos de Tucker, un chico que miente sobre su edad para poder alistarse, y cuando vuelve de esta Guerra de Corea, todavía no tiene ni los diechiocho años. Diecisiete años y ya con una carga de vivencias a sus espaldas ya impresa para siempre en su comportamiento.
"Tucker, aún en Ohio, contempló la verde tierra inflada de Kentucky, que se extendía a lo largo del río. Se había marchado a principios de verano y regresaba ahora en plena primavera, con un invierno de guerra entre medias".
En este camino de vuelta a casa, caminando durante cien millas con una mochila que entre otras cosas contiene las once medallas recibidas en Corea, Tucker disfruta, palpa el paisaje del que forma parte, se detiene, paladea el bosque incluso disfrutando de sus noches oscuras (cerradas) durmiendo al aire libre. Durante esta vuelta es testigo del intento de violación de una adolescente, Rhonda, por parte de su tio y tras liberarla, unen sus caminos. A partir de ahi la novela es una montaña rusa de emociones, de violencia y de absoluto placer en lo que se refiere al estilo de Chris Offutt porque su narración es transparente, luminosa, no se regodea en detalles nimios, va al grano, es clara y directa, sin rellenos innecesarios y como mencioné antes, la capacidad de Offutt para describirnos a sus personajes es un talento que pocos escritores tienen. Esa sencillez es llegado un punto engañosa, porque está cargada de detalles invisibles en un primer vistazo, y sin embargo los pasajes en los que Offutt describe la relación de Tucker con su entorno, con la naturaleza, son para mi lo mejor de la novela.
“Tucker se despertó hambriento en Kentucky, desorientado, creyendo por un momento que los montes y el denso bosque eran los vestigios de un sueño y que seguía en Corea. Encendió un cigarrillo y se relajó ante ese paisaje familiar (…) El bosque resonaba con el zumbido chirríante de las langostas, que se elevaba y descendía en la mañana como un coro dirigido por un insecto maestro. Abruptamente dejaron de cantar. El silencio duró apenas medio minuto, luego comenzaron de nuevo”.
Algunos podrían definir esta novela como un country noir, pero yo creo que es algo más que una novela de género porque el acercamiento de Offutt a su historia es totalmente naturalista, con algunos toques de Flannery O’Connor y otros que pueden recordar, y salvando las distancias a esa otra etiqueta que es gótico más sureño. A pesar de la violencia de algunas escenas y de la atmósfera de la anticipación de un peligro siempre latente, es una novela tremendamente emotiva en los pequeños detalles cotidianos, domésticos y en torno a la naturaleza, que me han cautivado totalmente. Con pocas novelas me he emocionado como con esta novela, y todavía días después de haberla terminado, sigue dándome vueltas en la cabeza por la belleza de algunas escenas y la poesía que destilan: la tremenda humanidad de los personajes de Noche Cerrada se convierten en algo ya inolvidable. Tucker, Jo, Big Billy… personajes cuya esencia están tan bien captados por Offutt que son ya una marca de estilo. Una joya.
"Rhonda emergió del bosque con los tobillos húmedos de rocío. Saltó por encima de una rama empapada en lluvia con la agilidad de un potrillo y se aproximó a él. Tucker le tendió el trozo de madera afortunado. Ella lo olió y le sonrió, esta vez con una sonrisa plena. Le echó un vistazo al álamo que les cortaba el paso. Era la primera vez que pasaba una noche fuera de casa, y la primera que dormía en un automóvil".
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