Mundo Hormiga, de Charlie Kaufman

 


 ⭐⭐⭐⭐

 

"A algunas películas las quiero como se quiere a un amigo, a otras de un modo más intenso."

No voy a enrollarme mucho en esta reseña porque realmente me ha costado escribir algo sobre esta novela porque no sabía como enfrentarme a ella. Charlie Kaufman toca tantos temas, aborda tantas cuestiones, que lo mejor es leer la novela y dejarse llevar; sin embargo, sí que quería escribir algo sobre ella, porque es una novela que he disfrutado muchísimo, aunque también es cierto que hubo momentos algo repetitivos e irregulares.

¿Es necesario haber visto las películas de Charlie Kaufman para entender y/o conectar con esta novela tocho de 900 páginas? Es una pregunta que me han hecho e imagino que esto está producido por el hecho de que Kaufman es un personaje lo suficientemente influyente en el mundo del cine de autor como para que la novela se venda bajo esa premisa. Es cierto que si has visto sus pelis reconoces enseguida a Rosenberg, que es el protagonista absoluto de Mundo Hormiga. Y lo reconoces en su angustia existencial, en su obsesión por el arte y la memoria, por su eterna búsqueda del amor (real o eternamente platónico) y por esa dualidad siempre presente en sus historias. Pero también tengo que decir que esta novela, por muy tocho que sea, es mucho más accesible, divertida y cercana que sus películas, que en mi opinión no tienen para nada el sentido del humor que Kaufman despliega aquí como creador de su primera novela.

"La mayoría de nosotros somos invisibles. Vivimos nuestras vidas sin que quede registro. Morimos, y al poco es como si no hubiésemos vivido. Pero no somos intrascendentes, ya que por supuesto, el mundo no funciona sin nosotros."

El protagonista de esta novela es B. Rosenberger Rosenberg un crítico y profesor de cine medio fracasado, escritor de libros de cine autocomplacientes donde siempre parece elogiar y alabar lo que nadie ha visto todavía y derribar lo ya conocido (algo muy muy habitual en el mundo de la crítica cinematográfica). Rosenberg está obsesionado con lo politicamente correcto y vive continuamente angustiado con demostrar ante los demás que no es judío, que no es racista, que no es homófobo y por supuesto que su masculinidad no es nada tóxica, lo que convierte su personaje frente al lector en un personaje inseguro, patético y en un pedante redomado. Cuando comienza la novela, Rosenberg conoce a su anciano vecino, afroamericano, Ingo Cutbirth. Cutbirth afirma que fue el niño invisible en una película muda, “A Florida Enchanentment” (una pelicula real, como casi todas las que menciona aquí Kaufman) y va más lejos al afirmar que la pelicula se contaba desde la perspectiva de ese niño invisible, que no aparecía en el plano pero estaba junto a la cámara. Ingo Cutbirth es un personaje fascinante porque representa lo que hay de misterio en el cine y el ejemplo está en la revelación que le hace a Rosenberg: es el creador de una película que lleva 90 años realizando y cuyo visionado puede durar 3 meses y medio. A partir de aquí Rosenberg piensa que ha descubierto una mina de oro: una obra maestra de un personaje al que se podría comparar con Henry Darger, misterio, negocio y arte, todo en uno, y por supuesto ser el único en controlar el presunto legado de Ingo Cutbirth. Al mismo tiempo, Rosenberg quiere mostrar esta pelicula al público y ser reconocido como la élite en el mundo de la intelectualidad cinematográfica.

"-¿Le ha enseñado la película a mucha gente?
Por favor di que no.
-No es para la gente. Es para mí. Nadie más la ha visto- dice.
¿Cómo me he topado con esto? Da igual lo rudimentaria, lo amateur, da igual lo infernal que resulte verla, esto lo puedo convertir en oro antropológico. Puedo comer de esto lo que me queda de vida. Al fín podré abrir las remilgadas piernas de los Cahiers du Cinema."

A partir de aquí la historia se convierte en un tobogán de giros, personajes, dualidades, chistes socarrones sobre el mundo del cine, reflexiones sobre el arte y sobre la conciencia de estar vivos en un mundo donde la mayoría somos invisibles. Rosenberg está obsesionado por convertir su invisibilidad en notoriedad, por eso me parece tan fascinante la forma en que Kaufman aborda a su personaje y a todos los personajes que se va encontrando en su camino. La visualización de la película le hace penetrar en una especie de túnel donde la realidad se confunde con película, y llegado un punto me resultaba imposible discernir dónde estaba la realidad y donde la ficción en la vida de Rosenberg. Charlie Kaufman juega con nosotros y al mismo tiempo reflexiona sobre la memoria en una pelicula que hay que recrear una y otra vez, porque cada vez que piensa en la película de Ingo Cutbirth es distinta y diferente

"¿La película fue creación de Ingo? ¿O estoy a punto de crear la película al recrearla? ¿Es el acto de recreación el verdadero acto de creación?, y, de ser así, ¿demostraría de una vez por todas que la recreación antecede a la creación?"

Charlie Kaufman convierte su novela en un entretenimiento de referencias, muchas de ellas sobre cine, pero también literarias más generales, un despliegue de arte en cada página, sazonado con momentos divertídisimos en torno al personaje de Rosenberg que se va convirtiendo en una autoparodia dejando a su paso un despliegue de títeres sin cabeza, así que la carcajada está asegurada por lo menos en la primera mitad. Pero a medida que la novela avanza, la reflexión sobre la soledad, sobre la conciencia de estar vivos, pueden llegar a ser desoladores. Mundo Hormiga aborda tantas cuestiones que es imposible resumirlas en una reseña, lo que si puedo decir es que Charlie Kaufman parece obsesionado por el conflicto artístico de hasta qué punto una única obra puede ser tu vida, tu conciencia y tu memoria. La traducción es de Ce Santiago.

"...la tragedia de mi existencia se ha convertido en un entrenimiento para un público no visible, con otra persona haciendo de mi." 

 

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