La máquina del amor sagrado y profano, de Iris Murdoch

⭐⭐⭐⭐

"En estos momentos no estás sino imponiendo una falsa idea de libertad y de poder a una emoción efervescente, un romántico sentimiento por mí, un débil y confuso deseo de ser ayudada. Despierta, vuelve a la realidad. Estás muy lejos, quizá a muchos años, de un profundo cambio en tu vida."

Me gusta esta cita que Iris Murdoch pone en boca de Monty, uno de los personajes centrales de esta novela, donde de alguna forma hay un breve momento de lucidez entre tantos amor desleal, tanto autoengaño para combatir la soledad, tanta obsesión por encajar en la familia perfecta... Monty se dirige a Harriet Gavender que a pesar de haber ejercido durante años de perfecta y plácida esposa, no ha podido evitar que su marido llevara una doble vida durante años, y por mucho que haya intentado “comprenderle”, al final se haya visto abandonada por él. Monty, un escritor de novelas de éxito y vecino de los Gavender, es el único que siempre ha sabido de este engaño y por tanto, es a su vez el observador más objetivo de una vida familiar de fingimientos. Los personajes de esta novela engañan, y se autoengañan continuamente, quizá sea la forma más cómoda de justificar ciertas carencias.

"¡Qué harta estoy del maldito Blaise! Sus necesidades, sus teorías, su desafios. ¿No ha obtenido ya bastante de nosotras destrozando nuestras vidas de arriba a abajo, para que encima le enviemos a estudiar Medicina mientras nosotras nos apretamos el cinturón ¿Qué hay de mis necesidades, para variar? Yo también tengo un cerebro."

Esta es la segunda novela que leo de Iris Murdoch y aquí vuelven a repetirse muchos de los temas que me llamaron la atención en El Mar, El Mar, pero esencialmente aquí se centra en la búsqueda del amor, un amor que siempre parece fuera de tiempo o desincronizado, o quizás un amor que sirve como excusa para otras carencias. Blaise Gavender lleva años engañando a Harriet, su mujer, con la que vive en una acogedora casa en el campo con su hijo David y rodeado de perros, y por otra parte mantiene a otra familia en un piso bastante más humilde, con su amante Emily el hijo que tuvo con ella, Luca. Aquí hay una especie de dicotomía de un hombre que vive dos vidas paralelas, aparentemente atormentado  por la culpa pero realmente está encantado con la situación. En este aspecto, Iris Murdoch hace un retrato fascinante sobre una forma de vida… personajes que no saben o no pueden estar solos y sin embargo se autoengañan continuamente usando la palabra amor.

"-Me parece que si Harriet llegara a saber lo de Emily, el mundo se acabaría en una gigantesca explosión.
-Para tu desgracia, no sucederá así. Todos seguiréis existiendo, durmiendo y comiendo y yendo al retrete."

Los personajes creados aquí por Iris Murdoch son una delicia: Blaise el psicoterapeuta charlatán  obsesionado porque no tiene el título de medicina, Harriet, la esposa y ama de casa perfecta, su hijo David que con dieciséis años y con aspecto de dios vikingo, parece permamentemente vivir fuera de la realidad, Emily la amante, que vive en el exilio social porque de alguna forma su perfil no se corresponde con lo politicamente correcto y finalmente, Luca, el niño de ocho de años, el único cuerdo en una familia de histéricos. Luca es una delicia de personaje, el punto neurálgico alrededor del cual Iris Murdoch construye su visión de lo que considera la humanidad en su estado esencial.

"Qué llena estaba de vanos arrepentimientos. -Ojalá, ojalá, ojalá -meditaba por enésima vez-, le hubiera obligado a dejar a la vaca de su mujer entonces, nueve años atrás, cuando le tenia completamente loco, cuando era mi esclavo."

Es una novela que parece a veces una obra de teatro, solo dos o tres escenarios, las dos casas, donde personajes entran, salen, se encuentran, se aman, entran en conflicto y porque no, también se odian a muerte. Aquí no hay tantos personajes como en El Mar, El Mar y sin embargo, todos y cada uno de ellos tiene su importancia, su clave en la historia. Iris Murdoch vuelve a contarnos muchos de los hechos a través de una cierta simbología, los sueños por ejemplo, donde algunos personajes los relatan con todo lujo de detalles o la mitología griega. En definitiva es una novela que he disfrutado muchísimo porque aunque Iris Murdoch está continuamente cuestionando los comportamientos humanos, al mismo tiempo hay escenas hermosísimas que se quedan grabadas.

La traducción es de Camilla Batlles.

"Las mujeres siempre queréis que los hombres se derrumben-dijo Monty-, para así volver a ponerlos en pie. Ya estoy lo bastante derrumbado, créeme, sin necesidad de hacer demostraciones. No me estoy comportando como un hombre. Si tuviera un trabajo corriente tendría que cumplirlo. Como estoy autoempleado, puedo pasarme el día meditando con amargura. El desconsuelo no es raro. Uno debe tratarlo como si fuera la gripe. Hasta Niobe dejó por fin de llorar y quiso comer algo."

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Yo navegué con Magallanes, de Stuart Dybek

Escena de caza (furtiva), de Agustín Gómez Arcos

[Cuento] El altar de los muertos de Henry James