Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro

 


⭐⭐⭐⭐⭐

 ♫♫♫ De cara a la Pared- Lhasa de Sela  ♫♫♫

 

 

"La figura del general Rosas surgió en el centro oscuro del jardín y avanzó hasta el grupo olvidado en el corredor de doña Matilde: -Él es el único que tiene derecho a la vida-, se dijeron rencorosos y se sintieron atrapados en una red invisible que los dejaba sin dinero, sin amores, sin futuro."


Los recuerdos del porvenir” es un título muy sugerente, muy hermoso en el sentido de que describe a la perfección el contenido de esta historia, juega con el espacio y el tiempo y convierte esta novela en una especie de bucle en el que se confunden los tiempos: circularidad e infinito. Elena Garro publicó esta novela en 1963 pero tengo entendido que la escribió diez años antes, así que todavía  me sorprende más que fuese una obra tan avanzada a la hora de conjugar ciertos elementos: espacio, tiempo, un aire de irrealidad y atemporalidad, o de limbo en la tierra. Con nuestra obsesión por poner etiquetas se la ha venido a englobar dentro del realismo mágico y por el tiempo en que fue escrita, también se dice que fue el precedente del realismo mágico, pero no sé bien, no me gustan mucho las etiquetas y aunque esta novela tiene detalles que la enlazan con el realismo mágico, prefiero evitar esta etiqueta. Lo que si me impacta de esta obra es la tremenda atmósfera de anticipación, toda en ella es pura atmósfera, ya sea cuando se refiere a sus personajes medio sonámbulos, a los amores obsesivos o a la muerte que acecha en cada esquina. Es algo tan difícil de conseguir, sobre todo porque localiza a sus personajes en un entorno que parece una especie de burbuja suspendida en la tierra, una burbuja en la que los personajes escondidos en sus casas, oteando desde las ventanas, en algunos momentos llegan a parecer fantasmas.


- Va a pasar algo, corría de boca en boca.
- Sí... ¡Va a pasar algo! Anden, anden, no pregunten.
Va a pasar algo, se dijo en voz alta la Luchi."


Elena Garro ubica su novela en un pueblo mexicano ficticio, Ixtepec, a finales de la década de 1920. Este pueblo ha sido ocupado por el ejército al mando del general Francisco Rosas, es un ejército déspota y aniquilador. Es habitual que los habitantes de Ixtepec se encuentren los cadáveres dejados por estos militares colgados de los árboles, cádaveres que suelen ser indios despojados de sus tierras, una forma de despojo, corrupción y tiranía antes de que llegara una Reforma Agraria. En este caos de muerte y despotismo, la autora coloca una serie de personajes como la familia Moncada, cuyo pater familias, Martin, es un hombre incapaz de hacer frente a este ejército aunque si que representa de alguna forma la clase media que se opone a esta opresión, sobre todo en la figura de sus hijos. A partir de aquí, Elena Garro construye una novela coral, con una cacofonía de voces que aúna casi todos los estratos sociales, en el que el centro neurálgico estará englobado en este ejército de machos que secuestran mujeres y las enclaustran en una especie de burdel itinerante, mujeres perfectamente reconocibles cada una de ellas, nada de secundarias.


"- Los cielos cambian de la noche al día. Así cambia la suerte del hombre.
Tal era la voz taciturna y ondulante del general. Solo su suerte no cambiaba. Seguía atada a la de Julia que se perdía en ese momento en otras lluvias... Julia no se da nunca.
Muy cierto que Julia no se daba nunca Se le escapaba brillante y liquida como una gota de mercurio y se perdía en unos parajes desconocidos, acompañada de sombras..."


En la primera parte, el personaje clave de la novela estaría en Julia Andrade, la amante del general Rosas. Es una mujer enigmática, melancólica, aislada, que apenas se comunica con nadie y que ejerce una especie de hechizo sobre Rosas, un amor obsesivo que podría usar como excusa para huir de su deshumanización, sin embargo Julia es como una zombie y no le corresponde. Elena Garro construye en Francisco Rosas un personaje atormentado con sus propios demonios ("Lo oíamos correr las calles, caminar el pueblo oscuro, perdido en sus pesares. «¿Qué buscará a estas horas de la noche?». «Se anda dando valor antes de llegar a verla»") que de alguna querrá buscará en Julia esa paz que no existe en su vida y que tiene más que ver con la vida que lleva aniquilando a diestro y siniestro que con ella misma. "Sintió ganas de llorar. No la entendía. ¿Por qué se empeñaba en vivir en un mundo distinto del suyo? ¿Cómo abolir el pasado? Ese pasado fulgurante en el que Julia flotaba luminosa en habitaciones irregulares, camas confusas y ciudades sin nombre. Esa memoria no era la suya y era él, el que la sufría como un infierno permanente y desdibujado." Toda la primera parte de la novela estará prácticamente dominada por la figura de Julia que no solo ejerce este hechizo sobre Francisco Rosas (“Era ése su dolor irremediable: no poder ver lo que vivía adentro de ella") sino también sobre el pueblo y su gente que al mismo tiempo la teme, ya que las muertes de los indios estarán a veces directamente relacionadas con la frustración de Rosas en su relación con ella. La novela está claramente dividida en dos partes y en cada una de ellas hay una mujer que la abandera: en la segunda parte, será Isabel Moncada el foco. Isabel y Julia son dos mujeres muy diferentes pero comparten el mismo aislamiento, la asfixia que les supone los límites impuestos solo por ser mujeres.


"Francisco Rosas confundía las mañanas con las noches y los fantasmas con los vivos. Desde que llegó a Ixtepec,  Julia se le extravió en esos pasadizos sin tiempo. Allí la perdió y allí la seguiría buscando. Perdía su vida buscando las huellas de Julia y las calles se descomponían en minúsculos puntos luminosos que borraban el paso dejado por ella en las aceras. Un orden extraño se había apoderado de ese pueblo maldito."


Lo más fascinante de esta novela luminosa de Elena Garro está en su narrador que es lo que le da a esta novela este carácter casi mítico y atemporal. El narrador de la novela es el propio pueblo de Ixtepec y en este aspecto el comienzo de la novela es una maravilla, un pueblo que intenta comunicar su trágica historia a través del tiempo, colocando en su narración, expresiones como mis calles, mi gente, mi cielo… captura perfectamente la atmósfera del Yo/Pueblo; este mosaico de recuerdos que aparecen desordenados y fragmentados, hasta que se centra en los acontecimientos de la llegada del ejército del general Rosas al pueblo es el de un pueblo que ha sido sitiado y conquistado mil veces a lo largo de su historia. Elena Garro no solo consigue transmitir muy bien la atmósfera de caos y desorden legal de aquellos tiempos sembrados de muerte, sino que al mismo tiempo la imbuye de un carácter mítico y atemporal que me han maravillado.  Imprescindible.


Aqui estoy sentado sobre esta piedra aparente. Solo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, asi yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en si misma y condenada a la memoria y su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos.”

 

 

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