La copa dorada, de Henry James

 


⭐⭐⭐⭐⭐

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-No era el momento de preguntar. Preguntar es sugerir, y no era el momento de sugerir. Allí una tenía que hacerse su propia idea de la forma más secreta posible y con los elementos de juicio que una tenía a su disposición.”


Con La copa dorada se cumple de alguna forma el objetivo que me había marcado de leer la trilogía final de Henry James, que comenzó con Los Embajadores (1903) y que me llamó tanto la atención por lo avanzado de su planteamiento que además despertó mi curiosidad por ver como evolucionaba en las dos novelas siguientes, Las alas de la paloma (1902) y finalmente ésta que nos ocupa, publicada en 1904. En las reseñas anteriores ya más o menos abordé el acercamiento a estas novelas desde un punto de vista concreto en cada caso porque son novelas tan densas, tan extensas en todo lo que acaba planteando James, que me resultaba más fácil detenerme en un punto concreto pero ahora viéndolo con perspectiva una vez terminadas, se podría decir que podrían formar un compendio, una obra total. 

Por ejemplo:


- En Los Embajadores, la acción a través de algunas cartas y de cómo conforma el comportamiento del personaje central, a través de ellas.


- En Las Alas de la paloma, la acción a a través de la engañosa inmovilidad de sus personajes, acción desarrollada, casi en su totalidad, en la mente de sus personajes.


-Y en esta Copa dorada, que es la novela más densa de las tres, James despoja la novela de argumento y prácticamente toda la novela, se desarrolla con pocos diálogos, centrándose más que nunca en la mente de cada uno de ellos. Flujo de conciencia puro y duro. Y volvemos a tener personajes que aparentemente parecen no avanzar, o no moverse, y que sin embargo, un pequeño gesto, o un pequeñísimo detalle, un guiño inesperado, nos está mostrando que la acción es un volcán interno.


En cierta manera, el señor Verver tuvo la impresión de que Charlotte mediante estas palabras había avanzado un paso hacia su encuentro, pero que al mismo tiempo no se había movido.”


En La Copa dorada Henry James vuelve a envolver un argumento aparentemente inexistente dándole exclusividad al contenido psicológico, se puede decir que esta profundidad psicológica desborda al contenido argumental, y tampoco es que sean tantos los personajes que sirvan como excusa a James como para que le salga una novela de 800 páginas, pero es cierto, que una vez terminada, sí que le vi justificación porque es una forma de narración que se va cociendo a fuego lento lo que le da al lector el espacio para entrar en sus conciencias. En esta última parte de su vida, Henry James dictaba sus manuscritos, y luego los revisaba, así que entiendo que esta forma de enfrentarse a sus manuscritos le diera la excusa perfecta para experimentar con la prosa más allá del argumento centrándose en sus personajes, en sus comportamientos, porque a medida que James se introduce en sus mentes y nos muestra sus dilemas, sus dudas, sus conspiraciones, está forzando al lector a hacer lo mismo, a hacerse las mismas preguntas, así que el lector llegado un punto acaba preguntándose cómo habría actuado de encontrarse en las mismas disyuntivas:Por raro que parezca, estamos inmensamente solos.” Puede ser un ejercicio denso, y agotador sobre todo por la prosa en la que James juega a darle la vuelta a una frase o a un pensamiento casi hasta la extenuación, pero yo personalmente me siento muy identificada con este acercamiento y al final, acabo totalmente enganchada a estos análisis de las relaciones personales, que a la postre no se diferencian mucho de las nuestras hoy en día.


"- Que se dieron cuenta de que nada podía pasar entre ellos. Esa fue su pequeña aventura romántica, ésa su pequeña tragedia.

-¿Y dónde está la aventura romántica?

- En su frustración, en tener la valentía de enfrentarse con la realidad. Al ver que no era posible renunciaron mutuamente."


En esta cita casi que se puede decir que es dónde se concentran los cimientos que le sirven a James para crear una novela tan extensa: dos personas enamoradas que renuncian la una a la otra y por qué? En el mundo de Henry James el dinero es esencial y los matrimonios se construían a partir de estos intereses creados, así que aquí hay dos personas por lo demás libres y que sin embargo conscientemente, renuncian. Charlotte y el Príncipe se apartan el uno del otro, porque deben encontrar más allá de ellos mismos, esta seguridad económica: "- Creen en sí mismos. Aceptan la realidad tal como es. Y esto los salva. Y lo magnífico es que tienen miedo de sí mismos, de su propio peligro."A partir de aquí, Henry James escribe una novela con cuatro personajes principales, y con un par de secundarios, que son también diríamos esenciales porque serán los que se convertirán casi en cómplices de lector.


Sí, llegaba momento en que uno se descubría a sí mismo en el trance de utilizar la imaginación principalmente para averiguar como se las arreglaba aquella gente para estimular tan poco la imaginación.”


Americo, el Príncipe, acaba casándose con Maggie Verver, riquisima heredera americana, hija de Adam Verver, billonario y coleccionista de arte, afincados en Inglaterra. Padre e hija están muy unidos, así que Maggie conseguirá a la larga que su padre se acabe casando con Charlotte, una amiga americana. Lo que ni Maggie ni su padre saben es que Charlotte y el Príncipe se conocían y habían tenido una relación. Así que en resumidas cuentas tenemos una especie Afinidades Electivas llevada hasta las últimas consecuencias: dos parejas interconectadas Charlotte/Adam Verver y Maggie Verver/El Príncipe con lo que esto significa de cercanía, no es difícil presuponer que Charlotte y el Príncipe retomen la relación. Aparentemente es una situación perfecta porque ambos han conseguido el objetivo en cuanto a proteger sus intereses económicos, pero es que además siempre han estado enamorados, con lo cual, la única preocupación es que sus respectivas parejas no averiguën el pequeño secreto. En este mundo donde prima el dinero es muy interesante la dicotomía que establece Henry James: el Príncipe y Charlotte de alguna forma son comprados por el billonario Adam Verver, el primero para su hija única, y la segunda, para él mismo, y en varios momentos Henry James establece la comparación con las obras de arte que Adam Verver coleccionaba porque tanto la figura de Charlotte como la del Príncipe son como si llegaran a formar parte de las piezas de la colección para los Verver. Henry James no deja títere con cabeza a la hora de cuestionar este tipo de uniones y cuestiona a todas y cada una de las partes, tanto a los compradores como a los que se dejan comprar. Y hay un momento espléndido que resume este efecto, casi al final de la novela, en el que padre e hija, contemplan a sus respectivos esposos sentados y rodeados de piezas de arte, como si ellos mismos formaran parte de las piezas de su colección.


La fusión de su presencia con los elementos decorativos, su contribución al triunfo de la selección, eran completas y admirables, aunque ante una mirada más detenida, ante una mirada más penetrante de lo que la ocasión requería, también hubieran podido figurar como concretos ejemplos de un insólito poder de adquisición.

-¿Muy bellas verdad?

Los otros dos, al oír estas palabras, centraron en ellos, durante un buen rato, su lenta conversación, una atención toda gravedad, que fue como una mayor sumisión a la general magnificencia, sentados tan quietos, para ser admirados, como dos efigies de los grandes contemporáneos…”


Casi en su mayor parte, la novela está dedicada en examinar y profundizar en las acciones de sus personajes desde el primer momento casi sin dejar a ninguno de estos cuatro personajes fuera de foco. El sufrimiento de estos personajes está en esas emociones que no llegan a exponer, casi todo está soterrado ante la vista de los demás, y aunque todos estos sufrimientos están intrínsecamente relacionados con el tema del dinero, de buscarlo, de conseguirlo, y una vez que lo tienen, de intentar mantenerlo, a la vez que han sacrificado muchas cosas en el camino, el sufrimiento está quizás, en tener que vivir con ciertas renuncias, emocionales y esto lo expone Henry James desde una fínisima sensiblidad, analizando y desmenuzando cada uno de sus pensamientos.


"- Eran íntimos, ¿comprende? Íntimos.
- Bueno, también hay que tener en cuenta lo que se entiende por...
- ¿Lo que se entiende por
intimidad? Sé muy bien ahora lo que entiendo por intimidad. Eran tan íntimos que no pueden decírmelo."


Es una novela que transcurre a lo largo de varios años y la marcación entre las diferentes partes o capítulos, está delimitando estas lineas temporales, elípticas, porque Henry James no explica todo lo que ha pasado a lo largo de estos años sino que se detiene en escenas concretas a raíz de un punto de inflexión. La primera parte que está dedicada al príncipe es más contemplativa, lenta y se regodea completamente en las acciones mentales y cuando llega a la segunda parte, que está dedicada a Maggie Verver hay una especie de cambio de ritmo, en la que la novela abandona un poco ese tono contemplativo y Henry James lo insufla de un ritmo mucho más rápido porque es justo el momento en que Maggie Verver descubre la infidelidad: “Se había sorprendido a si misma en el acto de detenerse, luego en el de quedarse largo rato detenida y, por fin, en el de acercarse llegando a un punto de cercanía sin precedentes.” Toda esta parte desde el momento en que Maggie descubre el engaño es fascinante, porque el status quo la obliga a No Moverse de cara a la galería, pero sin embargo, su mente es un volcán en ebullición. Y justo este climax se produce durante una noche en la que Maggie se desvela y Henry James nos introduce en la forma en la que va hilando los datos que ha ido recabando al observar ciertos comportamientos….

 

Desde el momento en que se se acuerda de cómo suena la voz de Charlotte, porque ella, Maggie, es la única que se da cuenta de que sufre:

 

"La voz seguía sonando, sus vibraciones, iban solamente dirigidas a oidos atentos; pero verdaderamente hubo treinta segundos durante los cuales la voz sonó, para Maggie, como un grito de un alma en pena. Si seguía sonando un minuto más, la voz se le quebraría..." 

 

Hasta que a continuación pasa a analizar el comportamiento de su marido, el príncipe:


"Por ejemplo, aquella mañana Americo había estado tan ausente como de un tiempo a esta parte parecía desear se advirtiera que lo estaba.  Se había ido a Londres para pasar allí el dia y la noche, era una necesidad que ahora experimentaba a menudo. A la rosada luz del alba vio que Américo, a pesar de todo, era capaz en ocasiones de pecar por excesivo candor. Si no fuera así, no hubiera dicho que la razón de ir a la casa de Portland Place, en pleno agosto, consistía en ordenar libros. Pero cuando la imaginación de Maggié siguió a Americo hasta la polvorienta ciudad, hasta la casa de persianas cerradas, no le vio dedicado, en mangas de camisa, a abrir maltratadas cajas de libros. Maggie le vio vagar por las oscuras estancias cerradas, ir de un lado a otro de la casa, durante largos ratos, fija la vista al frente, a través del humo de encadenados cigarrillos. Estimó ahora que Americo lo que le gustaba era quedarse a solas con sus pensamientos."


Para finalmente llegar a una conclusión...


"Maggie concluyó que Américo había huido de un sonido. Ese sonido todavía resonaba en los oídos de Maggie, era el de las altas y coaccionadas vibraciones de la voz de Charlotte, como si fuera la voz de un ser atenazado por la angustia."


La dificultad de esta novela está en que Henry James deja mucho sin decir, realmente es como si narrara la vida escondida y hubiera que hacer un esfuerzo para leer entrelineas. Para ello vuelve a tirar de un personaje amigo como el de Fanny Assingham, que puede servir como puente entre él y sus personajes, herméticos a la hora de mostrarse y exponerse. Esta mujer que está justo en medio de ambas parejas, pondrá en claro algunas dudas. Es un mundo en el que hay que conservar la compostura, encorsetado, en el que lo de verdad importante no se dice, no llega a pronunciarse nunca, por ese miedo a resultar vulgares por lo que algunas conversaciones se convierten en un arte para no llegar a verbalizar ciertas palabras: celos, aventura, engaño, decepciónEs casi imposible que los personajes sufran arrebatos o enfados, guardan la compostura de cara a la galería pero como contrapartida Henry James nos mostrará este mundo interior y aquí ya vemos que hay personajes que sufren por lo que nunca podrán expresar.


Por fin, los dos tuvieron silencios que casi fueron rudas expresiones de su recíproca existencia, silencios que persistieron.”


La copa dorada es para mi fundamentalmente una novela sobre secretos, lo que nunca se dirá en voz alta y al mismo tiempo lo que nunca llegará a expresarse, todos y cada uno de estos cuatro personajes andarán sobre una especie de cuerda floja, sin saber dónde apoyarse precisamente por esta ambigüedad que produce lo que nunca se expresa. Andarán a tientas, esperarán algún gesto o alguna mirada para poder avanzar en este mar de sentimientos encubiertos. Henry James entendió como nadie esta ambigüedad y aunque sus personajes no puedan expresar lo que sienten, es a través de la hondura psicológica cómo llegaremos a conocerlos. El lector verá la luz poco a poco, pero la irá viendo a medida que el personaje se vaya revelando frente a él. James no le pone las cosas fáciles al lector pero aquí está precisamente lo gratificante de esta novela lenta, pausada y que se toma todo el tiempo del mundo para unir las piezas.

La traducción es de Andrés Bosch Villalta.


Se sentía cohibida por la diferencia que mediaba entre lo que tenía que escuchar y lo que ella podía decir, entre lo que realmente sentía y lo que podía mencionar."


Nota: (Tengo que advertir que esta reseña funcionará creo que solo si va unida a las dos reseñas anteriores, Los Embajadores y Las alas de la paloma..., las tres unidas, son una especie de compendio sobre lo que me interesa de Henry James…)

 

 

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