La Casa Holandesa, de Ann Patchett




⭐ ⭐⭐⭐⭐

Esta novela está contada a la manera de los cuentos de hadas y que a su vez gira en torno a una mansión, fastuosa, colorida y casi encantada, una casa que es habitada por los Conroy, la familia que la ocupa cuando empieza la novela, aunque la novela parece que empieza de cero una y otra vez. La Casa Holandesa es una mansión construida en 1922 por una antigua y rica familia holandesa que cuando cae en desgracia y se arruina, es comprada con todo lo que hay dentro por Cyril Conroy como sorpresa para su esposa. Los Conroy habían sido pobres hasta que Cyril empezó a hacer dinero con la compraventa de edificios, así que la casa es una especie de simbolo de estos nuevos tiempos de riqueza para él. Sin embargo, su mujer, Elna, con una mentalidad completamente diferente, no es capaz de acostumbrarse a esta nueva riqueza, a esta casa que la supera estéticamente y no puede entender que con tanta pobreza haya gente capaz de vivir en un lugar tan ostentoso, así que muy pronto abandona a su marido y sus dos hijos pequeños, Maeve y Danny dejándoles en la casa holandesa.

"Cuando se presentaron en la Casa Holandesa aquel primer dia, se creían gente pobre. Ella lo obligó a contarle como había conseguido el dinero. Lo obligó, de verdad. Estaba convencida de que había hecho algo ilegal. En esa época nadie tenía esa cantidad de dinero".

Este impactante abandono de Elna a su familia, es lo que marca el resto de la novela. Los niños crecen en un principio en un ambiente cálido pero la ausencia de su madre les marcará ya definitivamente porque una especie de misterio o interrogación define sus vidas...¿porqué si eran una familia feliz, su madre los abandona??? La figura de Elna, ausente durante casi toda la novela, es también al mismo tiempo un personaje siempre presente, nada invisible, porque continuamente se la está nombrando. La novela está contada desde el punto de vista de Danny, el hijo menor, testigo de todo lo que ocurre en la casa, sin embargo el personaje que en mi opinión marca toda la novela, el personaje guia es Maeve, la hermana mayor, que inmediatamente después de la marcha de la madre, se convierte en la madre de su hermano cuando es casi una niña todavia. Maeve es luminosa, responsable, como un faro guía que marcará para siempre la vida de Danny.

"Se lo debí decir a tu padre como cien veces; que Maeve se corte el pelo. Pero no me hacía caso. Le daba igual. Yo siempre he querido que lo supieras, por tu propio bien. Llevas un pelo espantoso. Él no me lo permitió nunca. Siempre decía que era tu pelo, y punto".

Pasado, presente y futuro se yuxtaponen una y otra vez bajo la visión de Danny de los acontecimientos de su vida, que como he dicho antes, es contada como un cuento: los niños huérfanos de madre, la madrastra mala malísima, los niños desterrados..., un sinfín de acontecimientos siempre contados con esa elegancia nada dramática ni sentimentaloide de Ann Patchett. Es una novela espectacular en ese sentido porque el lector se ve inmerso en una historia perfectamente organizada, e incluso los momentos más devastadores son los más luminosos, dónde la presencia de Maeve es un pilar majestuoso. Admito que es un personaje femenino que me ha impactado y maravillado.

La Casa Holandesa es un edificio que ha significado diferentes etapas en las vidas de quienes la han habitado pero a los niños Conroy los ha marcado obsesivamente y hay maravillosos momentos en torno a la casa evocados por los hermanos una vez que no viven en ella, porque no pueden olvidarla en el sentido de que los momentos más tristes y más felices de su infancia se encuentran enquistados en la memoria de Danny y Maeve a través de esa casa.

"Si alguien me hubiera preguntado antes de aquella cita cuáles eran mis sentimientos al respecto de mi madre, le habría jurado que ninguno en especial. Me costaba entender la enormidad de mi ira".

Me encanta Ann Patchett; es una escritora cuya escritura fluye casi sin esfuerzo para el lector, tan sútil y etérea en lo que cuenta, hace fácil lo más complejo.Y qué bien habla de los lazos emocionales, de los traumas de infancia y de como superar esas marcas del pasado. Me ha recordado mucho a El jilguero de Donna Tartt, porque toca todos estos temas y porque son dos novelas que me han emocionado muchísimo.

"Yo, sin embargo, no podía dejar de pensar en el retrato al óleo de Maeve, colgado en el salón, sin que ninguno de los dos viviéramos en aquella casa. Maeve aparecía en el cuadro con diez años de edad y abrigo rojo, una mirada directa e inteligente y la negra melena suelta".


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