El Río, de Ana Maria Matute




Novela construida a modo de pequeñas historias, cuentos, dónde Ana Maria Matute vuelca los recuerdos de su infancia y ya sabemos que lo que vivimos en la infancia es lo que perdura en la memoria. Qué importante es la memoria a la hora de convertir en lugares mágicos todos esos espacios poblados por unos niños curiosos, inventando y descubriendo el mundo. Y me ha hecho pensar que los niños de ahora es dificil que cuenten con este tipo de experiencias, sin mucha libertad para explorar e inventar. El mundo ha cambiado mucho en ese aspecto.

"No es fácil sentir piedad a los diez años. se siente admiración, miedo, estupor, desprecio. Pero la piedad es un sentimiento adulto, un tanto gastado, como el propio corazón. A los diez años se ama locamente cualquier cosa: la hierba, el aire, el amigo, las propias manos. No se apiada uno de nada, ni de si mismo".

Mansilla de Sierra en La Rioja el pueblo de la infancia de Ana Maria Matute ya no existe, está cubierto por las aguas del embalse, y cuando no lo cubren las aguas, imagino que se habrá convertido en un lugar ruinoso y fantasmagórico, pero la memoria es mucho más poderosa que la realidad y de alguna forma, a través de los pequeños cuentos de Ana Maria Matute, los personajes cobran vida, existen. La autora pasa por casi todos los temas esenciales: muertes, nacimientos, la inocencia y crueldad de la infancia, la naturaleza en toda su crudeza y maravilla, y personajes, algunos de ellos niños, que tuvieron una vida dura, que al mismo tiempo seguro que fueron toda una escuela de vida para una niña tan curiosa e inquieta como tuvo que ser Ana Maria Matute.

En resumen, un libro hermosísimo, esencial y muy de verdad, sin florituras y que para mí me demuestra una vez lo bien que escribía Ana Maria Matute sobre la memoria y sobre la infancia: una infancia imposible de recuperar pero que perdura en tu recuerdo.

"A veces le veía volver por el camino de la Umbría, despacio, la mano agarrada a la correa del zurrón. El pastor niño es pensativo, más bien callado. Va a la escuela cuando no tiene cosas más urgentes que hacer. En el otoño, cuando las lluvias son frecuentes, el pastor niño llega mojado, los largos mechones de su pelo negro pegados a la frente. No parece tener frio, ni calor, ni sed, ni hambre. Es una criatura distinta, lejana".

 ⭐⭐⭐⭐

Comentarios

Entradas populares de este blog

Yo navegué con Magallanes, de Stuart Dybek

Escena de caza (furtiva), de Agustín Gómez Arcos

[Cuento] El altar de los muertos de Henry James