Bestias, de Joyce Carol Oates




⭐⭐⭐⭐


Esto no es una confesión. Como ustedes verán, no tengo nada que confesar”.

Asi se expresa Gillian, la protagonista de este relato largo o novella, durante el primer capitulo de Bestias de Joyce Carol Oates. La novela comienza en el presente, 2001, y durante este primer capitulo, Gillian visitando una exposición en el Louvre, recuerda una época de su pasado que la transporta a 1975, veinticinco años antes. Es cierto que en las historias de JCO suelen haber estos flashbacks pero en este caso concreto, cuando Gillian rememora esos hechos traumáticos de su pasado, son como otra historia dentro de la novela.

"Cuando ha nacido una obsesión, echa raices como la mala hierba...".

Localizada en un campus de una universidad imaginaria en Massachussets (un terreno que esta autora domina y controla perfectamente), el Catamount College, apenas hay unos pocos personajes y solo hay dos o tres localizaciones más aparte del campus y como es habitual en muchas de sus historias la protagonista absoluta es la mente de Gillian Brandauer, una universitaria totalmente enamorada y obsesionada por su profesor de poesía, André Harrow, uno de esos personajes masculinos, tan habituales en las historias de JCO: hombres dominantes que creyéndose superiores intelectualmente dominan bajo una falsa patina de encanto a mujeres mucho más jóvenes. André Harrow usa su poder como profesor universitario y experto en DH Lawrence para seducir a sus alumnas y bajo la excusa de enseñarles a escribir poesía, las anima a mostrar su yo más íntimo desnudándose emocionalmente y así poder ser libres a la hora de lanzarse a crear.

"Técnicamente, Gillian, tu poesía siempre es interesante pero... -casi sin querer, sus dedos tocaron mi muñeca como para consolarme- está truncada. Es como si tuvieses una mariposa atrapada en una jaula y dedicases todo tu esfuerzo a decorar las barras. La mariposa se agita, trata de salir, pero tú no la ves".

El terreno en este caso es el suspense psicológico y para llegar a este suspense, JCO tiene un mcguffin que es el misterio que envuelve la vida de André Harrow y su mujer, una pareja sofisticada que se rodea de “favoritas” elegidas por André en sus seminarios de poesía, y las introduce en su circulo social y familiar. Y digo que todo esto es un mcguffin porque lo que de verdad le interesa a esta autora es explorar la mente de Gillian; enamorada y víctima obsesionada. Pero JCO no sería quién es si sólo nos mostrara los matices planos del blanco y negro, por lo que se encarga de mostrarnos que Gillian toma sus propias decisiones y no es tan víctima como parece. Y por eso me parece tan genial la forma en que empieza la novela, diciendo Gillian que no tiene nada que confesar a la hora de contar su historia, porque no hay nada que confesar. El hecho de que nos paseemos por esta historia sólo desde el punto de vista subjetivo de la mente de Gillian, llegado un punto nos preguntamos...¿si todo lo que ella nos ha contado no estará de alguna forma maquillado por su mente? Aquí es donde radica el arte de esta autora inmensa: la cantidad de matices, recovecos que tiene la mente humana y en este caso concreto, la historia de Gillian puede tener múltiples lecturas.

La novela está cargada de tensión sexual donde la figura de DH Lawrrence juega un papel central en la simbología que los personajes quieren transmitir. Vuelven las dualidades Gillian es también Filomela, otro personaje femenino cargado de simbologia y por supuesto tenemos el tema de hasta que punto lo que empieza como un sueño idealizado se puede convertir en una pesadilla, todo muy en la linea de esta autora. En definitiva, otra novela donde Joyce Carol nos introduce en la mente de una mujer que llegado un punto no sabe distinguir realidad de idealización, sin embargo, es lo suficientemente honesta para mostrarnos que Gillian no es siempre una victima. Los matices son la esencia en la complejidad de sus personajes.

Primero extendí periódicos sobre el suelo del cuarto de baño. Y luego corté hasta la raíz, hata dejar sólo una sombra cubriendo el cuero cabelludo. Al terminar, recogí los mechones que resplandecían en el suelo. Los separé en dos grupos y los trencé. Y al día siguiente le llevé la trenza envuelta en papel de regalo. El sr. Harrow se quedó helado: -A que te he sorprendido. Ya no soy una niña tonta. Ya no soy predecible-.”


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