A la sombra de las muchachas en flor, de Marcel Proust (En Busca Del Tiempo Perdido #2)

 



⭐⭐⭐⭐⭐

♫♫ ♫   Metamorphosis Two, Philip Glass   ♫♫ ♫

 

"Puede ocurrir que se tenga simpatía por una persona y nada más. Pero para desatar esa tristeza, ese sentimiento de lo irreparable y esas angustias que sirven de preparación al amor, es menester que exista el riesgo de una imposibilidad."


El amor o la ensoñación en torno al amor es quizá el tema central de esta novela. En este segundo volumen de En Busca del tiempo perdido, el narrador (Marcel?) es un poco mayor, un adolescente que debe estar entre los catorce y los dieciséis años, (no porque en algún momento de la novela se mencione sino porque lo intuyo), un adolescente empezando a experimentar con el amor o con su idea del amor. Proust a través de su narrador, su alter ego, nos hace partícipes de esa etapa adolescente en la cual se empieza a percibir el mundo casi como un adulto sin serlo todavía, entrando en conflicto con lo que nos hemos imaginado contrapuesto a la realidad porque justo es en esta adolescencia cuando continuamente están cambiando las percepciones de las cosas y de las personas que nos vamos encontrando a nuestro paso, porque tal como Marcel incide continuamente a lo largo de la novela, la idea que nos hacemos de algo en la adolescencia, en este caso del amor, suele estar más idealizada o ser más luminosa de lo que es en realidad.


"Quizá no hay nada que dé mayor impresión de la realidad de las cosas exteriores que el modo que cambia de posición con respecto a nosotros una persona por insignificante que sea, antes de haberla conocido y después."


En A la sombra de las muchachas en flor entremezclados con personajes del primer volumen surgen personajes nuevos que influirán claramente en el adolescente como son el marqués de Norpois, Robert Saint-Loup, o Albertine, y al igual que en el primer volumen, aquí Proust divide la novela en varias partes, partes claramente delimitadas.

En la primera parte, Marcel, que ha idealizado a Gilberta Swann, la hija de los Swann desde que la vio en Combray, no es hasta que coincide con ella de nuevo en París paseando por los Campos Elíseos, cuando realmente consigue trabar amistad con ella, y experimentar su primer amor: "Voy de paseo al Bosque solo por la esperanza de verla pasar,". A través de Gilberta, Marcel trabará amistad con sus padres, a quienes conocimos en el primer volumen, unas relaciones sociales sustentadas básicamente en la figura de Odette Swann. En esta primera parte, Proust nos hace ver como Marcel está precisamente en esa etapa en la que va percibiendo las cosas de una forma mucho más realista: la idealización de algunos personajes a los que había idolatrado irán cayendo en saco roto, que es justo una etapa de transición básica en plena adolescencia. Es también en este momento cuando su padre, que hubiera querido que Marcel se dedicara a la carrera diplomática, accede finalmente, gracias a la intervención y a la influencia del marqués de Norpois para que se pueda dedicar a lo que realmente le gusta, la literatura, aunque también es verdad que vemos pocas veces al narrador dedicándose a escribir. A través de Gilberta Swann, Marcel conocerá su primer amor, obsesivo y elusivo, y esto irá enlazado con la figura central de Odette, Swann, su madre como intermediaria de este amor. Por tanto, Marcel tendrá en esta etapa dos referentes femeninos: por una parte la caprichosa Gilberta, y por otra parte, a Madame Swann, su madre.


"...sucede que hace mucho tiempo se desvanecieron los sufrimientos que me hizo pasar Gilberta; pero, en cambio, los sobrevive el placer que siento cada vez que quiero leer en una especie de reloj de sol los minutos que median entre las doce y cuarto y la una en las mañanas de mayo y me veo hablando con la señora de Swann al amparo de su sombrilla, como bajo el reflejo de un cenador de glicinias."


En la segunda parte, el escenario parisino cambia y Proust nos conduce hasta Balbec, en la costa de Normandía, un cambio de escenario inteligente ya que de esta forma el autor introduce personajes nuevos en un espacio en continuo movimiento para el joven Marcel, que pasará el verano en una especie de balneario/hotel en compañía de su abuela. Aquí hará amistad con Robert Saint-Loup, aristócrata, y durante la mayor parte de esta sección del libro, le veremos interactuar con diferentes personajes, huespedes, con artistas como Elsit, pintor, hasta que finalmente conocerá a Albertina, que en sustitucion de Gilberta, se convierte en su otro amor adolescente. Quizá esta sea la parte más activa de este segundo volumen porque es en esta sección donde veremos a Marcel realmente disfrutar del verano rodeado de muchachas “en flor” después de haber pasado un verano más o menos solitario rodeado de personas mucho más mayores que él.


Ella le hacía esperar mucho tiempo sus contestaciones que además no tenían ningún sentido. Así que siempre veía yo a Saint-Loup volver del correo con la frente arrugada, y muchas veces con las manos vacías..."


Aparentemente parece que no pasa nada en este segundo volumen y realmente la mayor parte del tiempo veremos a Marcel interactuando con muchos personajes, a veces intentando escapar y aislándose o en otros momentos buscando, la cercanía de aquellos que le son valiosos,

 "Y a esa minoría que me comprende la busco y a los demás los huyo."

  es básicamente una de las ideas centrales en la obra de Proust porque el joven Marcel aunque se ve obligado a relacionarse y a interactuar, realmente es un joven que disfruta más en soledad,  

"Sus palabras me causaban un sentimiento como de tristeza, y no sabía qué contestar, porque la verdad era que cuando estaba hablando con él, e indudablemente lo mismo me pasaba con los demás, no me era posible sentir esa felicidad que gozaba como cuando estaba yo solo, sin compañía alguna."

 pero así y todo es una novela en muchos momentos divertida, con mucho sentido del humor soterrado, donde seremos testigos de cómo un adolescente, sobreprotegido por su familia y enfermizo, vivirá las distintas etapas por las que la mayoría de los adolescentes pasarán en forma de amistad, aventuras amorosas, inquietudes por un futuro que todavía le resultará lejano... Marcel tiene una relación medio obsesiva con su madre, todavía, y dependiente de su abuela, pero es justo un momento en su vida, en que Proust le allanará el terreno haciéndole vivir experiencias nuevas y diferentes, la mayoría a través del amor juvenil.

 

"porque la mejor parte de nuestra memoria está fuera de nosotros, en una brisa húmeda de lluvia, en el olor a cerrado de un cuarto o en el perfume de una primera llamarada; allí dondequiera que encontremos esa parte de nosotros mismos..."  

 

La mayoria de los personajes que habíamos conocido en el primer volumen, han sufrido un cambio bajo el prisma de Marcel. A través de su percepción, de su mirada, han cambiado y ya la idealización que había tenido de ellos ha desaparecido. Todos han cambiado, pero Marcel también está cambiando y en estos detalles, Proust es implacable a la hora de diseccionar la naturaleza humana, como el tiempo va cambiando nuestra percepción. El mismo Marcel hace continuamente hincapié de hasta qué punto, la percepción que tiene de una misma persona cambia radicalmente de un momento a otro en esta etapa adolescente en continua transición.


Por un instante, todo lo que pude ver de Albertina fue su pelo brillante, y eso era lo único que seguía viendo. Nuestra memoria se parece a esas tiendas que exponen en sus escaparates una fotografía de una persona, y al día siguiente otra distina, pero de la misma persona. Y por lo general la más reciente es la única que recordamos.”


Y me sigue llamando la atención, al igual que me pasó en el primer volumen, como disecciona Proust el tema del amor porque habla de él siempre, como si fuera una enfermedad, con sus síntomas, sus diágnosticos, y al final siempre da a entender que se cura uno de la enfermedad solo cuando se deja de estar enamorado; a lo largo de los dos volumenes hay continuos ejemplos donde vuelve una y otra vez al mismo simil:


"...porque mientras duró su enfermedad amorosa, mitigó sus sufrimientos presentándoselos como imaginarios.""


Proust está continuamente burlándose del snobismo en arte, en las relaciones sociales y sobre todo se burla de uno de los grandes males de ahora y siempre, la hipocresía  así que podríamos decir que en este segundo volumen se ejerce una sátira aun mayor que en el primero porque le da forma real en ese balneario donde se reunen una serie de personajes de las clases altas a pasar un verano casi enterrados en largas conversaciones de salón, desayunos de pose y paseos por la playa. La vida contemplativa de unos seres obsesionados por no dejar entrar en su cerrado mundo a elementos externos y consevar las apariencias.


"Si se estima que soñar un poco es peligroso, lo que cure no habrá de ser soñar menos, sino soñar más, el pleno ensueño."


En definitiva, este segundo volumen de En busca del tiempo perdido es un complemento perfecto para ese primero donde conocímos por primera vez a Marcel, el narrador, y ahora unos pocos años más mayor, no muchos, sigue preguntándose ¿si existen realmente esas personas de las que se creía enamorado o fueron creadas en su mente?? El amor imaginado en la adolescencia es el que persistirá en la memoria, según Proust.


Esta Albertina casi se reducía a una silueta; todo lo superpuesto a ella era de mi cosecha porque así ocurre en el amor: que las aportaciones que proceden de nosotros mismos triunfan sobre las que nos vienen del ser amado. Y esto es cierto aun en los amores más efectivos.”

[...]

Y es que desde mis tiempos de juego en los Campos Eliseos, mi concepción del amor había cambiado mucho, aunque los seres a quienes se consagró mi amor sucesivamente eran casi idénticos. Por una parte la confesión, la declaración de mi cariño a la mujer amada no me parecía ya una de las escenas capitales y necesarias del amor, ni éste una realidad exterior, sino tan solo un placer subjetivo. “

 

 

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