El Príncipe Negro, de Iris Murdoch
⭐⭐⭐⭐
♫♫ ♫ When it's over, The Soft Moon ♫♫ ♫
"El arte dice la única verdad que en definitiva importa. Es la luz por la cual las cosas humanas pueden ser enmendadas. Y más allá del arte no hay, se lo aseguro a ustedes, nada."
Este es el cuarto libro que leo de Iris Murdoch y exceptuando El Unicornio, que es una rareza, los demás que han caído en mis manos, incluyendo El Príncipe Negro, tienen en común que son mucho más complejos de lo que parecen a simple vista en el sentido de que Iris Murdoch establece una especie de juego o divertimento, no sé si con ella misma o dirigido al lector, profundizando continuamente en el registro de sus personajes. Por ejemplo, en esta novela que nos ocupa, narrada en primera persona, a la larga vamos descubriendo que su protagonista, Bradley, es un narrador que no resulta para nada de fiar, su percepción de lo que nos va contando por muy seguro que se muestre, llegado un punto nos hace desconfiar de que sea veraz. Teniendo en cuenta que la mayor parte de la novela está narrada en primera persona, solo tendremos la perspectiva de Bradley y aunque nos vaya creando alguna duda o desconfianza, es tanta la información que nos va relatando, tan intensas sus reflexiones y cómo ve al resto de los personajes, que apenas seremos conscientes de que esa perspectiva tan cerrada, pudiera ser producto de sus fantasías. La narración en primera persona por Bradley formará parte de la estructura fundamental de la novela, luego tendremos una serie de epílogos narrados por otros personajes, que ampliará nuestra perspectiva de la historia tanto que llegaremos a dudar de ese relato en primera persona de parte de Bradley, pero llegado un punto también desconfiaremos de estos nuevos puntos de vista…, hay tantos giros, tanta fragmentación, tantos intereses ocultos por parte de estos personajes, que el lector se preguntará donde está la verdad de lo que ha leído.
"Pero existe una hostilidad natural, tribal, entre las personas casadas y las solteras. No soporto las exhibiciones, a menudo instintivas, que hacen las personas casadas a fin de insinuar no solo que son más afortunadas, sino en cierto aspecto más morales que tú. "
El Príncipe negro está dividida en dos partes con un ritmo bastante diferenciado entre la primera y la seguna parte.
En la primera parte y como es ya normal en las novelas de Doña Iris, se nos presentan varios personajes que van entrando y saliendo de escena, en un único escenario o dos. Bradley Pearson que ha sido Inspector de Impuestos y está retirado, se considera un escritor mayúsculo obsesionado por retirarse al campo y escribir su obra maestra. Sin embargo desde el momento en que comenzamos la novela, todas las excusas serán válidas para retrasar esa salida al campo y entretenerse en cuestiones domésticas... Por una parte, Arnold Baffin escritor de éxito, su protegido, reclama su atención continuamente. Rachel, la esposa de Arnold, también reclama continuamente la atención de Bradley y le hace ver que se siente atraída por él. Entra también en escena Christian, la ex mujer de Brad de la que huye continuamente, también Frances, su cuñado y finalmente Julian, la hija veinteañera de Arnold y Rachel. Cinco o seis personajes entre los que parece que no ocurre nada, con una trama ausente y sin embargo, personajes, giros, conversaciones y cartas. Bradley se pasa esta primera parte huyendo de algunos personajes y encontrándose con otros; es egocéntrico, algo pedante y en ningún momento parece que se interese por nadie más que por sí mismo.
”Pero no hay lenguaje con el que expresar la verdad sobre nosotros, Julián."
- En la segunda parte hay ya un cambio de ritmo y casi de escenario. Bradley se enamora y eso le hace suavizarse y crear una empatía hacia los demás que hasta ahora había brillado por su ausencia. Una historia de amor que pasará por todas las etapas por los que puede pasar el amor a la velocidad de la luz. Se podría decir que llegado a este punto, Iris Murdoch ha encontrado la gran temática en torno a la cual girará la novela: el amor en todo el sentido de la palabra.
"-El amor es una suerte de certeza, acaso la única
- Es un estado de ánimo."
El Príncipe Negro es una novela extraña porque el lector va pisando continuamente terreno inseguro. Cuando en un principio parecía ser una novela satírica en torno a los conceptos de arte donde la Murdoch establece la diferencia entre el arte más comercial reflejado en Arnold frente a literatura más pura dura que viene de parte Bradley (aunque en ningún momento veamos a Brad escribiendo ni siquiera sabremos qué libros ha escrito) poco a poco se va convirtiendo en otra cosa y de repente se convierte en una novela romántica en torno al concepto del amor y de sus registros que van desde el amor ideal pasando por los celos y la desconfianza y el abandono.
"Quizá el mundo pueda ser fundamentalmente descrito como un lugar de sufrimiento. El hombre es un animal que sufre, sujeto a persistente angustia, dolor y temor, sujeto a la regla de lo que los budistas llaman dukha, la infinita e insatisfecha ansiedad de un ser que desea apasionadamente bienes ilusorios. Todos sufrimos, pero sufrimos de manera distinta."
Los personajes de Iris Murdoch no dejan de ser caricaturas y no deja títere con cabeza en ese aspecto, creo que no se salva ninguno en el retrato que hace de ellos. Iris Murdoch por otra parte construye una novela cuyo eje central será Hamlet en el sentido de que las pistas y la simbología que pueden dar algo de luz a estos giros continuos, provendrán precisamene de ahí en su reflexión de la homosexualidad, el arte y el amor. Y a pesar del sentido del humor, del ritmo, de los giros continuos, de los enredos que pudiera parecer que estamos dentro de un vaudeville, nada más lejos: la prosa de Iris Murdoch es el punto clave que marcará el ritmo fluido a través de una simbología siempre presente ya sean las marcada por unas botas púrpuras o por una estatua de bronce.
"Soy, lo confieso, un escritor de cartas obsesivo y supersticioso. Cuando me siento preocupado prefiero escribir una larga misiva que hacer una llamada telefónica. Tal vez ello se deba a que atribuyo un poder mágico a las cartas. Expresar algo por carta, pienso a menudo de modo irracional, equivale a hacerlo realidad."
[...]
"Una carta es una barrera, una remisión, un sortilegio contra el mundo, un método casi infalible de actuar a distancia. Es una manera de pedir al tiempo que se detenga."
[...]
"Qué peligrosos instrumentos son las cartas. Una carta puede ser infinitamente releida y reinterpretada, estimula la imaginación y la fantasía, persiste, es un testimonio candente."
Y quizás uno de los puntos clave de esta novela se revele en la simbología de las cartas. En muchos momentos, sus personajes se comunican a través de cartas y puede que sea el único momento durante la novela, en que se expresen con sinceridad, sin subterfugios, usando estas epístolas como el único momento en que se desnuden para revelar ciertos secretos, ciertos secretos que se ven incapaces de desvelar a la luz del día. En definitiva, una novela magnífica de una autora que puede absorber mucho, Doña Iris es intensa como ella sola. Sus personajes pueden resultar caricaturescos e hipermegaexagerados en su comportamiento pero no dejan de ser una herramienta necesaria a través de los cuales la autora reflexione sobre sus cuestiones filosóficas de siempre, sobre el arte sobre todo y en este caso concreto, sobre el amor. Al concluir una novela de Iris Murdoch siempre me pregunto si esta mujer, que tantas páginas le dedica al amor en todas sus fases, realmente creía en él o era una gran cínica que abjuraba de él. Sigo sin encontrar la respuesta tras la cuarta de sus novelas leída, pero seguiré leyéndola por si en algún momento Iris Murdoch me lo desvela.
La traducción es de Camilla Batlles.
"Es un hecho extraño que las barreras que preservan los grados de intimidad son inmensamente resistentes y, sin embargo, pueden ser vencidas por el más leve roce. El mundo puede cambiar para siempre con solo tomarle a alguien la mano de una determinada manera, con solo mirarle a los ojos de una determinada manera. "
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