Stella Maris (The Passenger #2), de Cormac McCarthy
⭐⭐⭐⭐
♫♫ ♫ Strange things will happen, The Radio Dept. ♫♫ ♫
"Yo diría que solo se puede ser feliz hasta un punto. En cambio, la tristeza parece ser un pozo sin fondo, cada nuevo infortunio un estado hasta ese momento inimaginable. Y uno intuye que solo puede ir a peor."
Stella Maris es la novela hermanada con El Pasajero y tal como comenté en la reseña anterior no se puede considerar una segunda parte, ni siquiera una precuela,… pero aunque no sea así ¿hasta qué punto podría existir independientemente del Pasajero?? Por libre, Stella Maris sería una novela curiosa, una rara avis dentro de la obra de McCarthy, nada más, pero como complemento a El Pasajero ya es otra cosa, una obra algo más compleja de lo que parece a priori así que vista en perspectiva es casi imposible pensar en Stella Maris como novela independiente. Una vez concluida, hay que volver al Prólogo del Pasajero porque están enlazadas en ese sentido como si de un cordón umbilical invisible se tratara, y porque ese Prólogo adquiere ya todo el sentido porque venimos de conocer a Alicia.
"Qué le parece: ¿Merecemos existir? ¿Quién ha dicho que sea un privilegio? La alternativa a estar aquí es no estar aquí. Pero volvemos a lo de antes, en el fondo eso significa no estar aquí en absoluto. No puedes haber estado aquí. Nunca. "
Si venimos de leer El Pasajero, tendremos una visión general de lo que nos espera en Stella Maris porque sabemos que va a profundizar en Alicia Western, un personaje que durante esta primera novela es un fantasma que acosa a su hermano Bobby. Stella Maris es un hospital psiquiátrico donde Alicia se refugia un año antes de su muerte, en 1972. Alicia tiene veinte años, está diagnosticada de esquizofrenia paranoide y nunca ha vivido en paz. Por el Pasajero ya sabemos que Alicia es un genio de las matemáticas, niña precoz en todos los sentidos, brillante y eternamente desesperanzada. La sorpresa quizás esté en cómo decide McCarthy plantear la estructura en esta novela porque cubre siete conversaciones de Alicia con su psiquiatra, el Dr. Cohen, con una narrativa prácticamente inexistente, solo compuesta de diálogos puros y duros donde el psiquiatra pregunta, siempre perdido ante el bombardeo continuo de la información que despliega Alicia. Las conversaciones derivan desde sus alucinaciones y los personajes que crea su mente pasando por sus reflexiones en torno a filosofía, matemáticas y todas las cuestiones que parece que preocupan a McCarthy y que aquí a través del personaje de Alicia, le sirven como pretexto para este despliegue de información. En este aspecto, Stella Maris parece una novela mucho más experimental y extraña que El Pasajero, especialmente por la confrontación continua entre los límites entre realidad y conciencia humana, un tema que a McCarthy parece obsesionar y que explora a través del personaje de Alicia.
“No tengo claro cuál es tu punto de vista.
No tengo de eso. Antes sí. Pero ya no. Aunque debo decir, una vez más, que el solipsismo siempre me ha parecido una postura fuera de discusión.”
Alicia se declara en varios momentos durante sus conversaciones con el Dr. Cohen como una solipsista sin remedio, que es una doctrina filosófica que sostiene que solo existimos a través de nuestro propio Yo, y fuera de nosotros mismos, todo lo demás existe únicamente en nuestra mente. La única realidad radica en nuestra conciencia, así que todo lo que nos rodea, no viene a ser otra cosa que el producto de nuestra imaginación o una puesta en escena que montamos nosotros mismos. La mente y el propio Yo es lo que cuenta de verdad. Todos los problemas del mundo serían entonces una cuestión espiritual y aquí los sueños juegan un papel importantísimo tal y como lo fueron en El Pasajero. Una cuestión interesante que McCarthy desarrolla a través de Alicia Western porque el lector que viene de la lectura de El Pasajero, y que quiere de alguna forma, terminar de encajar las piezas que quedaron sueltas, pronto se da cuenta de que va a ser difícil resolver el misterio dado que Alicia, mente brillante, también es una manipuladora nata, que juega continuamente con esta percepción de la realidad. Y durante estas conversaciones, cuando el psiquiatra quiere indagar sobre todo en el amor obsesivo que Alicia sentía por su hermano, es cuando se hace evidente que este es un tema del que no solo no le gusta hablar, sino que cuando lo aborda, lo hace desde una percepción tan íntima y personal que resulta casi imposible concretar hasta QUÉ punto no solo esté manipulando a su psiquiatra, sino al mismo lector a través de él.
"Me venían a la cabeza estas palabras: Qué gran obra es un hombre. Y recuerdo que dije ¿Qué somos? Alli sentada en la cama sosteniendo el Amati, que era tan bello que casi no te lo podías creer. Era la cosa más bella que había visto nunca y no podía comprender como un objeto así podía siquiera ser real.”
Stella Maris es, pues, una novela formada principalmente por reflexiones filosóficas y es cierto que hubo momentos en los que pensé que toda ella era una excusa para que McCarthy nos colara su visión del mundo (pesimista como ninguna), sumados a todos estos conocimientos filosóficos y científicos que parecen obsesionarle desde hace años, pero también es verdad que hay momentos a flor de piel como cuando por ejemplo, Alicia deja entrever retazos más personales, su relación con la música o los detalles relacionados con ese amor que sentía por su hermano llegando a querer abjurar en algún momento de sus lazos de sangre.
"Porque sabía lo que mi hermano ignoraba. Que bajo la superficie del mundo había un apenas disimulado horror y siempre lo había habido. Que bajo el meollo de la realidad subyace un profundo y eterno demonium. Esto lo entienden todas las religiones."
En Stella Maris, Bobby es un fantasma, es un muerto en vida por un accidente que le ha sumido en un coma profundo y aunque ella no hable mucho de él, está continuamente presente. En el Pasajero ocurría lo mismo pero al revés, ahí el fantasma lo era Alicia. Stella Maris se complemente perfectamente con El Pasajero, aunque narrativamente hablando no tengan nada que ver. En Stella Maris, McCarthy despoja completamente la narración de cualquier adorno y prácticamente la convierte en un desierto estilístico. Una novela curiosa que refleja sin embargo, sin ninguna duda que Cormac McCarthy sigue siendo un pesimista sin remedio.
"Si tuvieras que decir algo tajante sobre el mundo en una
sola frase, ¿qué frase sería?
Esta: El mundo no ha creado una
sola cosa viva que no tenga intención de destruir."
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