La colonia, de Audrey Magee



⭐⭐⭐⭐

♫♫♫  Extreme ways - Moby  ♫♫♫ 

 

 

En invierno no me alejo demasiado. Bajo a la ensenada, a la playa.

Siempre buscando.

Siempre.

¿Cuándo dejarás de hacerlo?

Cuando lo encuentre. O algún rastro de él.”


Tiene esta novela de Audrey Magee un elemento raro, diferente, que me ha hecho conectar de una forma muy especial con ella. El secreto está en cómo escribe esta autora o en la estructura que decide usar aquí, no sé bien pero cambia los registros dependiendo de las voces que nos estén hablando en este momento, pero también es capaz de metamorfosearse a medida que avanza cambiando los puntos de vista en el mismo párrafo o incluso en la misma frase…, pasa de los diálogos minimalistas y concisos, a monólogos internos o flujos de conciencia que se adaptan perfectamente al personaje en cuestión, o en medio de un párrafo cuela un extracto que yo consideraría pura poesía. A estas alturas, es difícil que un autor consiga sorprenderme con algo nuevo, y sin embargo, sí que me interesa el universo estilístico que es capaz de crear aquí Audrey Magee. Es una prosa totalmente fragmentada aunque la historia no lo sea tanto. Va cambiando de una voz a otra sin que aparentemente parezca que haya una ruptura entre estos estos cambios de registro porque el lector casi que no se da cuenta, funciona todo como un conjunto muy bien estructurado que podría revelar esta novela como una alegoría de un mundo que se extingue a través sobre todo de una lengua también a punto de extinguirse. Es casi imposible vivir aislado, parece querer gritar a los cuatro vientos Audrey Magee, la presión social es demasiado violenta, los factores externos demasiado dolorosos e invasivos… y aquí es donde nace una historia sobre el dolor que trae consigo ser colonizado/invadido. El invasor y el invadido están aquí continuamente presentes en una suerte de escenas del día a día que aparentemente no parecen traumáticas, pero entre lineas se irá reafirmando que el que el que invade será como un virus que dejará secuelas ya para siempre o incluso será capaz de extinguir a la otra parte.


Ha estado dibujando a los isleños.
Sí. Yendo a misa.
Dijo que no los dibujaría.
¿Ah,sí? Lo había olvidado.
No le ha llevado mucho tiempo, señor Lloyd.
¿El qué?
Olvidar.”


Lloyd, un pintor inglés que persigue salir de su anonimato, llega a una isla irlandesa totalmente aislada para pintar los acantilados. Ejerce una soberbia disfrazada de condescendencia y aunque en un principio prometió inmortalizar solo los acantilados, serán los isleños los que más le llamarán la atención. Aquí ya incide la autora en que es muy fácil invadir sin respetar, lo vemos incluso en nuestro día a día, estamos siendo colonizados masivamente continuamente... El exotismo y el aislamiento de esta isla todavía con un resto de pureza le servirá como excusa para que sus pinturas se parezcan a lo que en su momento hizo Gaughin cuando llegó a Tahiti, colorido y mujeres. La privacidad buscada por los isleños en ningún momento será respetada por Lloyd porque además paga bien, así que tendrá todo el derecho del mundo a inmortalizarlos en sus pinturas. A la isla llegará también otro factor externo desestabilizador, Masson, un lingüista que lleva varios años acudiendo en verano a la isla para estudiar la lengua gaélica local a punto de extinguirse. Aunque Masson es bastante más amigable y empático que el inglés, realmente, también está en la isla por lo mismo, sus intereses primarán por encima de todo, su objetivo está en que esta lengua no se vea influenciada por la llegada del inglés, él querrá protegerla más que por preservarla, por propios interes personales: Solo tiene que resistirse a su influencia, resistirse a sus incursiones dos meses y medio más. Entonces habré terminado. Un libro, un doctorado y un puesto de profesor.


"Dibujó a los isleños, la ensenada, el barco del correo, el mar, y luego a Mairéad, con un pañuelo verde reluciente en el pelo, la tela cayéndole entre las ondas cobrizas, y luego a sí mismo, dibujándose a sí mismo dibujándolos a ellos.
autorretrato: con los isleños y el barco del correo en la ensenada
autorretrato: compañia sin compromiso
autorretrato: satisfacción."


El francés y el inglés en una isla irlandesa que cada uno por su lado consideraban egoístamente suyas por puros intereses personales se convierte en el catalizador desestabilizador que perturbará la tranquilidad de los pocos habitantes de la isla. La familia Gillan representará en la novela el pequeño núcleo familiar que se verá perturbado por los dos visitantes. La matriarca de 92 años, no habla nada de inglés. Su nieta Mairéad hace como que no lo entiende, pero por supervivencia, se defiende y será el joven de la familia, su hijo James, el que será totalmente bilingüe. Una isla que vive solo de la pesca y en la que los tres hombres de la familia desaparecieron en un accidente de pesca: el padre, hermano y marido de Mairéad, tragados por el mar. El único hombre de la familia, el adolescente James, sufrirá la presión de su entorno para que continué el linaje de los desaparecidos, el sustento para las mujeres de la familia. James sin embargo será el primero que se verá influido por la llegada de los forasteros. Conocer a Lloyd el pintor, le hará darse cuenta que tiene un ojo innato para captar la vida a través del arte. Este estudio que hace Audrey Magee de una familia en declive, desestabilizada por unos factores externos que pueden llevarla a la extinción, es quizás uno de los puntos más interesantes de esta novela. Y el personaje de Mairéad, la viuda, convertida en el centro neurálgico de los intereses externos, que desde que su marido desapareció en el mar, vive todavía esperando que aparezca en algún momento, es el punto clave en esta novela. Mairéad es el personaje de transición, tiene un pie en la isla, pero hubo un momento de su vida, que hubiera podido tener un pie fuera, antes de que su marido desapareciera, ya que él le prometió una vida de libertad fuera de los confines de la isla. Mairéad y al igual que el resto de las mujeres que se pasaban el tiempo tejiendo, no eran del todo conscientes de que sus hombres se hundirían en las aguas bajo el peso de esta lana que tejían.


"En un tranquilo día de otoño. Lastrados por el peso de la lana. Por la densidad de la labor. Por la densidad de mi labor. Mi amado, ahogándose en mi labor, ahogándose en mi labor inglesa.

¿Queda algo o has desaparecido por completo? ¿Devorado? ¿Atomizado? Diluido y disperso. Llevado a un oceáno a otro. Partículas diminutas de ti viajando por todo el mundo. Mi marido en Australia, en África, en Sudáfrica, recorriendo el mundo sin mi."


La Colonia reflexiona desde la primera página lo que supone el encuentro entre invasores e invadidos, en este caso representados por unos isleños, que durante un único verano serán la representación de este microcosmos colonial y los efectos dolorosos que esta invasión dejará en ellos, sobre todo en el más joven, el más vulnerable, el adolescente. Tanto Lloyd, el pintor, como Masson, el lingüistica, se creen salvadores de un mundo que creen que sin ellos no podría sobrevivir, sin embargo una vez sacada tajada, ya no les importará que este mundo pueda sobrevivir o no. Audrey Magee describe muy bien la interminable red de esta estructura colonial: el pirateo no solo de propiedades e incluso de personas, sino la apropiación cultural, las tradiciones, en suma, la rotura total del equilibrio y el status quo que hasta la llegada de los invasores se había sostenido.


"Esta sencillez no es para mucha gente. Dicen que se aburren, pero yo los he observado. No es aburrimiento. Es miedo. Esa aridez y esa pureza los asusta. Los lleva a embozarse en horarios, facturas,, vacaciones y casas, en sofás, encimeras de cocina y cortinas, una vida de compras y posesiones que enmascare la aridez de la existencia. Que oculte su dureza. Que la haga más soportable. Tolerable. Pero ¿lo consigue?, me pregunto."


Audrey Magee consigue aunar aquí muchos temas con la excusa del vampirismo de los más fuertes sobre la minoría. El caso es que para mí lo más atrayente se encuentre  en esta poesía que la autora es capaz de hacer fluir cuando menos lo espera el lector. El diálogo interno de Mairéad es quizás lo más atractivo de esta novela, porque aquí la autora también toca el punto de la mujer en el centro de los intereses coloniales y sociales y uno de los puntos será a través de la critica sobre cómo el arte ha manejado a las mujeres durante siglos, es fascinante Una mujer hermosa en el centro. Todo lo demás, esparcido alrededor. Cuadro listo. Hecho. Es lo que hacen todos. Desde hace siglos.” Mairéad, que parece un satélite que se mueve entre hombres es mucho más lista de lo que aparenta, es una superviviente nata que sobrevive gracias a su mundo interior. Una novela con uno de esos finales donde el menos es más, la hará todavía más impactante. Audry Magee no juzga, expone con un punto de humor, con sutilidad, con una fínisma ironía. 

Traducción de Inga Fellisa.


En otros sitios, en sitios con árboles y abrigo, la sordidez de la vida es más fácil de disfrazar, es más fácil vestirla como algo más elaborado de lo que es. Los veo, aun hoy, ¿sabes?, aquí en la isla, cruzando el mar de aquí para allá, creyendo que será mejor al otro lado y descubriendo que echan de menos esto. Pero solo pueden regresar triunfantes, volver con algo que nadie más tenga: un sombrero nuevo, unos zapatos mejores, una panza más grande, un par de botas de agua.

¿Y para qué? Si es para asegurarse de tener comida y un techo, sí, lo entiendo. Pero lo que hay en gran parte es esta búsqueda de afirmación en un mundo que afirma poco, si es que afirma algo. Como si algún título le pudiera confirmar a uno quién es. Como si alguna casa o algún coche pudiera dar fe de su valía. Los hombres creen que eso atrae a las mujeres, supongo, pero ¿qué clase de hombres son esos? ¿Y qué clase de mujeres son esas?”

 

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