El caso Maurizius, de Jakob Wassermann

 


 

⭐⭐⭐⭐⭐

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¿Qué sentido tiene clamar por la justicia cuando la realidad que nos rodea nos recuerda de forma constante, con un desprecio insolente, que vivimos del fruto de la injusticia? Cada bocado de pan que me llevo a la boca, cada marco que gano, cada par de zapatos que calzo, es el resultado del intrincado sistema de violación de los derechos y de injusticia.”


Mientras leía esta lúcida novela no me podía creer, no solo que Jakob Wassermann no fuera más conocido, sino que no lo fuera precisamente esta novela que yo encuadraría dentro de estas obras universales en las que se define con sutil clarividencia el terrible conflicto de una sociedad en plena decadencia tras la Gran Guerra y que además vaticinaba el horror en el que se iba a sumergir Europa pocos años después. Jakob Wassermann fue un judío austriaco nacido en Alemania en los que sus últimos años confirmaron todos los vaticinios que había volcado en sus escritos. En 1933, cuando Hitler se convirtió en Canciller, Wassermann publicó un ensayo denunciando el antisemitismo alemán, poco antes había renunciado a la Academía de las Artes de Prusía sin darles la opción a la expulsión. La gente a su alrededor le empezó a hacer el vacío, sus libros fueron prohibidos y muere en 1934, pocos años antes de ser testigo real de lo que  había vaticinado.


"Tal vez esa persona diría incluso que fue fruto de mi imaginación y que no era real. Y si un escéptico empedernido refutara  todos mis argumentos es posible que yo mismo acabara convencido de que esa relación no fue más que un sueño. ¿No ocurre eso con todas nuestras experiencias? Al cabo de cierto tiempo se convierten en sueños: el yo que vivió esa experiencia no es el yo que la recuerda."


El caso Maurizius fue publicada en 1928, y como el resto de su obra, fue destruida y borrada del mapa cinco años después. Ha costado años y poco a poco se le está rescatando aunque creo que por lo menos esta novela debería estar en la lista de las mejores novelas universales y va ya con retraso. En El Caso Maurizius el tronco base es la justicia y plantea continuamente al lector cuestiones, que igual no siempre nos hemos parado a pensar, y sin embargo, la narrativa de Wassermann es tan fluida, la exposición de los temas clave tan candentes e igualmente vigentes hoy en día, que realmente el lector se tiene que parar y analizar muchos dilemas morales que van surgiendo. ¿Hasta qué punto un acto define a una persona? ¿Qué es realmente la justicia? ¿Existe el peligro a la hora de impartirla de confundirla con el deseo de venganza? ¿Y qué ponemos sobre la mesa al impartirla, la vida de una persona, un principio, o la protección a una sociedad? ¿Dónde se encuentra ese punto a la hora de traducir o interpretar el concepto de justicia en leyes y procedimientos?


Desde que el mundo es mundo ¿ha existido algun motivo justo para iniciar una guerra? ¿Ha habido alguna vez un general que haya llevado a cabo sus batallas guiado por el amor a la justicia? ¿Se ha pedido cuentas alguna vez a algunos de los célebres conquistadores o a los genocídas excepto cuando fracasan en sus propósitos? Le recomiendo que reflexione sobre la estrecha relación, por no decir parentesco entre los términos justicia y venganza ¿Cuándo y dónde en la historia se han creado imperios, fundado religiones, construido ciudades, expandido civilizaciones con ayuda de la justicia? ¿Conoce un solo caso? Yo no conozco ninguno. ¿Dónde está la picota en la que se hará expiar el exterminio de diez millones de indígenas, la intoxicación con opio de cien millones de chinos, la esclavitud de trescientos millones de hindúes? ¿Quién detuvo los navíos cargados de negros que entre los siglos XVI y XIX atravesaron el océano desde África hasta América en largas caravanas’ ¿Dónde se mueve el dedo por los cientos de miles de hombres que se matan en las minas de cobre en Brasil? ¿Dónde está el juez que se encargue de condenar los pogromos en Ucrania’ ¿Quiere que siga? Ejemplos no me faltan.”


Wassermann construye esta obra básicamente en torno a dos personajes principales, el enfrentamiento entre el fiscal de estado Wolf von Andergast y su hijo Etzel de dieciséis años, es además creo que una buena base porque de esta forma, el autor nos hace asumir la piel de Etzel a la hora de poder entender estos intricados conceptos en torno a la justicia. La fuerza de la historia radica precisamente en lo bien que Wassermann nos va preparando y construyendo los retratos psicológicos de padre e hijo, totalmente opuestos: un padre rígido, conservador y que apenas se cuestiona la justicia que imparte con mano firme, y un hijo que no puede llegar a entender que la justicia sea un concepto tan amplio que llegado un punto, pueda convertirse en injusticia. La forma en que el autor nos sumerge en la personalidad de Etzel es totalmente envolvente y lo será a través de cómo lo ven los demás como nos iremos haciendo una idea de la obsesiva idea que tiene Etzel de las injusticia.


"Así que se puso a explicarle que Etzel era de una transparencia cristalina. No se trataba de transparencia en el sentido corriente del término, no era lo que se denomina normalmente un chico extrovertido. Extrovertido no lo era en absoluto, aunque tampoco es que fuera introvertido, era más bien que estaba encerrado en una vaina que tenía muchas capas. La transparencia de la que hablaba Camill Raff estaba relacionada con la moral, con la claridad que se desprende de ella. (...) Etzel tiene el don de ser lo que es, no trata de aparentar lo que querría ser.”



"Una ficción con la que uno ha decidido vivir es un tirano que se niega a ver y oír." El conflicto de la historia comienza precisamente cuando Etzel descubre que su padre puede ser el causante de un error judicial veinte años atrás. Un caso, el de Maurizius que levantó en su momento mucha pólvora y debate en la calle y un hombre, Maurizius, que fue condenado a cadena perpetua cuando realmente no había pruebas en contra. Su padre a partir de ese momento despegó en su carrera. Cuando Etzel enfrenta a su padre, el fiscal, sobre la cuestión éste es incapaz de contraargumentar sobre una sentencia de veinte años antes, y Etzel huye de la casa familiar para encontrar la verdad por su cuenta. Será una huida traumática no solo para el hijo sino para el padre porque su propio hijo le está obligando a hacer su propia introspección sobre el caso. A partir del momento de la huida de Etzel, la novela se divide en dos tramas paralelas: la de Etzel que en su ingenuo idealismo se decide ir a la búsqueda de la verdad y desentrañar el misterio, y la del padre, que por su parte, decide desenterrar el caso por su propia cuenta. "Me gustaría saber cómo son los jóvenes de dieciséis años hoy en día.  Es una edad trágica. La gran linea divisoria de la vida. En numerosas ocasiones todo un futuro depende de un solo acontecimiento. Pasan años, se ha olvidado, y de pronto surge, y uno ve que ha sido llevado por una determinada vida." Va a ser una etapa definitiva en la vida de Etzel, completamente desprotegido por su clase y haciéndose llamar Edgar Mohl, asume como un deber su búsqueda de justicia porque está convencido de que hay un inocente en una cárcel por un error judicial, así que se sumerge en un mundo hasta ahora totalmente desconocido para él, el de las calles, en un intento por encontrar a los testigos que vivieron el caso Maurizius de cerca.


"No confío mucho en las palabras; me interesan mucho más las personas, siempre y cuando lo sean de verdad."


El gran talento de Jakob Wassermann está quizás en como extrapola lo que puede ser un caso judicial y lo convierte en una novela iniciática, no solo para el hijo adolescente sino sobre todo por su padre: Sin embargo piensa que hoy en día prácticamente todo hombre que se acerca a los cincuenta está destrozado a causa del fracaso de su proyecto de vida. Desgraciadamente, yo no soy una excepción.” La misma vida de ambos se entremezcla con estos conceptos de justicia casi abstractos y el autor a través de este cisma familiar, nos hace accesible un tema que podría habernos sonado muy distante."En algunos hogares burgueses hace ya generaciones que la ternura ha desaparecido. Hace falta un corazón excepcional para que la carencia no se convierte en sed de venganza. Sin embargo, los corazones de esa índole son pocos comunes." El hijo del barón Von Andergast, Etzel, ha tenido una infancia protegida pero siempre ha sentido una ira escondida hacia su padre por haberlo separado de su madre desde su infancia. La rigidez y el control que Von Andergast ejerce en los tribunales también lo ejerce en su vida familiar, así que se puede decir que el momento en que Etzel descubre este posible error judicial, la ira soterrada por su padre, se convierte en un deseo de venganza también soterrado bajo la excusa de su búsqueda de la verdad. Estos son los conceptos que maneja tan bien Wassermann, y es situar al lector precisamente en la base del problema creando dilemas con los que fácilmente se puede identificar para dar en la llaga de una herida que le interesa exponer: poder, control, venganza, abuso de poder, intereses creados, todo es un batiburrillo entremezclado bajo el manto del concepto de justicia, aunque Etzel todavía sea demasiado joven para entender esta infinta gama de grises.


- Hasta que cumplí veinte años yo era una persona libre; el día de la boda se me condenó a vivir en clausura. La maternidad te llega inesperadamente, de acuerdo con el derecho y con la ley ¿En qué consistía mi vida? ¿En qué consistía mi matrimonio? El hombre, compuesto híbrido de sexo y profesión, ser sensual por las noches y magistrado durante el día, en una mezcla que se iba enturbiando a medida que la costumbre le daba mayor seguridad en sí mismo, no tenía un corazón lo suficientemente humano como para querer saber por qué la pobre criatura que marchitaba a su lado siempre guardaba silencio, a lo sumo decía sí o no, era dulce y sumisa, vestía bien y en todo lo demás, era poco que aun animal de compañía. Él era el señor, el esposo, el padre, el sostén, y se ceñía a su papel escrupulosa y concienzudamente, de acuerdo con el derecho y la ley.”


 Jakob Wassermann es un maestro de la profundidad psicológica, de adentrarnos en sus personajes y aunque aquí los personajes masculinos son aparentemente los más relevantes porque realmente era un mundo de hombres del que nos está hablando, no es menos cierto que hay varios personajes femeninos absolutamente apabullantes, y no por no convertirlas en protagonistas no se puede decir que no sean esenciales. Es en estas escenas donde Wassermann ubica perfectamente el papel de la mujer de la época, como es el caso de Sophia, la madre de Etzel, apartada y excluida por un hecho del pasado y dónde de nuevo surge el conflicto de ¿hasta qué punto una persona deba ser castigada toda una vida y excluida de su entorno por un determinado hecho o impulso? En este aspecto, Wassermann crea similes en la vida personal, familiar, en el entorno de Etzel para extrapolarlo al caso Maurizius: son conceptos que entenderemos perfectamente y que nos ayudarán a penetrar en la realidad de estos personajes perfectamente esbozados.  

 

"¿Hasta qué punto la persona real responderá a la imagen que me he hecho de él? ¿En qué estado de ánimo abandonaré está casa después de haberlo visto, de haber escuchado su voz y sus palabras? ¿Qué dirá o hará, cómo mirará o hablará?  ¿Qué debería ocurrir para que siga conservando el lugar que ocupa en mi vida?, se preguntaba Etzel.”


El caso Maurizius es una novela que me ha absorbido y encandilado porque está llena de compartimentos que se van abriendo y van planteando cuestiones universales con las que nos sentiremos identificados. Absolutamente universal y clásica porque está vigente y se puede considerar que incluso muy moderna en cómo plantea temas que pudieran haber sido escritos hoy en día. Todos y cada uno de los personajes secundarios podrían ser los protagonistas de otra novela, e independientemente del misterio que quiere resolver Etzel, el mismo que vuelve a desempolvar su padre, Wassermann va mucho más allá y no cree que el mundo pueda reformarse, sentencia que no podemos mejorar nada a través de la justicia y que el individuo es demasiado pequeño para poder influir en ella, sino que lo más fácil es que una vez puesto en marcha el mecanismo, es imparable y el individuo se deja llevar. “Existe la amenaza de que se derrumbe el edificio entero que  llevamos erigiendo desde hace 2000 años. Está surgiendo un profundo y enfermizo deseo de destrucción en las partes más sensibles de la humanidad.  Si no se consigue dominarlo,  y temo que sea demasiado tarde para ello, en los próximos 50 años llevará a un cataclismo mayor que todas las guerras y todas las revoluciones que han tenido lugar hasta ahora. Resulta extraño que la destrucción a menudo provenga de quienes se consideran los guardianes de los bienes más sagrados.” Una novela fascinante cuyo bestial final la hace todavía más grande.

La traducción es de Carmen de Miguel y Jorge Seca.


"Durante la guerra había vivido en una Suiza caótica y en llamas, en pensiones baratas, entre personas corrientes, y supo no llamar la atención para no despertar una amistosa curiosidad que la habría importunado.

Le costó horrores habituarse a la soledad pese a no poder soportar ninguna compañía. Aunque sus intereses intelectuales eran diversos y su deseo de vivir inquebrantable, su corazón estaba en un sentido vacío, la existencia que llevaba estaba desprovista de alegría; sabía reírse y divertirse, pero solo en compañía de personas que le resultaban indiferentes;  en el momento en que alguien, hombre o mujer, buscaba mayor familiaridad, ella cambiaba de actitud y se desvinculaba sin miramientos. "Ya no era capaz de creer seriamente en nada, su relación con el mundo se había malogrado."

 

 

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