Maniquí, de Choe Yun
“El primer día pasa muy rápido. Nadie la reconoce. Sabe que se reconoce a la gente según la hora. Y además sabe que hay maneras especiales de evitar que la gente la reconozca…”
Buceando en los Dalkey Archives, y en su serie editada sobre literatura coreana, me encuentro con esta novela de una autora muy invisible por lo menos en España, Choe Yun. Me ha llamado la atención sobre todo el hecho de que no sea más conocida pero igual se le pondrá remedio a esta invisibilidad suya ahora que le han dado el Nobel a otra autora coreana. Lo interesante de una novela como Maniquí es la forma en que esta autora aborda a su personaje, Jina Yi, una modelo, que prácticamente vive de cara a la galería desde muy pequeña, expuesta continuamente al ojo público y controlada por una familia de la que es el único sustento: Yun usa a este personaje como excusa para reflexionar sobre el concepto de belleza y sobre todo, la convierte en una especie de estandarte (invisible) en torno al cual girarán el resto de personajes de esta novela y digo lo de invisible porque Jina Yi, a la que llaman Jini, una vez que escapa de esta vida pública, desaparece del mapa para todo el mundo. Convierte la invisibilidad en su bandera...
“Todavía está en la habitación, pero ya no me pertenece. Nunca le ha pertenecido. En este mundo no hay nada que le pertenezca. Nunca ha sido ella misma. No entiende las relaciones familiares. A veces piensa que es muy raro estar relacionada tan íntima e intensamente con esta gente.”
Jini tiene diecisiete años cuando decide escaparse al comienzo de la novela. Ha sido famosa desde que siendo muy pequeña fuera descubierta como modelo y a partir de ese momento su familia ha salido de la pobreza, convertidos en satélites en torno a su figura pública. Llama la atención como la autora aborda esta historia porque lo que le interesa sobre todo destacar, independientemente de la conciencia de sí misma de Jini desde el momento que decide desaparecer, será cómo esto influye en su entorno más cercano, cómo afectará a sus vidas esta ausencia: su madre, sus hermanos y su agente, quién prácticamente dejó de tener una vida propia para dedicarse a Jini y convertirla en la modelo más cotizada de Seúl. A Choe Yun lo que le interesa de verdad es resaltar lo qué se esconde bajo esas apariencias de perfección: mujeres que han perdido completamente su identidad para convertirse en maniquís sin vida, colocadas, zarandeadas y expuestas ante los demás, y para ello, usa el recuerdo recurrente que tiene Jini de un maniquí, usado para sus pruebas de vestuario, un maniquí sin cabeza, un objeto que sirve como catalizador ya que ella se ve reflejada en este objeto sin vida.
“Lo que le provoca miedo no son las puertas oscuras sino un maniquí sin cabeza que está colocado siempre en un rincón de la sala de estar. Recuerda que vestía al maniquí de escayola con las prendas que correspondían a cada día, según el programa de rodaje. No recuerda cuando desapareció la cabeza, en cuya superficie había dibujado dos lágrimas bien marcadas con lápiz negro.”
La novela está dividida en secciones narradas en primera persona por los personajes de su familia y su agente dónde cada uno de ellos expondrá cómo afectará a sus vidas la ausencia de quién sostenía a la familia. Estas secciones corales muy faulknerianas, se verán coronadas por las secciones dedicadas a la propia Jini, sin embargo narradas en tercera persona. Estos apartados que llevarán títulos (muy poéticos) de momentos que irá teniendo en su autodescubrimiento “Ella lleva recostada mucho tiempo contra los vientos”, “Las palabras de ella se convierten en una danza”, “Ella coge el tren para ir al mar”, “Ella pulsa las cuerdas de un instrumento musical abandonado”, convierten esta novela en una experiencia casi onírica, secciones que de alguna forma reafirmarán la construcción de la nueva identidad de Jini. Los apartados narrados en primera persona por su familia que irradian realidad y estupor, van intercalándose con los pasajes de Jini, que destilan una atmósfera completamente diferente en la que una mujer parece que estuviera aprendiendo a respirar a los diecisiete años. "Una persona a la que crees conocer puede convertirse en alguien completamente desconocido en un instante. La gente, ante tal extrañeza, trata de huir de la realidad. Enfadarse, romper a llorar, odiar y detestar son formas de huir de la realidad." Los personajes secundarios una vez perdido ese sostén material en el que se apoyaban y que era Jini, sirven de excusa a la autora para resaltar el profundo vacío de sus vidas, un vacío en el que vivía la misma Jini, y sin embargo ella decide liberarse y elegir una vida de invisibilidad. La ausencia de Jini no solo sirve para que ella recupere su individualidad sino para que estos personajes de su vida vean más allá del concepto de belleza material. La desaparición de Jini los obligará a reajustar no solo sus vidas, sino a reordenar ese concepto de belleza más allá de lo puramente visible. Más que centrada en el argumento o en un posible desenlace, es una novela que valorará sobre todo el viaje de autodescubrimiento, las impresiones que se quedarán impregnadas a medida que Jini vaya cogiendo trenes, estableciendo encuentros o comunicándose solo como ella sabe hacerlo, no verbalmente sino a través de intuiciones, impresiones y miradas. Es una novela extraña y muy poderosa al mismo tiempo sobre todo por la narrativa de Choe Yun. Las novelas corales en las que se van intercambiando las distintas narraciones en primera persona no son precisamente fáciles sobre todo porque el lector necesitará su tiempo para ajustarse a las diferentes perspectivas, y sin embargo admito que también pueden ser las más gratificantes. Maniquí fue publicada en 2003 y aunque de alguna forma exponía la pérdida de individualidad de cotizadas estrellas de la música o de la industría de la moda (y de esto saben mucho los coreanos), se puede decir que lo que cuestionaba Choe Yun se ha extrapolado hasta casi el infinito sobre todo con las redes sociales en las que la exposición pública es constante y la individualidad prácticamente brilla por su ausencia. Una novela muy de estos tiempos porque reafirma una vez más lo necesario de pararse y tener conciencia de uno mismo, cada vez más difícil en los tiempos que corren.
La traducción es de Park Chong-Wook (Cotraductor José María Areta Ayuso)
“Lo que había aprendido en su viaje es que ningún encuentro, paisaje o espectáculo, se repetía jamás. Aunque parecía a veces que un incidente y un paisaje eran como los del día anterior, no eran una repetición."
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