La Señora Bovary, de Gustave Flaubert




⭐⭐⭐⭐

Entonces, los apetitos de la carne, el deseo codicioso de dinero y la melancolía de la pasión, todo se confundió en un mismo sufrimiento, y, en vez de apartar de él el pensamiento, lo tenía cada vez más presente, exhortándose a sentir dolor y buscando por doquier ocasiones de sentirlo. Le irritaba un plato mal presentado, una puerta entornada; se dolía por el terciopelo del que carecía; por la dicha que le faltaba, por sus sueños, demasiado elevados; por su casa demasiado estrecha.
Lo que le exasperaba era que Charles no parecía sospechar aquel suplicio. Que estuviera tan convencido de que la hacía feliz, le parecía un insulto estúpido, y que estuviera tan seguro, ingratitud. ¿Para quién era ella tan formal? ¿Acaso no era él el obstáculo para cualquier felicidad, la causa de todas las penas y algo así el hebijón puntiagudo de aquella correa compleja que la tenía sujeta por todos lados?
”.


Elegí este pasaje porque me parece un ejemplo perfecto de la insatisfacción crónica, el aburrimiento en que se veía sumida Emma Bovary desde su matrimonio con Charles. Ese conflicto entre los sueños románticos idealizados y la vida real es para mi el tema central de Madame Bovary y que Flaubert describe a la perfección. El personaje de Emma Bovary que parece que nunca pisa firmemente el suelo, que continuamente anda justificándose a través del oropel y del materialismo más superficial y que desde el primer momento va de un desengaño a otro y a otro, usando y abusando de los que tiene a su alrededor para llenar ese vacio existencial, en ningún momento es consciente del grado de infelicidad a la que lleva su vida, continuamente insatisfecha, porque tiene una habilidad asombrosa para recuperarse de sus desengaños, del abandono del que es objeto por esos hombres idealizados por ella. Se recupera y vuelve a caer, y una y otra vez. Su búsqueda de algo que no existe es lo que le produce esta insatisfacción continua, una búsqueda obsesiva y neurótica.

"Hablaron entonces de la mediocridad en provincias, de las vidas que asfixiaba, de las ilusiones que se perdían por ella".

Es una novela que avanza lentamente, demasiado lentamente a veces, pero es que Flaubert se toma su tiempo para estudiar el entorno de Emma, los personajes secundarios, el contexto histórico y social de la época; la claustrofóbica vida en provincias y la esclavitud y diferencia entre clases sociales. Quizás otro de los puntos fuertes de esta novela, es la cantidad de personajes secundarios y cada uno de ellos aporta algo esencial a este contexto bovariano, sobre todo porque nadie sale bien librado del todo, Flaubert usa una enorme carga de matices a la hora de describirlos. A veces por otra parte es difícil empatizar con Emma, esa cabeza de chorlito egoísta y superficial, pero por otra también es cierto que a través de Flaubert cobra vida con sus luces y sombras, con lo cual el lector no puede permanecer indiferente porque pasa de la ingenuidad al egoísmo más profundo en apenas unas lineas. Un personaje colosal el que creó aquí Flaubert, mil veces llevada al cine, y en muchas de estas adaptaciones, magistralmente.

"-Está usted exactamente como la Guerine, la hija del tio Guerin, el pescador de Le Pollet; la conocí en Dieppe, antes de entrar en casa de usted. Estaba tan triste, tan triste que, al verla en el umbral de su casa, te parecía un paño de entierro colgado delante de la puerta. Por lo visto la enfermedad que tenía era algo parecido a una niebla metida en la cabeza, y los médicos no podían hacer nada, ni el párroco tampoco. Cuando le entraba muy fuerte se iba sola a orillas del mar, y el tenient de la aduana se la encontraba muchas veces, cuando hacía la ronda, llorando boca abajo en los guijarros. Luego, cuando se casó, se le pasó, dicen.
- Pero a mí -decía Emma- me entró después de la boda
".




Madame Bovary, 1949, Vincente Minnelli





Madame Bovary, 1991, Claude Chabrol





Madame Bovary, 1934, Jean Renoir


Comentarios

Entradas populares de este blog

Yo navegué con Magallanes, de Stuart Dybek

Escena de caza (furtiva), de Agustín Gómez Arcos

[Cuento] El altar de los muertos de Henry James