El Fragor del Día, de Elizabeth Bowen

 

⭐⭐⭐⭐

"-Solo dime que estás en contra de este país.
-¿País?
-Éste, en el que estamos.
- No sé qué quieres decir. ¿Que es lo que quieres decir? ¿País? Ya no quedan países; solo nombres. ¿Qué país tenemos tú y yo fuera de esta habitación? Sombras agotadas, que se arrastran hacia la batalla. "

Aunque a priori esta novela tenga un argumento que pueda parecer previsible, leer a la Bowen no es nada fácil porque parece una cosa pero una vez que te sumerges en su historia y sobre todo en su estilo, te das cuenta de que te vas adentrando en un terreno dónde el lector no puede permanecer pasivo y se tiene que implicar buceando entre lineas: frases que no se terminan o que se quedan en suspenso, algún cambio inesperado en la linea temporal e incluso directamente, personajes que se convierten de alguna forma en el centro del relato cuando en un principio parecía que pasaban por allí.

El Fragor del Día fue publicada en 1949 y en ella Elizabeth Bowen nos narra la vida de una mujer, Stella Roodney durante el Blitz, los bombardeos nazis sobre el Londres de principios de los 40. Stella trabaja para el gobierno, está divorciada y tiene un hijo que también está en el ejército; en este contexto, y justo al comienzo de la novela, es informada por un misterioso hombre que aparece de la nada, Harrison, de que Robert Kelway su amante de hace dos años, trabaja para el enemigo, los nazis. Este dato resquebraja de alguna forma la de ya por sí fina linea segura en la vida de Stella producida por la guerra y la sumerge en un conflicto personal.

"Crees que con cada revolución se pierde lo ganado y después se pierden más cosas. ¿De manera que la revolución que ahora se acerca podría ser la covulsión más grande de la historia, aunque sea la menos revolucionaria de todas?? Y sin embargo nadie puede quitarse de la cabeza la idea de que algo se acerca. ¿Cuál es el estado actual del mundo entonces...? ¿Un embarazo psicológico?"

Asi a simple vista puede parecer una novela sobre espías y dobles identidades, y en cierta forma lo es, pero es mucho más compleja que todo eso. Tanto Robert, su amante, como Harrison, el hombre misterioso que la chantajea salvajemente en ese comienzo de la novela, sí que son fíguras misteriosas, ambiguas, casi fantasmales en ese Londres continuamente martirizado por los bombardeos, pero la historia está casi totalmente centrada en Stella y en cómo tiene que digerir ese conflicto entre qué es mentira y qué es verdad y de hasta qué punto merece la pena desenterrar el pasado.

Es una novela extraña por la atmósfera que crea en un Londres invadido por los bombardeos, por la falta de luz, por la nocturnidad de muchas escenas, por esos edificios algunos vacios y abandonados casas inhabitadas que pueden parecer fantasmas por si mísmas al igual que sus personajes, y es una novela extraña porque los personajes parecen vivir en una especie de bucle en suspenso, fuera del mundo real... Hay continuamente un ruido de fondo producido por las sirenas, por los ataques aéreos, y sus personajes llegado un punto la han normalizado porque hay otros conflictos más terrenales que tienen que resolver. La inseguridad de los tiempos crea en ellos una urgente necesidad de vivir más rápidamente y este es un detalle que Elizabeth Bowen describe perfectamente quizá porque de alguna forma nos esté describiendo su propia vida durante los bombardeos. Comenzó a escribir esta novela en 1944 y su casa en pleno Londres también fue bombardeada, así que se hace palpable hasta qué punto la autora nos estaba hablando de su propia vida. Su estilo a veces fragmentado, elíptico es un fiel reflejo de los tiempos que se estaban viviendo. La Bowen siempre me ha parecido una escritora muy moderna, muy avanzada en su tiempo y esta novela es un claro ejemplo. Una novela compleja pero una vez que entras, se convierte en todo un viaje a paladear.

“Aquel reflejo mecánico le inspiró a Harrison, de pie en la otra habitación, la primera idea que se hacía de la poesía: la vida de Stella." 

 

 

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