Trilobites, de Breece D'J Pancake

 


 ⭐⭐⭐⭐⭐

 “Bo, desde un rincón los miraba. Se preguntó por qué no podía conectar con los demás siendo más tolerante con su música, sus partidas de cartas, la caza del zorro, pero no podía arrancarse la costra de indiferencia que le separaba de cualquier atisbo de sociabilidad.” (Cazadores de Zorros)

Ha sido una suerte encontrarme en mi camino, casi por casualidad, a un escritor como Breece Pancake. Es cierto que murió solo con veintiseís años y que solo publicó seis relatos en vida, pero así y todo, no quiero pensar en lo que se hubiera convertido un autor como él si hubiera seguido viviendo. Solo escribió (o le dio tiempo a escribir) doce relatos, seis de ellos publicados póstumamente, pero durante la lectura de estos relatos (los cuales alargué, porque algunos de ellos no son una lectura fácil en cuanto a todo lo que encierran), me preguntaba que cómo era posible que una persona tan joven hubiera podido transmitir con tanta precisión las historias de sus personajes, porque sus personajes, gente de West Virginia, apalachianos de pura cepa, suelen ser seres solitarios que saben a ciencia cierta que nunca saldrán de estos Apalaches. Algunos regresan por la enorme añoranza, como en el cuento De La Leña Seca, pero al mismo tiempo saben que es una tierra que no da tregua y vuelven a irse.

Breece Pancake respira auténtica devoción por su tierra pero eso no significa que la esté idealizando, todo lo contrario: las montañas engullendo y abrazando al mismo tiempo y  la falta de perspectivas están durante toda la lectura presentes. Los relatos están repletos de mineros, de camioneros, de granjeros partiéndose el lomo y de jóvenes que en algún momento  fuera del tiempo, buscan un respiro entre los bosques. Es cierto que las tramas son parecidas o por lo menos tienen muchas cosas en común en torno a lo que estas montañas marcan, pero también se puede decir que en la mente de sus personajes, en la mayoría, están tan fuertemente aferrados a ellas, que esta misma naturaleza es un estado de ánimo, un personaje en si mismo. El lenguaje de Breece Pancake es seco, mínimo, con mucha información entrelineas, y por supuesto, los relatos ganan y ganan con una relectura, y lo aviso: la segunda lectura es incluso mejor que la primera.

Admito que estos doce relatos son uno de los textos que más han podido impresionarme de lo que llevo leído últimamente: algunos relatos no son cómodos, pero la vida misma es así, compleja y terrenal. A continuación algunos de los relatos que más me han impactado:

Trilobites: Uno de esos cuentos que lo dicen todo entrelineas, tienen ese rollo eliptico que tanto me gusta y también me ha recordado a las películas de Kelly Reichardt, secas, ásperas, donde algo flota en el ambiente algo que no se cuenta pero está presente. Colly deambula con Ginny, una ex novia que está de visita, por las vías del tren. Está atrapado y sabe que ya no tiene nada en común con Ginny desde que ella salió de allí para ir a la universidad. Me ha encantado.

Quebrada: Alguien que escribe un cuento como este, áspero, seco y con este final que te deja hecha polvo, no puede ser otra cosa que un genio. Eso sí, me he quedado tocada.  Breece Pancake deja aflorar siempre una capa que hay debajo de lo aparente, y cuando llegas a ella, hay otra y otra capa más.

Como Debe Ser: es un cuento muy corto pero que lo contiene TODO sobre la toma de conciencia de una chica ante el hecho de que el hombre con el que ha huído no es lo que parecía. Lo que me impacta es la sensación de terror que hay en el ambiente ante una falta de salida: la posibilidad de liberarse parece algo muy lejano. Y toda esta información apenas en dos trazos. Magistral

De La Leña Seca: Ottie hace años que se vio obligado a dejar a la familia de acogida con la que vivió parte de su infancia y adolescencia. Ahora que es un camionero trotamundos, hace una parada para visitarlos despues de años de ausencia y silencio. Todo aflora de nuevo, la razón por la que tuvo que irse y sus impresiones al recordar el pasado. Otra maravilla. Una segunda lectura lo enriquece.

-¿Es una buena vida la que llevas?

Ottie deja el tenedor sobre el plato, como le enseñó la vieja. -Me tiene bastante ocupado.

-Supongo que te ayudará a olvidar.

-Sí. Me maltrató usted un montón de veces y ya no lo recuerdo.

Los labios del viejo palidecen con una sonrisa:

-Dime solamente qué pasó para que el coche terminara destrozado, ¿Otto?

Un destello apagado lo cubre, un malestar y un dolor que le bajan desde el cuello por el espinazo.”

El Primer Día del Invierno: Es el último relato de la colección y aquí vuelve a presentarnos a un personaje atrapado, fiel a su tierra. En este cuento se vuelve a plasmar uno de los detalles más significativos de sus historias; no suelen ocurrir cosas llamativas, ni giros dramáticos, al final todo permanece como estaba al principio y sin embargo cuando llegas al final, el lector está emocionalmente implicado con sus personajes. Parece que no ha pasado nada, y todo un mundo acaba de sernos revelado. Una maravilla.

"Volvió a entrar en la casa y se tumbó en el sofá del salón. Tiró del edredón hasta el pecho y allí, arrebujado , lo estrechó contra su cuerpo como si fuese una almohada. Oyó que el ganado bramaba de hambre, oyó el crepitar quedo del llanto entrecortado de su padre, oyó el bisbiseo roto de su madre, que cantaba un himno. Se quedó en el sofá, sin moverse, bajo una luz cada vez más ceniza, y así se durmió."

La traducción es de Albert Fuentes.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Yo navegué con Magallanes, de Stuart Dybek

Respiración artificial, de Ricardo Piglia

X (Erasure), de Percival Everett