Berg, de Ann Quin
“Una semana en una ciudad extraña, pero sin mayores progresos: ni siquiera había abordado al viejo y tras todos aquellos años, las promesas, los planes, la persecución imaginaria tan éstáticos como un sueño del pasado. La hoja limpia de un cuchillo rebanando el tabique que me separa de ellos...”
La verdad es que no sé siquiera como empezar esta reseña de una novela que me ha tenido enganchada desde el momento en que la empecé ayer. Fue empezar y no parar y analizando este enganche no sé bien qué es lo que me ha tenido tan sumida porque la mayoría de la novela transcurre en la cabeza de Alistair Berg, el protagonista. Hay incluso momentos en que no sabía si lo que estaba leyendo era real o solo transcurría en la cabeza de su protagonista (coincidencias con Mundo Hormiga, que también estaba leyendo al mismo tiempo). Lo cierto es que me ha maravillado la capacidad de Ann Quin para venderme una historia que funciona como una mezcla entre posmodernismo existencialista y comedia negra, que nunca se detiene, que continuamente está en movimiento aunque la meta no esté bien clara, lo que si está muy claro es cómo la conduce, casi como en un sueño medio paranoico.
Alistair Berg es un vendedor de tónicos para el pelo que alberga un odio acérrimo por su padre que los abandonó a él y a su madre cuando era pequeño. Berg, que decide buscar a su padre y matarlo, lo encuentra en un pueblo de la costa y hasta allí se traslada alquilando la habitación contigua a la suya en una casa de huéspedes. Para camuflarse se cambia el nombre por el de Greb. Con la única separación de un tabique, Berg es testigo de la vida que hay al otro lado, habitación que su padre comparte con su joven amante, Judith. Berg se convierte en un voyeur continuo con todo lo que esto implica también para su imaginación. Su desemedido odio a su padre planea uno y mil métodos para quitarlo de en medio y durante las ausencias de su padre traba relación con Judith, con todo lo que esto implica también.
Las
intenciones parricidas de Berg se van complicando poco a poco, no
sabemos bien si por su continua dispersión o porque realmente en el
fondo no es ese su objetivo, confieso que es uno de los puntos que me mantuvo tan enganchada....
Del mismo modo que que tenía una imagen preconcebida de su padre,
influenciada por una madre que aunque no vemos está continuamente
marcándole en off, poco a poco va descubriendo a través de ese
tabique detalles sobre él que le irán sorprendiendo: el
ventrilocuo, el falso acento aristocrático, sus ausencias y el alcoholismo
Es interesante como Ann Quin va navegando durante la novela por diferentes estados, porque en momentos es una comedia medio negra con Berg transportando por media ciudad un cuerpo envuelto en una alfombra, o transvistiéndose y sin embargo, a pesar de esa apariencia vaudevillesca, en el fondo encierra la profunda agonía de un ser humano que no encaja en ninguna parte En este aspecto me encanta el personaje de la madre, que como he dicho antes, nunca aparece pero sin embargo está continuamente presente (y poderosa) a través de los flashbacks de Berg y por supuesto a través de sus fragmentos de cartas, quizá estos sean los momentos en los que lector pueda descubrir cómo/quién es realmente Alistair Berg.
“Pero por qué se meten contigo Aly, qué es lo que has hecho, qué fue lo que dijiste, algo tuvo que ser, no pueden acosarte sin tener un motivo ¿no crees?
(...)
Dime que no es cierto, Aly, tú no harías algo así, quiero decir que tú no eres de esos, no mi niño, no mi propio hijo.”
Y tengo que mencionar la atmósfera de la historia que me ha maravillado. La historia transcurre en una ciudad costera; ciudades que suelen ser lugares frios y vacios cuando están fuera de estos periodos de vacaciones. Ann Quin le da a esta ciudad un tono medio inhóspito y asfixiante, lóbrego y sórdido por momentos; al igual que las habitaciones de la casa de huéspedes separados por estos tabiques que más parecen cortinas, o incluso las ventanas por la cual, la única posibilidad que queda es mirar el vacio. La novela comienza en una de estas ventanas y termina en una escena bastante similar, con otra ventana, nada cambia, todo es circular….la libertad por mucho que la persigas puede ser un ideal difícil de conseguir, y sin embargo, Ann Quin sí que es fascinante por esa libertad que maneja su estilo. Ha sido una de estas lecturas que te hacen salir de tu zona de confort pero merece la pena dejarse llevar. ¿Por qué Ann Quin sigue tan invisible?? Gracias a sus editores por hacerla visible. La traducción es de Ce Santiago.
“Alistair Berg, alias Gerb, viajante de comercio, vendedor de pelucas, de tónico capilar, amante paranoico, ¿se declara culpable? Sí. Culpable de todo aquello que la condición humana trae consigo, culpable de entregarme en exceso; culpable de defenderme, de defraudar a otros; culpable de amor; de amar demasiado, o no lo suficiente; culpable de actos provincianos, de cumplir deseos universales; de martirio consciente, de masoquismo inconsciente. Horas muertas, dedos inquietos. Alistair Charles Humphrey Greb, alias Berg…”
Comentarios
Publicar un comentario