Enero, de Sara Gallardo

 

 ⭐⭐⭐⭐⭐

 El camino es una inmensa lengua desierta. Nefer mira su sombra, galopando en el suelo, corrige su posición, muda la postura del brazo, tuerce la cabeza por ver las alteraciones que produce en ella. El sudor va estriando el anca del caballo y comienza a bajar por sus patas; Nefer se mira la palma de la mano, donde la tierra oscurea en cada pliegue.

(…)

Después de caminar a través de potreros y de pasar las vías del tren, y de no encontrar a nadie durante más de una hora, cuando los pastos se hacen ralos sobre la tierra cenicienta y el sudor ha puesto azul el caballo, Nefer descubre el rancho en el horno traslúcido del día. Al verlo se le apoca el corazón."

Hay obras que te pillan por sorpresa, inesperadamente se te revelan un día, y al día siguiente después de haberlas descubierto, ya te han impactado, algunas temporalmente, otras para siempre. Enero de Sara Gallardo es una de esas obras que ya perdurarán en mi memoria por toda esa cantidad de sensaciones, de emociones que iba viviendo mientras avanzaba lentamente. Quizá el secreto esté en la forma en que la autora nos hace ubicarnos en el espacio, esos vastos terrenos argentinos interminables donde tras una hora cabalgando, sigue sin aparecer nadie en el horizonte, y esto aunado al calor insoportable del mes de enero, pleno verano en Argentina, va conformándo una atmósfera opresiva, casi asfixiante, que no solo envuelve a la protagonista, Nefer, sino también al lector.

"¿Qué puede hacer una chica, sola en el campo, en un campo tan ancho y tan verde todo horizonte, con trenes que van a ciudades y vuelven quién sabe de dónde? ¿Qué puede hacer?"

Enero fue la primera novela de Sara Gallardo, que publicó además con veintisiete años y en ella se nos revela la historia de Nefer, una chica de dieciséís años que acaba de descubrir, de intuir sobre todo, que está embarazada como resultado de una violación. Nefer vive en un pueblecito, donde todo gira en torno a la enorme diferencia de clase, entre patronos y jornaleros: las conversaciones sobre la próxima cosecha cuando comienza la novela, se mezclan con el monólogo interior de Nefer comparando su embarazo (que es como un hongo negro creciendo), con esa otra cosecha que se va gestando en su vientre. Desde la primera página, Sara Gallardo nos sumerge, sin prepararnos en la angustia vital que vive Nefer, rodeada de gente pero sola frente a su terror.

"Nefer piensa que no sabe cómo acabar con este miedo que come su comida y duerme su sueño."

Lo que me fascina de esta novela es que aunque Sara Gallardo nos sumerge en una historia que quizá ya hayamos visto o leído muchas veces, lo hace desde una perspectiva muy intimista. Nefer sufre su agonía en silencio, completamente sola, pero al mismo tiempo, está conectada con el espacio que la envuelve, con los animales con los que vive, el caballo, su perro, las vacas cuando ordeña, los pájaros… son sus únicos refugios en un entorno donde no tiene voz: es invisible para todos excepto quizá para ellos. La agonía interna de Nefer se contrapone a los breves momentos de felicidad que vive cuando por casualidad atisba al hombre de sus fantasias, un amor platónico construido en su imaginación como una especie de evasión a la pesadilla que vive en su interior. Estos momentos de brevísima felicidad de Nefer le dan a la historia un aire de ensoñación onirica, ya que la figura del Negro, esquivo y fantasmal, su amor platónico, casi que parece un producto de su imaginación.

"Frente al boliche dormita el caballo del Negro.
Nefer no mira. Mira sus manos sobre el vestido blanco que el polvo nubla."

El estilo de Sara Gallardo me ha llegado al alma; una novela que me imaginaba visualmente plasmada por Lucrecia Martel, sensorial, íntima y atmosférica, y donde los sentimientos, la vergüenza y los pensamientos de Nefer, bien podrían haber sido las de una joven de ahora. Sara Gallardo sorprende mezclando el lenguaje cerrado de la tierra, con otro lenguaje muy poético y conectado con la naturaleza; algunas frases son como hachazos que detiene bruscamente para cambiar completamente de registro, inesperadamente... pero su narración funciona al ritmo de la mente de Nefer, desconectada y aterrada. Ha sido una novela que me ha impactado y no puedo dejar de sorprenderme por el hecho de que haya sido escrita en un momento tan temprano en la vida de Sara Gallardo. Una de mis novelas del año sin duda. Gracias Malas Tierras (pensándolo bien, Nefer se parece mucho a esa otra niña de Badlands...)

"Nefer quiere cavar un pozo en la tierra, aunque fuese con las uñas, aunque sangraran, con los dedos si las uñas se rompían, con los brazos si los dedos se gastaban, y en el pozo profundo enterrarse, cubrir de tierra los ojos cerrados y volverse poco a poco raíz, o pasto, o barro, sin sueños, sola, olvidada del miedo."

 

 

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