Inmersión, de Lidia Chukóvskaia

 


 

 ⭐ ⭐⭐⭐⭐

 ♫♫ ♫  For Forever, Ekkstacy   ♫♫ ♫

 

Para destruir todos los lazos sociales y familiares, las purgas son realizadas de tal manera que amenazan con el mismo destino al acusado y a todas su relaciones corrientes, desde los simples conocidos hasta sus más intimos amigos y parientes. La consecuencia del simple e ingenioso sistema de culpabilidad por asociación, tan pronto como un hombre es acusado, sus antiguos amigos se transforman inmediatamente en sus más feroces enemigos… retrospectivamente tratarán de demostrar que su conocimiento o amistad con el acusado era solo un pretexto para espiarle o para revelarle como saboteador, como trostkysta, como espía extranjero o como fascista… por tanto, es obvio que la precaución más elemental exige que uno evite todos los contactos íntimos si es posible...” 

(El orígen de los totalitarismos, Hannah Arendt)


Esta cita de Hannah Arendt me viene que ni pintada para comenzar esta reseña porque recién terminado “El orígen de los totalitarismos” se puede decír que la conexión con Inmersión de Lidia Chukovskaia ha resultado de nuevo inesperada, casi como si el libro al pasar frente a él en la estanteria, hubiera extendido una mano invisible y me hubiera atrapado diciéndome: mi momento ha llegado… Mientras leía la obra de Hannah Arendt revoloteó por mi cabeza el pensamiento de leer algo relacionado con las purgas estalinianas para completar el miniciclo que había empezado con Trieste de Dasa Drndic en torno al terror en la Europa de la primera mitad del s. XX pero en ningún momento había planeado ninguna lectura concreta…, así que el momento de la elección inesperada de Inmersión ha supuesto uno de esos hechos impredecibles pero a la vez íntimamente relacionados en el que las lecturas se relacionan unas con otras misteriosamente. Inmersión ha sido quizás la novela que más ha podido conmoverme en lo que va de año, grandiosa en su sencillez y en la forma en la que se va desplegando sin estridencias desde la intimidad de una mujer que está sufriendo pero que en ningún momento ha encontrado quizás el momento para reconocérselo a sí misma.


-Mi marido murió allí. No sé donde, ni por qué, ni cuándo. Era cientifico, un especialista en sangre. Un médico. Me comunicaron: Diez años sin derecho a correspondencia, pero ya han pasado doce y sin tener noticias suyas.

- ¿En el 37?-preguntó.

- Sí, con confiscación de bienes. Luego vinieron a buscarme a mi también, pero consegui huir. Dejé a mi hija con unos parientes y me fui… Regresé cuando dejaron de arrestar a las esposas de los detenidos...”


Inmersión transcurre en febrero del 1949, Nina Sergeivna, traductora pero ante todo, escritora, es elegida por la Unión de Escritores para disfrutar de un mes de descanso en el campo, lejos de Moscú. En este retiro, Nina tiene la libertad de poder pasear por el campo y de poder escribir en su habitación ya que en Moscú, tiene que compartir un apartamento comunal en el que la privacidad es imposible. Realmente lo que se espera de ella es que trabaje en sus traducciones, pero lo que de verdad ansía hacer es sumergirse en sí misma y reflexionar sobre la desaparición de su marido durante las purgas estalinistas de 1938, y si le es posible, escribir sobre ello, en la intimidad de esa habitación en el campo; Nina huye continuamente del resto de los huéspedes de la casa, saliendo a pasear sola, casi a escondidas, huye del resto de la gente porque necesita esa soledad de la que es incapaz de disfrutar en Moscú. Además vive en una pesadilla continua porque no consigue liberarse de esa búsqueda agónica desde la desaparición de Aliosha. En un principio, cuando su marido desaparece se le notifica que será encarcelado con diez años sin derecho a correspondencia, pero una vez pasados doce años, la desesperación de Nina se hace más evidente.


Un libro… Reposará en una estantería junto con otros, lo tomarán en la mano, lo hojearán, lo volveran a poner en su sitio. Le quitarán el polvo, el polvo que cubrirá el silencio de esta hora y de este lugar, un silencio a través del cual regresarán a mí la voz de Aliosha y los llantos de la pequeña Katiusha…”


El personaje de Nina se va desplegando casi misteriosamente frente al lector a medida que vamos conociéndola a través de una primera persona en la que poco a poco sale a relucir todo lo que lleva dentro: El hombre es un sistema cerrado en sí mismo, y cada uno está solo en su sistema. Y he aquí que de pronto era como si la frente del otro se abriera y se pudiera ver lo que había detras de aquella frente, detrás…”. En la soledad del campo, y aunque comparta estancia con otros escritores, Nina intentará dar rienda suelta a sus recuerdos y a esa agonía que convierte algunas de sus noches en pesadilla, se siente culpable por seguir viva a sabiendas que Aliosha hace mucho que ha muerto y que esa frase cuando se lo llevaron Diez años sin derecho a correspondencia, es una mentira de este totalitarismo en el que vive y en el que el individuo vale menos que nada.


Allí está mi obsesiva pregunta, repetida desde hacia muchos años: ¿cómo fue su último instante? ¿Cómo lo hicieron pasar de la vida a la muerte? Ya ni siquiera me pregunto por qué. Solo pregunto: ¿cómo?, ¿dónde?, ¿cuándo? ¿Y dónde me encontraba yo en ese momento? ¿Con él? ¿Pensaba en él?

¿Dónde esta su tumba? ¿A quién vio por última vez cuando la vida lo abandonaba?

No, nadie consentirá que mis recuerdos se conviertan en libro. Ni se lo permitirán a la pregunta que me carcome.

¿Para qué, pues, acometo esta inmersión?”

(…)

¿Había ocurrido por la noche? ¿O bien de día, cuando brillaba el sol? ¿Dónde me encontraba yo en ese preciso instante? ¿Lo había acompañado de pensamiento?”


Inmersión es una novela de una intimidad desbordante, a flor de piel en la que el lector es testigo de cómo Nina se va encontrando a sí misma tras un terror que apenas la ha dejado un resquicio de paz en los últimos años. La atmósfera que consigue crear Lidia Chukovskaia hay momentos en que no parece de este mundo: el paisaje totalmente nevado, escenario de sus paseos diarios, es un contrapunto con el terror del que viene, y un terror al que tendrá que regresar una vez que pasen esos cuarenta días de descanso. La autora está continuamente haciendo hincapíe en este paisaje glacial y sereno enfrentado a su vez a esas reflexiones de una mujer que observa el mundo que la rodea, quizás por primera vez en años, pudiendo encontrarse con ella misma. Hay una subtrama proporcionada por algunos personajes que comparten la estancia con ella: escritores pertenecientes al régimen en la que se respira una tensión, la tensión que proporciona el miedo a ser vigilado por los demás. En este régimen de terror la confianza no existe e incluso los atisbos que hacen vislumbrar que el personaje de Nina va a gritar en cualquier momento su oposición a este régimen, proporciona una tensión especifica a la novela: nadie está libre de ser espiado y denunciado.


No era la locura espontanea que en el pasado tan a menudo se había apoderado de gente ignorante. Esta vez se trataba de un delirio premeditatamente organizado, planificado y difundido conforme a un método, a un plan concebido de antemano

(…)

Me quedé un momento allí sin saber adónde ir. Veía con nitidez el vinculo fatal: de nuevo una mentira de la que brotaría otra vez la sangre a borbotones.”


Hay momentos realmente deslumbrantes en esta novela, toda ella es una fina pieza de orfebrería, momentos que se revelan durante los paseos y en los momentos de intimidad de Nina en su habitación. Momentos en los que surgen poemas, charlas sobre literatura, atisbos de que en la vida hay belleza aunque esta belleza esté amenazada todos los días y es aquí donde esta novela adquiere esa grandeza inesperada. Todo lo que nos encontraremos en Inmersión será inesperado, emocionante por la vida que lucha por asomar en medio del terror y quizás lo más conmovedor sea el hecho de que es ante todo una novela con un sello autobiográfico, pero eso quizás lo mejor será que el lector lo descubra por sí mismo una vez terminada la novela. Nina Sergueivna es Lidia Chukovskaia, desnudándose emocionalmente, que es la mejor forma de crear esa conexión íntima, en este caso entre la autora y el lector. Joya.

La traducción del ruso es de Marta Rebón.


"Aunque a decir verdad, ¿de que deberían discutir las personas, si no de sus gustos? ¿Es que el amor que nos inspira un poeta o, por ejemplo, el odio que le profesamos no surge del fondo de nuestra alma? ¿Qué mejor criterio para determinar nuestra amistad y hostilidad, nuestra distancia o proximidad , que los poemas que amamos y los versos que preferimos de esas poesías?"

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