Sí, de Thomas Bernhard

 


 ⭐⭐⭐⭐⭐

♫♫♫ Warum? (op. 12 n. 3) - Robert Schumann   ♫♫♫

 

 

Un año tras otro no he hecho otra cosa que construir, construir y siempre construir y, con ello me he debilitado de la forma más irresponsable.

[…]

Hay que saber además que esta comarca es, en todo el país, una de las más ásperas y que aquí existen precisamente las gentes que corresponden a ese paisaje áspero y en el fondo anti-humano, los hombres son aquí como el paisaje.”


La verdad es que le he cogido cariño a Thomas Bernhard y no sé si es porque vengo de leer su Autobiografía en la que le pillé ese punto de alguien que tiene un conflicto entre querer conectar con la gente pero al mismo tiempo ansía el aislamiento porque esa gente le acaba saturando hasta el aburrimiento, así que ahora leyendo “Sí”, me ha producido mucha ternura comprobar que lleva este conflicto hasta su máxima consecuencia en un texto en el que  se ríe de sí mismo, quejándose continuamente de un caos que puede que no exista y que esté creando él mismo, y al mismo tiempo me he reído mucho con este narrador sin nombre que convierte todo en un problema caótico e hiperexagerado. Bernhard (y su narrador) es un dramas en toda regla y a veces es como un niño pequeño que necesitara exagerar sus males para llamar la atención y así poder regalarle un poco de atención, pero lo es sobre todo porque al mismo tiempo sufre, aunque claro, tiene la capacidad de plasmar este sufrimiento en unas hojas que seguramente le liberaban. Y ya digo que me lo he pasado en grande con esta novela e igual debo estar un poco loca, porque entre el paisaje inescrutable, lo áspero de los personajes y la temática, es para hacérselo mirar, pero aquí lo dejo. Y hay otro detalle más que me ha llamado poderosamente la atención de esta novela y es que es la primera vez que me encuentro en una novela suya  un personaje femenino muy potente, yo diría que a la misma altura que la del narrador.


"Yo mismo tenía la sensación de estar perdido, y hoy no sé ya cómo llegué a casa de Moritz a través del bosque. Muy a menudo he traspasado en mi vida las fronteras de la locura y también de la demencia pero esa tarde creí que no regresaría."


“Sí”, cuenta con un narrador en primera persona, un científico que vive en una zona rural totalmente aislado solo dedicado a sus estudios científicos. Tiene a un único amigo, Moritz, un corredor de fincas, al que recurre cuando se encuentra saturado por su angustia existencial, encontrando cobijo en su casa junto a su familia, se ubica en un rincón y parece que es su único remanso de paz. Justo cuando comienza la novela, el narrador rememora uno de esos periodos de angustia mortal que le hace cruzar el bosque desesperado, llegando a casa de Moritz en busca de algún consuelo, y allí conoce a los Suizos, una pareja que ha recurrido a su amigo Moritz para comprar un terreno y construirse una casa. Enseguida cree establecer una especie de conexión con la mujer de ascendencia iraní a la que llamará la Persa. Es tan simple como salir a pasear con ella mientras su marido viaja, no solo por trabajo, sino para encargar los materiales de construcción de la casa que piensa construir.


"...y hoy no sé ya cuántos paseos di con ella, pero fui a pasear con ella diaria y también, a menudo, varias veces diariamente y, en cualquier caso, en ese tiempo paseé con ella más a menudo y más tiempo que con cualquier otra persona, y con ninguna otra he hablado nunca sobre todo lo imaginable con mayor intensidad y nadie me ha dejado nunca mirar dentro de sí más profundamente..."


El narrador sin nombre se obsesiona con establecer esta conexión con la Persa y creerá ver en ella a una especie de alma gemela, o es más bien la creencia que él tiene de ella, porque realmente no la conoce lo suficientemente y en un principio el silencio es lo que prima entre ellos:Cuando dos personas que no se conocen y solo se han visto antes una vez dan juntas un paseo, se callan al principio muchísimo tiempo, y mas aun si se trata de un hombre y de una mujer. Quien habla primero es algo por decidir.” Claro que como ya es habitual en Bernhard, ha creado un narrador gruñón, hipersensible, obsesionado por sus angustias vitales y egoísta que elige vivir aisladamente, y sin embargo y a pesar de eso, tal como decía al principio, parece sentirse también atraído y algo obsesionado con la idea de conectar con alguien, (en esta caso con una mujer, lo que le sorprende), por eso el uso y abuso que hace de Moritz, y a partir de encontrarse con los Suizos, revierte esta obsesión en la Persa, una mujer a la que ve como su espejo “Cuando tenemos una persona en nuestra proximidad con la que, en fin de cuentas, podemos hablar de todo, aguantamos, si no, no.”. No comprende como ella y su marido, aparentemente una pareja de éxito, acabaran en ese pueblo perdido, húmedo y aislado, comprando un terreno sin rechistar a su amigo Moritz, un terreno que era una especie de pantanal que había tardado diez años en venderse, un desastre de compra. Para este narrador anónimo es una suerte o un alivio haberse encontrado con una mujer con la que conversar y que además conozca y comparta su admiración por Schumann y Schopenhauer, las dos obsesiones del narrador. A partir de aquí, nos iremos haciendo un retrato de esta mujer, la Persa, que no deja de ser un misterio, y pronto reconoceremos que realmente solo la estemos viendo a través de la imagen que se ha inventado él en su cabeza; “Le dije a Moritz que la Persa me interesaba como ninguna otra persona en los últimos tiempos, no dije desde hacia años, dije solo, intencionadamente, en los últimos tiempos, su sensibilidad, su cultura indudablemente elevada.”. Este misterio y esos silencios por parte de ella, denotan que tiene una vida interior a la que él realmente no se ha preocupado en llegar, obsesionado como está por él mismo y sus achaques.


y realmente creo que si los Suizos, pero sobre todo la compañera del Suizo, la Persa, no hubiesen aparecido, ese estado de meses, si hubiese durado todo el verano y todo el invierno, me habría matado. Esos estados, ataques de enfermedad, empeoran lógicamente, los tenía ya desde hacia decenios, al principio de una forma menos apreciable y aun débil”

[…]

Pero si los Suizos no hubieran entrado en escena y precisamente en ese momento decisivo, me hubiera vuelto probablemente loco o demente, y con seguridad no hubiera podido sobrevivir.”


La verdad es que me encontré riéndome en pasajes en los que el narrador anónimo nos cuenta en una especie de bucle infinito lo desesperado y angustiado que está y justo cuando quería matarse o volverse loco, aparecía un elemento en su vida, que le hacía desdecirse, ya digo que como un niño pequeño continuamente llamando la atención o en espera de que algo surja en su vida, que le distraiga un poco; que el camino que había tomado y había seguido ya durante años no era el verdadero camino, que solo podía ser un camino hacia el aislamiento total, aislamiento no solo de mi mente y de mi pensamiento, sino en realidad aislamiento de todo mi ser, de toda mi existencia.” pero esta forma de angustia vital que siente el narrador en “Sí” no me agobia, todo lo contrario, Bernhard la refleja con una cierta inocencia porque a pesar de cómo nos describe este ansia de soledad y aislamiento, al mismo tiempo está demostrando un gran conocimiento de las relaciones humanas porque al fin y al cabo el ser humano es un ser social: Bernhard/el narrador está profundamente desencantado/saturado de la gente, y así y todo, hay un cierto grado de esperanza en esta inocente búsqueda por conectar, así que crea a un personaje profundamente contradictorio un poco arrogante y egoísta que se autoimpone aislarse pero al mismo tiempo se muere por encontrar compañía, un poco gruñón y cínico pero que también se muere por cotillear y saber lo que se cuece a su alrededor, y que en su egoísmo no se piensa dos veces en intercambiar a Moritz por la Persa como su paño de lágrimas.


Con cuánta frecuencia me he arrepentido de haberme ido a vivir al campo, si me hubiera quedado a vivir en la ciudad, porque no soy hombre de campo, aunque mis padres fueron gentes de campo, no soy hombre de campo, tampoco aunque conozca muy bien el campo, porque conozco la ciudad tan bien como el campo y me gusta más la ciudad que el campo, que casi siempre odio solo porque casi siempre solo me he atormentado y humillado hasta donde puedo acordarme…”


Aunque Bernhard envuelva esta novela corta de su habitual atmósfera seria y sombría, por el paisaje áspero y con sus típicos personajes de los que abjura continuamente, ya digo que el tono resulta conmovedor, con esa ternura entre líneas por las angustias algo egoístas e infantiles de su narrador. Me ha recordado un poco a Corrección en lo que se refiere a construir un edificio desde la nada En verdad, mi casa cuando la compré, no era más que un techo agujereado, casi podrido ya en su totalidad, sobre unas paredes que aunque enormes, se desmoronaban. “, una casa como habitáculo de aislamiento, un tema obsesivo para el mismo Bernhard en su vida personal pero quizás lo que más me ha sorprendido es la construcción psicológica de ese personaje femenino que envuelta en un abrigo de piel de cordero pasea por el bosque de alerces con un narrador que no la entiende, pero igual la va a ayudar a liberarse.

La traducción es de Miguel Sáenz.


Sin embargo, realmente no había necesidad de ninguna conversación audible entre ella y yo, porque conversábamos ya desde hacía muchísimo tiempo, aunque no con palabras expresas. Conversábamos en silencio y nuestra conversación era una de las más interesantes que puede imaginarse; palabras pronunciadas y ordenadas para ser oídas no hubieran podido tener el efecto de ese silencio.”

 

Comentarios

  1. Pues es de los que me falta. ¡Apuntado! Un saludo doña Kansas

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    1. Jaja, otro para ti! Sugiéreme otro Bernhard q no sea demasiado áspero, ¿¿Tala, quizás,???

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    2. Tala es muy, muy bueno. Ahora no sabría definir un libro de este señor como poco áspero jjeje. Imagino que depende de cómo uno se sumerja en él y el propio estado de animo. Si quieres alguien parecido (aunque más accesible se supone) y a la vez opuesto, deberías leer Algo Ha Pasado que creo que ya te recomendé de Joseph Heller. Más sencillo y la vez impresionante.

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    3. Sí, el de Heller lo tengo por aquí ya. Gracias!!

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  2. Repasando, además de Tala te recomendaría: Hormigón, Maestros Antiguos y Trastorno. Son las que recuerdo con más "ternura".

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    1. Bueno, lo que yo entiendo cómo ternura bernhardiana (un término totalmente inventado por mí) se refiere más bien a esa pequeña impostura de TB sobre hacernos creer que es más áspero, seco y gruñón de lo que realmente es, una máscara. Sí que es obsesivo y tal y tal, pero al mismo tiempo hay mucho de cara a la galería, una máscara. A Vollmann también le pasa, le gusta provocar, pero en el fondo es un "tierno" angelito. (Se me va la pinza, lo sé, pero es que adoro a TB :)

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