El Caminante, de Natsume Soseki
⭐⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Stepson - Foals ♫♫♫
“Pero Jiro, una cosa sí es cierta: yo estoy casado con una mujer cuya alma, corazón, o como quiera que llamemos al espíritu, no he logrado atrapar. “
Me maravilla la capacidad que tiene Natsume Soseki de contar una historia que parece una cosa y lentamente se despliega en otra muy distinta, ya tuve esa impresión en Kokoro, por cómo empieza mostrándose, que no tiene nada que ver con la esencia de lo que viene a contar mucho después, o mejor dicho, con las verdaderas preocupaciones de Soseki; novela cameleónica en el sentido de que al principio, el lector estará perdido, porque no sabrá ni quiénes son los personajes, se van dando por sentado hechos que ya existían, nombrando a personas a que ni siquiera irá describiendo, y habrá que ir buceando porque aunque Jiro sea el narrador en primera persona poco a poco el protagonismo irá pasando a otro personaje esencial, su hermano Ichiro, Por otra parte, no solo El Caminante es una novela engañosa en lo que se refiere a su introspección, porque es muy introspectiva, muy íntimísta en sus hechos esenciales pero aparentemente no lo parece debido a la narración de Jiro, y al mismo tiempo porque en ese aparente “no pasa nada”, hay todo un mundo subterráneo de tensiones, emociones reprimidas, apariencias engañosas:
“Aun así, resultaba imposible saber lo qué pensaba. Hacía ya tiempo había aprendido que mis padres y yo, su hijo, eramos capaces de decirnos mentiras a cara descubierta. De hecho, me había resignado y convencido de que nadie en el mundo era capaz de decir la verdad en todas las circunstancias.”
Así que es evidente que Soseki no nos lo pone fácil. Las conversaciones contenidas, reprimidas en lo que se refiere a expresar cómo se sienten realmente, contestando vagamente sin terminar las frases o simplemente a través de una mirada, convierten estos diálogos en un puzzle a desentrañar por el lector. Incluso cuando en un momento dado uno de los personajes encara directamente a Jiro, el narrador y expresa “Lo que quiero es que me digas qué piensas sinceramente. Me gustaría saber qué sientes en lo más profundo de tu corazón”, nos pillará por sorpresa al igual que a Jiro, porque no es fácil que encaren directamente estas emociones. Todo sería mucho más fácil si reveláramos lo que sentimos, pero precisamente es este miedo a la exposición, a desnudarnos, lo que crea en cierta medida los conflictos, los malentendidos y ese eterno esperar a que se resuelvan solos. No es solo un tema de la mentalidad oriental, ya me encontré con estos conflictos en la trilogía final de Henry James, y realmente se puede decir que al mismo tiempo es un signo de estos tiempos que vivimos ahora mismo: la obsesión por mantener las apariencias, la presión social y un cierto miedo a exponernos emocionalmente, convierten esta novela de Soseki en una novela muy de ahora.
“- Entre nosotros, ¿no crees que hay algo frívolo en él?
- Es posible, pero supongo que no tiene nada que con lo que tú llamas hereditario o temperamento. A mí me parece que le resulta inevitable comportarse de esa manera debido a las presiones que la sociedad japonesa actual ejerce sobre los individuos. Esa realidad no nos permite actuar de distinta forma. El mundo está lleno de gente mucho más frívola que padre.
- Lo sé, perfectamente. La sociedad japonesa actual, y es probable que pueda decirse lo mismo de la occidental, funciona de tal manera que solo permite sobrevivir a los tipos más superficiales y espabilados.”
El Caminante está dividida en cuatro partes perfectamente estructuradas en la que se puede decir que la primera de ellas, Amigo, parece un relato inconexo con respecto a los tres restantes (el último de ellos epistolar y ya no será desde la primera persona de Jiro). Jiro, el narrador en primera persona visita Osaka para organizar un asunto familiar y se encuentra con que un viaje que iba a realizar con un amigo, Misawa, se ve interrumpido porque este amigo cae enfermo. Este primer tramo transcurre enteramente entre idas venidas al hospital en conversaciones con su amigo. A partir de aquí se puede decir que la historia de verdad comienza en la segunda parte titulada Hermano. La madre de Jiro, su hermano Ichiro y su cuñada Nao, se reunirán con él en la región de Kansai y lo que debería ser una reunión familiar normal y corriente se convertirá en una reunión algo inquietante en la que Jiro irá percibiendo la incomunicación entre su hermano Ichiro y su esposa Nao. Ichiro aprovecha la oportunidad para forzar a su hermano para que sondee a su mujer. Ichiro se ve incapaz de confiar en su esposa, la incomunicación parece infranqueable y delega en su hermano Jiro advirtiéndole además que piensa que Nao se siente atraida por él. A partir de este momento, Jiro presta atención a estas corrientes subterráneas que fluyen en su ámbito familiar y de las que no había sido consciente hasta ahora. Una vez advertido, sí que percibe que hay un problema entre su hermano y su cuñada “Míralos, parecen dos extraños que caminen en la misma dirección.” de la misma forma que comienza a ser consciente de su cuñada como mujer más allá de un personaje secundario en el ámbito doméstico. Nao, una mujer siempre en segundo plano en este ámbito familiar, sin embargo, muestra una personalidad que hasta ahora había permanecido invisible para Jiro.
“Por primera
vez en mi vida me di cuenta de que no sabía nada de las mujeres. Nao
era de esa clase ingobernable; no importaba lo que uno hiciera o
dejara de hacer. Si avanzabas, ella retrocedía; y si no hacías
nada, ella se movía primero. Sacaba fuerzas de donde uno menos lo
esperaba y, a veces, daba miedo.
[...]
¿Realmente todas
las mujeres eran así de misteriosas e incomprensibles para los
hombres?”
Es aquí realmente cuando la novela se despliega en todo su esplendor y el lector comienza a ser consciente de que el personaje de verdad relevante en esta historia será Ichiro. Un hombre eternamente insatisfecho, reservado, que cada vez se aislará más del resto de la familia y del mundo. Jiro, en su intento por sondear este problema familiar, irá percibiendo que el aislamiento de Ichiro va mucho más allá que una posible distancia de su esposa, sino que es la muestra de una angustia vital que casi le hace imposible sortear la alienación de la vida moderna .“Insistía en que estaba asediado por la hipocresía, pero no lo ilustraba, no daba ningún ejemplo. Me preguntaba por qué razón se excitaba tanto con esa palabra concreta 'hipocresía'.” Es un tema que ya aparecía en todo sus esplendor en Kokoro, y aquí vuelve a repetirse de una forma en que vincula a ambas novelas creando un díptico de la modernidad en la que ya estaba sumergida Japón. Ichiro será el verdadero protagonista de esta novela espléndida, un hombre al que le resulta imposible relajarse “Solo puedo pensar, pensar, pensar.” Ichiro repiensa, se siente inseguro, se atormenta por decisiones que el resto de nosotros tomaríamos intuitivamente y hay un momento en que declarará convencido que “No hay ningún puente que lleve de un hombre a otro.”
“Su hermano está frustrado porque tiene la sensación de que, haga lo que haga, no importa cómo, no llega a ninguna parte ni por el fin ni por los medios. Es una persona absolutamente insegura, y el resultado es que no está en paz consigo mismo. Se levanta porque no puede dormir tranquilo. Una vez se levanta, no se puede quedar sin hacer nada, así que se dedica a caminar. Cuando camina, no se contenta con eso y, por tanto, se pone a correr y en cuanto empieza, ya no puede parar sin importarle a dónde va. No solo no se para en ningún sitio a descansar, sino que no puede dejar de acelerar en ningún momento y eso lo asusta, pues no imagina a qué y adónde lo conducirá su esfuerzo. Se asusta tanto que un sudor frío le recorre el cuerpo. Eso es. Dice que está insoportablemente asustado.”
El Caminante es una novela que a veces no sabes por dónde va a discurrir, puede parecer confusa e incluso sus personajes que juegan en los límites entre la ambigüedad y la hipocresía, pueden parecer impenetrables. Sin embargo, Soseki rellena estos huecos con momentos realmente maravillosos, íntimos, dando pequeñas pistas de lo que hay bajo estas apariencias: ¿existirá esta atracción entre Jiro y Nao? Nunca se expresará pero si que habrá pequeños gestos, que puedan revelar al lector que existe algo no resuelto, ademas de una presión que sentirá Nao como mujer, que casi se revela la noche de la tormenta, y que Soseki solventa con una tensión atmosférica que emociona por lo fínisimamente hilada que está.
“-¿Estás
asustada?
-Sí -respondió desde un lugar incierto de las
tinieblas. En su voz no había rastro de miedo. Tampoco fingía no
tenerlo.”
La forma en que Nao se va revelando, poco a poco, en continua lucha con el encorsetamiento al que la somete el ambiente familiar y la presión social, estallará en una escena antológica, en la que por primera vez se muestra frente a alguien, en este caso Jiro. Es casi la única vez en que un personaje, femenino se revele de esta forma, gritando a los cuatro vientos, la infelicidad en la que se ve abocada a vivir, pero quizás Ichiro es mucho más infeliz ya que su angustia vital solo podría encontrar refugio en la locura. Al final de esta historia aunque no se haya resuelto nada, porque en la vida real las cosas no se resuelven tan fácilmente, sí que se puede decir que Jiro ya no será el mismo que al principio de la novela.
La traducción es de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés.
“-Si los hombres no estáis contentos, os podéis marchar a otro lugar. Cómo tú. Pero, desde luego, las mujeres no podemos. En realidad, no soy mucho mejor que una planta en una maceta; una vez plantada por las manos de mis padres, ya no soy capaz de moverme, ni un solo centímetro a menos que venga alguien a ayudarme. No me queda más remedio que estarme quieta. Estarme quieta hasta que me marchite.
Me recorrió el cuerpo un escalofrío ante la inmensa fuerza femenina que había tras su grito de socorro.”
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