Las ciudades de papel, de Dominique Fortier

 

⭐⭐⭐⭐

♫♫♫  Emily Dickinson, Who cares about the Bluebird sing - Ezio Bosso  ♫♫♫ 

 

Yo nunca había soñado con viajar; llevaba toda la vida buscando lo contrario: echar raíces, sentirme por fin en casa en algún sitio.”


Se ha escrito mucho sobre Emily Dickinson (e imagino que se seguirá escribiendo eternamente sobre ella) intentando desentrañar un misterio que realmente no creo ni que existiera y lo que me gusta de esta magnifica obra  de Dominique Fortier, una autora canadiense que no conocía y que he descubierto gracias a la Editorial Minúscula, es precisamente que Dominique Fortier no está intentando desentrañar ningún misterio, ni siquiera escribir una biografía sino que lo que de verdad está haciendo es establecer una serie de paralelismos con su propia vida en el sentido de los espacios, de la sensación de desplazamiento y la obsesión por echar raíces. Dominique Fortier comienza relatando en este libro su sensación de desplazamiento y desubicación cuando por motivos familiares tiene que trasladarse a vivir de Montreal a Boston. Boston una ciudad en la que siempre se sintió una extranjera tal como le ocurrió a Emily Dickinson en su momento.


A la gente le asombra que pasase esos últimos años en soledad como si de una proeza sobrehumana se tratase, cuando, repito, lo que debería sorprendernos es que no haya más escritores que se encierren en su casa a escribir plácidamente. ¿No es el circo de la vida ordinaria, con su desfile de futilidades y obligaciones, lo uqe resulta sobrehumano? ¿Por qué nos sorprende que alguien que vive ante todo a través de los libros elija gustosa sacrificar por ellos el contacto con sus semejantes? Hay que tener un alto concepto de sí mismo para querer estar rodeado todo el tiempo de quienes se parecen a uno.”


Tampoco considero esta novela una obra de autoficción porque no creo que a la autora le interese hablar de sí misma, es mucho más modesta que eso, se nota además que Dominique Fortier es una mujer discreta porque en esta novela pasa como de puntillas estableciendo las conexiones espaciales de su propia vida con las de Emily Dickinson. Cuando escribe, se borra. Desaparece tras la brizna de hierba que, sin ella, jamás habríamos visto. No escribe para expresarse, qué horror de palabra, le recuerda a expectorar. No escribe para destacar. Escribe para dar testimonio: aquí ha vivido una flor, tres días de julio del año 18**, asesinada por un chaparrón matutino. Cada poema es una tumba diminuta erigida en memoria de lo invisible”. Es bien cierto que la vida ordinaria es un circo, muy egocéntrico la mayor parte de las veces, y Dominique Fortier en todo momento defiende el espacio, la ubicación física para construírse un refugio para poder escribir y crear un universo sin necesidad de establecer estas conexiones superficiales que hace 150 años existían de la misma forma que ahora. Al principio de esta obra,  ensayo, la autora comienza contándonos la investigaciones sobre el tema el tema del libro y se debate en un conflicto si pisar/visitar el espacio físico que fue el de Emily Dickinson, Amherst, Homestead, donde vivió la mayor parte de su vida. Es aquí, yo creo, donde Fortier incide en la esencia de este texto ¿hasta qué punto lo real y físico va a ser más importante que lo que podría inventar escribiendo sobre ello?


De momento solo es una ciudad de papel. ¿Es preferible que siga siéndolo o, para escribir mejor, debería visitar las dos casas museos? En otras palabras: ¿es mejor tener el conocimiento y la experiencia necesarios para describirlas tal y como son en realidad o la libertad de inventarlas?”


En forma de postales cortas y concisas, Fortier repasa escenas de la vida de Emily Dickinson, escenas domésticas, de la vida cotidiana, las inventa y crea un texto magnifico sobre el arraigo y la necesidad de crear un espacio propio. Las raíces dan un sentido literal a la vida pero no van a ser solo unas raíces físicas sino en forma de palabras, de cartas, de poemas. Estos poemas y sobre todo estas cartas se convierten en un hogar en sí mismo, un refugio del yo más íntimo, tal como expone Fortier, y es muy sutil, muy elíptica en la forma que expone estas viñetas de su vida, menos es siempre más, y sabremos leer entre líneas, desglosando ciertos momentos, como por ejemplo, cuando Emily Dickinson tuvo que enfrentarse a la condescendencia masculina, las pocas veces que se atrevió a salir de su aislamiento para mostrar sus poemas...


-Me han agradado mucho sus... textitos.
¿Cómo pudo pensar que él seria capaz de leerla? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que los hombres estén siempre muy por debajo de lo que sugieren sus fotografías, sus artículos, sus cartas? Pero Emily conoce la respuesta a esa pregunta: se encariña con los seres de papel y estos no tienen nada que ver con los ciudadanos respetables que descubre a continuación.


En Ciudades de papel Dominique Fortier narra la historia de lugares que ella conectará con su vida y con la de Emily Dickinson: diferentes ciudades y casas donde vivió y que aunque arrastrara en sus diferentes desplazamientos un cartel de una exposición de Peter Doig, con la cita “No hay tierra extranjera”, para recordarse a sí misma que podía construirse un hogar en cualquier tierra extranjera, realmente la sensación de desubicación es constante, hasta que finalmente consigue encontrar un hogar, un refugio personal;  todo este proceso de búsqueda/construirse un hogar va firmemente conectado a como lo enlaza con las escenas en torno a Emily Dickinson. Damos por hecho el misterio en torno a  la huida del mundo de Emily  para concentrarse en su escritura y en la observación de este, pero de alguna forma Dominique Fortier viene a contarnos muy sutilmente que igual no había tal misterio, solo la necesidad de preservar su propia vida interior y acercarse a la esencia de las cosas. Un texto bellísimo, sutil, que ahonda en Emily Dickinson casi de puntillas, pero profundizando sobre todo en el proceso de la creación artística. Dominique Fortier ha sido el primer descubrimiento de este año, y espero que sigan traduciéndola.

La traducción es de Iballa López-Hernández


A medida que su hermana los viste, ella se desnuda en el silencio de su cuarto. Primero los prejuicios, los cumplidos, luego, de Dios y su cortejo, las visitas, las obligaciones y las sonrisas. Pronto ya no le faltará más que salir de su piel y situarse ante el espejo.”

 

 

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