El Príncipe Encantado, de Robert Coover

 


 ⭐⭐⭐⭐

 Esta es mi primera incursión en la literatura de Robert Coover, un autor que si tengo que admitirlo, hace unas semanas, ni conocía que existía pero me fue recomendado (las recomendaciones de la Ed. Pálido Fuego siempre son bienvenidas) y según las pistas que iba recibiendo, me atreví y vaya que si acerté. El Príncipe Encantado se podria considerar un relato largo o novella que explora temas que otras historias hubieran necesitado cientos de páginas, y  que no sólo me ha gustado, sino que me ha dejado bastante impactada por los diferentes níveles en los que funciona la historia.

En El Principe Encantado Robert Coover nos presenta la historia de una película, de sus múltiples remakes, precuelas y secuelas interminables, y de su estrella principal, una diva ya en su vejez. Bajo la premisa del cuento de hadas como base de esta película, Coover lo que hace no es sólo deconstruir estos cuentos de hadas, sino deconstruir toda una visión que tenemos del cine, sobre todo el comercial ¿es una sátira sobre las películas Disney y sus remakes sobre lo mismo?? ¿o es una reflexión sobre la evolución del cine desde el más primitivo de sus orígenes hasta nuestra era digital?? porque la película es siempre la misma historia, pero desde las distintas perspectivas de las eras cinematográficas. El Principe Encantado por tanto a veces es parodia, otras comedia, análisis, sensualidad, cine clásico, o un poco de porno descarado aquí, y otro poco de cinema verité allá… todo depende también del lector.

Pero lo que más me apasiona quizás sea ese otro nivel que explora Coover y es el que se refiere a la vejez, porque somos testigos de cómo sus personajes, princesa sobre todo, con su juventud exuberante y físicamente hermosa, se van convirtiendo en ancianos con sus achaques y andadores, y esto es realmente una maravilla, porque Coover te hace pasar de un nivel a otro apenas sin descanso. La narración cinematográfica por un lado, lo que sucede tras la cámara por otro donde  los protagonistas después de tantas décadas reviviendo lo mismo sienten una especie de desesperanza y todo ese rollo en torno al metacine, me han entusiasmado y divertido mucho. Seguiré con Robert Coover, sí o sí.

“No estoy haciendo una película que ha de ser vista. Los plumillas que escribían sobre teoría fílmica llamaban metacine a lo que hacíamos porque no sabían qué era y necesitaban una calificación gafapasta, pero aquel fue el momento en que el cine por fín se miró a si mismo y comenzó a crecer. No duró mucho, pero ahora la idea está tan pasada de moda como el casting del sofá. Sólo han quedado unas pocas reliquías acabadas para que la mafia del cine las malinterprete”.


Nota: Traducción de Jose Luis Amores, del que me he permitido  la libertad de citar los textos para la reseña

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