Historias del Arcoíris, de William T. Vollmann
⭐ ⭐⭐⭐
"En realidad ¡estúpido de mí!, yo creía que llamar por teléfono a una prostituta sería menos solitario que escuchar a través de las puertas cerradas de habitaciones en las que la gente veía la televisión y reía a solas.""
Historias del Arcoíris es el segundo libro de relatos que leo de Vollmann y aunque leerle puede resultar agotador, en el sentido de que le exige mucho al lector por su obsesión a la hora de involucrarse con ciertos temas, también es cierto que el cuento puede ser un formato ideal para acercarse a él porque aquí tenemos una colección de historias, unas menos breves que otras, sobre personas (muy reales) que viven la mayoría de ellos en los límites de una sociedad que los rehúye y no quiere saber nada de ellos, y aunque los creamos muy alejados de nuestras vidas, en el fondo de lo que se nos está hablando es de gente que tiene las mismas necesidades que el resto de nosotros: el rastro que dejan las emociones, los vínculos a la hora de establecer relaciones y sobre todo la exploración de una soledad crónica, uno de los males endémicos de nuestra sociedad, una soledad que se ve reflejada a las mil maravillas en esas vitrinas de cristal dónde ellas se muestran a sus clientes…
"Tal vez se sintiera de ese modo porque Virginia tenía que enseñarle a la gente día y noche partes de sí misma que las mujeres solo se guardan para las personas a las que aman, por lo que al novio de Virginia le quedaba menos de ella para él, y eso le dolía, así que quería guardarse lo que quedaba de ella únicamente para sí mismo, como esos hombres que rumiaban melancólicamente en las cabinas negras contiguas."
A veces me he preguntado qué tipo de persona puede ser Bill Vollmann porque es capaz de pasar de la sordidez más áspera e incluso repulsiva cuando, por ejemplo, nos está relatando quizá un episodio entre prostitutas y sus chulos en el barrio de Tenderloin usando un lenguaje que podría repelernos y hacernos huir de sus textos para siempre, y de repente y casi inesperadamente cambia de registro y puede convertir un párrafo o una idea en un poema exquisito. Es este cambio de registro y esta forma de indagar en la esencia del ser humano lo que más me puede fascinar de este autor, y haciendo memoria no se me ocurre a ningún otro escritor ahora mismo que tenga esta capacidad camaleónica de camuflarse con sus personajes, interactuar y convertirse en uno de ellos y poco después pasar a ser un observador y un escritor.
"-¿Cómo
te llamas?
-
Sugar.
-
Te daré cinco dólares por hablar contigo.
-
¿Solo vas a hablar?
-
Escribo historias sobre personas -dije-. Eso hago."
El arcoíris del
título, puedo intuir, hace referencia a un caleidoscopio de luces
y colores que resuenan no solo en el título de cada relato (Rosa
Amarilla, Damas y luces rojas, El vestido verde, La cartera azul,
Pelo Violeta…) sino a su vez en el nexo que cada color pudiera
tener con la esencia de cada historia o también una forma de vida
asociada a un color. Skinheads, prostitutas, algún asesino en serie,
vagabundos, alcohólicos… todos ellos asociados a un color o no,
porque algunas veces es fácil relacionarlos pero otras veces la
pista que nos da el autor puede resultar tan impenetrable que es casi
imposible para el lector establecer esa conexión entre el color del
arcoíris y la vida o la historia que nos está mostrando. Aunque quién mejor lo explica es el mismo Edgar A. Poe en la cita elegida por Vollmann al comienzo: las miserias humanas a través de los colores del arcoíris...
“Y a veces también me gusta montarme en los autobuses por la noche, cuando puedo pagarme un ticket de última hora. Nada más dar una vuelta y volver a casa, eso es todo. Pero la única actividad que espero con ganas es mirar la oscuridad, sabes."
Lo que sí es evidente es que la mayor virtud de Vollmann es colocarse en la piel del personaje que tiene enfrente, porque él, Bill, ha vivido entre ellos, ha interactuado, se ha enamorado de ellas y esto es palpable en el texto continuamente. Como periodista se camufla entre sus personajes porque quiere conocerles mejor, los disecciona como si estuviera en un laboratorio y es muy evidente que se vuelve obsesivo a la hora de querer indagar en un entorno concreto, pero al mismo tiempo se está convirtiendo en uno de ellos y se mimetiza así que conecta con ellos, lo que convierte sus textos en un exponerse a sí mismo continuamente; como cuando habla de su relación con las mujeres, la forma en que las idealiza, desde la prostituta más olvidada, o Marisa, la skinhead, pasando por Jenny, su novia coreana, hasta llegar a Catherine, la estudiante de Heidegger.
"-¿Idealizas
a las mujeres? -me preguntó Catherine en voz baja.
- Lo
intento- dije yo.
Ella era como un árbol elegante que sombreara
algún estanque de aguas claras donde su propio reflejo quedara
alterado."
(…)
"Y ello a pesar de que nunca había tocado la delicada red que tenía ella entre los dedos. (Tenía una concepción de ella bastante idealizada, cuando en realidad era únicamente un espíritu-llama con la misma capacidad de amar que él mismo. ¿Es posible que uno anhele un ideal de ese tipo?)"
(…)
“Hay mujeres tan asociales que parecen perfectas. No es que se oculten, ni (lo que aún es menos probable) que los hombres eviten entablar contacto con ellas con el fin de imprimir a sus rostros un un misterio espurio; pero nos agrada creer que existe un mundo femenino secreto.
El contacto continuado deforma la imagen a ojos de los hombres. Por eso nos amamos mejor cuando no nos conocemos. Las mujeres atractivas, amables unas, agresivas otras, no bien nos impresionan cuando ya han desaparecido. Las retraídas permanecen. Pienso ahora en aquella mujer que se definía casi por completo por su vestido verde."
En las Historias del arcoíris hay una mezcla entre horror y belleza que en momentos se convierte casi en una experiencia hipnótica. Hubo un par de historias que se me hicieron muy cuesta arriba y que me parecieron como una montaña inexpugnable a la que no pude llegar como por ejemplo el de Naranja Centelleante, pero así y todo, incluso en un relato tan denso, impenetrable y difícil, hay momentos memorables de una belleza inesperada:
“Cuando ella le sonreía ligeramente desde el fuego, a él la felicidad le duraba todo el día, y su corazón irradiaba rayos de una NARANJA LLAMEANTE. Cuando (como ocurría con frecuencia) le ignoraba, él se valoraba a sí mismo por debajo del carbón doblemente quemado. "
A continuación algunas reflexiones sobre algunos de los relatos que más me gustaron:
- Rosa Amarilla: un relato sobre la novia coreana de Bill Vollmann, Jenny, que le sirve de excusa para abordar la falta de comunicación, y hablar por milésima vez sobre el ideal femenino.
"Estar enamorado sin ser amado no difiere de remar en una barca con fondo de cristal, que permita ver tanto la luz verde y reluciente de la charca como su sedimento turbio; al no estar obstaculizado el amor por las virtudes y los vicios de ella (dado que le eres indiferente) avanzas por la superficie de tu amada, dejando a tu espalda olas de la menor duración imaginable. Estás solo.
La barca te pesa y expone tus intimidades a su mirada, hasta que no te queda otra que aliarte con la siguiente tormenta para hacerla zozobrar. Cuando la amas y ella te corresponde, en vuestra desesperación por estar juntos olvidaréis quien está en la barca y quién en el agua, y uno de los dos irrumpiréis en la luz verde y lo VEREIS TODO con los ojos extáticos del ahogado antes de caer lentamente hacia el fondo."
- El vestido verde, un relato pornográfico: un hombre se obsesiona con una mujer, su vecina, pero realmente de lo que se enamora es del vestido verde de ella, y llegado un punto, lo roba del armario de su vecina y lo convierte en su ideal de mujer. Aquí Vollmann describe perfectamente las fases del amor a través de ese fetichismo obsesivo.
"... y los hombros de mi vecina se convertían en verdes praderas inclinadas, y el corpiño de gasa de mi adorable vestido verde flotaba sobre el cuerpo de ella como una marea negra de un verde irisado en un charco del atardecer.”
- Damas y luces rojas: Un retrato sobre las prostitutas en el barrio de Tenderloin, otro tema que obsesiona a Vollmann por su vuelta continuada a ellas en varios de sus libros. Las adora, las idealiza y las entiende.
"...y se puso a hablar conmigo a través del cristal con sus ojos tristes expresándose con mayor intensidad pues yo no podía oír ni una palabra de lo que ella estaba diciendo; era como si estuviera atrapada en una cabina telefónica y se asfixiara lentamente...."
- La Inmensidad Azul: es la historia más larga, casi una novela en sí misma y está basada en un hecho real sobre un asesino en serie que asesinó a varios vagabundos y prostitutas pero nunca fue encontrado, y aquí Vollmann crea un asesino en serie dividido entre dos personalidades, y a medida que va elaborando estos asesinatos al mismo tiempo, crea el retrato de sus víctimas en una especie de relato coral. En este relato Vollmann no se corta un pelo a la hora de recrear la violencia, pero es a la vez un relato poético y melancólico, una mezcla explosiva. Una de sus mejores historias.
“Bajo la Inmensidad Azul, a veces es esencial parecer despierto cuando se está dormido, y parecer inconsciente cuando se está escuchando y vigilando con nerviosismo."
- Pelo Violeta, una tragedia heideggeriana: El Espiritú Santo quiere tentar a Catherine, estudiante de Heidegger, y él mismo Vollmann es un personaje más en la historia y no podía ser otra forma ya que es otro relato sobre su idealización de la mujer.
"...y su pelo sedoso parecía poseer tres tonalidades diferentes de violeta. Las hebras de pelo violeta de Catherine vivían juntas en bellas trenzas o hermosas marañas, como ella dictara, y se visitaban las unas a las otras cuando soplaba el viento."
(...)
"A la
luz del sol su pelo era translúcido. Era perseverante e
irrefutable."
(...)
"El
pelo de Catherine le colgaba detrás como la cola violeta de un
meteorito. Su pelo me tenía destrozado. ´Si yo quisiera escribir
algo indescriptible´ dijo Stephanie, ´mi vida sería sentir ese
algo y luego describir las sensaciones que experimente´, por lo que
le rocé el pelo a Catherine y hundí la cara en él..."
Resulta casi contradictorio pensar que un escritor tan terrenal como Vollmann, que ha vivido además en propia carne los ambientes más chungos y sórdidos junto a las vidas más desesperanzadas, tenga ese concepto tan idealizado del amor. En estos relatos Vollmann vuelve una y otra vez al tema del amor anhelado, el imaginado o idealizado en su cabeza y lo mezcla con un cierto sentido del humor algo más áspero, seco y amargo, como si en este humor se escondiera la imposibilidad de que este deseo anhelado existiera realmente y solo pudiera convertirse en pura realidad a través de la ficción que es capaz de recrear. No sé hasta qué punto estas historias son reales o totalmente ficticias, pero es evidente que a Bill Vollmann le va la vida en ellas. La traducción es de José Luis Amores.
"(Hay que abogar por alcanzar la meta final de las pasiones con la mayor lentitud posible, demorándose en cada estado, el primer beso, la declaración de amor, las progresivas maniobras sexuales; porque existe en la vida un ansia continua de escalada, y bien podría ser que después de conseguirla a ella y de que ella te haya conseguido a ti, ya no quede nada más que hacer.)"
♫♫ ♫ The Lights of Town, Cemeteries ♫♫ ♫
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