Los libros de Jacob, de Olga Tokarczuk
⭐⭐⭐⭐⭐
♫♫ ♫ Filiae maestae Jerusalem, RV 638: II. Sileant Zephyri (Vivaldi) ♫♫ ♫
"Frank, o frenk , significa extraño. Nachman sabe que eso es del agrado de Jacob: ser un extraño es un rasgo de quienes cambian a menudo de lugar de residencia. Le ha dicho a Nachman que donde mejor se siente es en un lugar nuevo, porque es como si el mundo volviera a renacer. Ser un extraño equivale a ser libre. Tener una historia propia, no para todo el mundo, un relato escrito por las huellas dejadas tras de sí.
[…]
Sentirse huésped en todas partes, instalarse en una casa solo por un tiempo, no preocuparse por lo plantado, disfrutar del vino antes que encariñarse con el viñedo. No entender la lengua, y así distinguir mejor gestos y muecas, las emociones emergen de los rostros como sombras. Aprender la lengua ajena desde el principio, un poco en cada lugar, comparar palabras y descubrir el orden de las semejanzas.
Hay que proteger con suma atención ese estado, pues proporciona un poder inmenso.”
Después de haberle dedicado a esta novela casi un mes y viniendo de leer “Sobre los huesos de los muertos” y “House of day, house of night” (Antaño ya lo había leido el año pasado), no voy a decir que me haya convertido en una conocedora de los intrinculís de Olga Tokarczuk pero si más o menos reconozco esos temas recurrentes que parecen obsesionarla. La cita elegida del inicio de la reseña, que se corresponde a dos momentos de la novela separados en el tiempo pero que he unido, creo que expresan a la perfección la concepción que tiene esta autora del espacio y del tiempo. Puede definir perfectamente no solo a Jacob Frank, el personaje guía de esta novela, sino además ese concepto de libertad que suena casi como un ideal porque la libertad tal y como la concibe esta autora prácticamente no existe, es más un concepto mental en torno a la libertad. Están las fronteras, claro, y está también el arraigo a ese pedazo de tierra, que parece contradictorio con estas citas, y que también es un tema recurrente en ella. Aquí en Los libros de Jacob me encuentro una cita, que prácticamente había empleado también en “House of day..” y casi que también en Los huesos de los muertos. Mi mala memoria ni se habría detenido en ella de no tener estos libros tan recientes, pero me llamó la atención que “Quien tiene un pedazo de tierra se vuelve inmortal.” fuera otro concepto recurrente en ella, y que la empleara en una novela como ésta donde toda ella responde al concepto del “el movimiento es vida”. Así que en Los libros de Jacob, Olga Tokarczcuk aborda los mismos temas que ya conocía, solo que aquí le dedica casi mil páginas, los extrapola de ese lugar concreto y local que puede ser Nowa Ruda, y escoge convertir Los libros de Jacob en una novela histórica con tintes épicos, donde todo está muy magnificado: los personajes del entorno de Jacob Frank cambian de religión, de nombre, cruzan fronteras, se mezclan, se separan, montando su propio ecosistema allá donde van, la excusa perfecta para Olga Tokarczuk a la hora de reflexionar precisamente sobre estos temas en torno al arraigo, y la libertad del individuo.
"Hay cosas externas e internas. Las externas son apariencia y nosotros vivimos dentro de ellas, en la apariencia, como la gente dormida, y las leyes de esa apariencia las debemos considerar verdaderas pese a que no lo son. Cuando uno vive en un lugar y en tiempo determinados, donde rigen ciertas leyes, es preciso observarlas más sin olvidar jamás que conforman un orden relativo. Pues la verdad es otra diferente .."
Los libros de Jacob es una novela compleja por el contexto histórico que presenta, porque realmente estilísticamente hablando, casi que me ha parecido la más convencional de sus novelas, aunque en casi mil páginas cabe todo. Pero es compleja porque en esta novela Olga Tokarczuk presenta al hombre en un entorno en plena ebullición, conflictivo, en continuo movimiento y porque para el lector es un mundo que no tiene nada que ver con el de ahora: tres imperios a la gresca en los cuales las tres religiones marcaban ese conflicto. En pleno s.XVIII donde la Ilustración convivía casi al mismo tiempo con la religión, no había otra que poner en duda el orden existente, la enorme diversidad se sostenía dependiendo de la contaminación de las religiones de turno y por la politica de poder, y por supuesto todo dependía también de hasta qué punto se podía aprovechar la debilidad de los tiempos en propio beneficio. Así surge un personaje como el de Jacob Frank, listo y pragmático como él solo, que se arrima al ascua que más calienta y no tiene escrúpulos para cambiar de piel cuando le conviene, pasar de ser judío a convertirse al islam o directamente a erigirse en católico según la conveniencia, o crear su propio sistema según su interés del momento…, porque Jacob Frank, fue un hombre real que inspiró a legiones de seguidores al “frankismo”, un movimiento judío sabateo que tenía la creencia de que las personas debían transgredir todos los límites morales que conocían. El movimiento propugnaba la “redención por el pecado”: los días de ayuno se convirtieron en fiestas y se anularon las reglas sobre la modestia, la pureza e incluso el incesto.
"Me
preguntó qué significaba esa palabra polaca -futilidad-. -Es
bonita-, dijo.
Es cuando todo esfuerzo resulta vano, cuando se construye sobre la arena, cuando se recoge agua con un tamiz, cuando el dinero ganado con mucho sudor resulta falso. Todo eso es, precisamente, la futilidad."
Los libros de Jacob es una novela donde continuamente se forjan conexiones, todo está entrelazado, como el río de la vida y en este aspecto Olga Tokarczuk ha construido una novela que abarca toda una forma de vida. Comienza en Rohatyn, una ciudad del s.XVIII que ahora se encuentra el oeste de Ucrania, pero que cuando empieza la novela formaba parte del dominio polaco. Es día de mercado y conoceremos a varios personajes, que se irán expandiendo y atrayendo a más personajes: judíos, católicos, poetas, mercaderes… un mundo en continua expansión. La autora tardará casi doscientas páginas hasta presentarnos a Jacob Frank, y aunque el título de la novela lleve su nombre y su vida sea la excusa para que Tokarczuk nos introduzca en está época, realmente es una novela que va más allá de Frank.
" Y puesto que los judíos siempre tienen miedo, ya sea del terrateniente, o del cosaco, o de la injusticia, o del hambre y el frío, y viven en continua incertidumbre, Jacob se convierte para ellos en una especie de salvación. La ausencia del miedo es como una aureola en la que calentarse, una garantía de calidez para un alma pequeña, aterida y asustada.“
Poco a poco y a través de esta multitud de personajes que la autora nos ha ido presentando antes de llegar a Frank, comienzan a correr a rumores sobre un judío joven y lleno de carisma al que algunos consideran el nuevo Mesías, así que antes de que el Tokarczuk nos lo presente, el lector ya lo ha conocido por boca de otros… ¿es Jakub Lejbowicz Frank un embaucador, un verdadero ser espiritual, un hereje o simplemente un tipo listo que se ajusta a los cambiantes tiempos cual camaleón en su entorno? El efecto que la autora crea con estas diferentes perspectivas de Frank dan en el clavo porque no sabemos si estamos fascinados, asqueados o enfadados con Frank, al igual que sus contemporáneos.
"Al igual que muchas mujeres, no siente ninguna simpatía por Jacob. Sobre todo cuando lo ve rezar. Además, mientras reza, gira alrededor de su eje y hace rechinar los dientes. Trucos de feria, piensa Sobla."
Olga Tokarczuk describe a Frank desde una cierta distancia porque siempre habrá alguien hablando de él u opinando sobre él, y así llegado un punto, el lector tendrá una imagen de él casi irreal, muchas perspectivas de un mismo hombre, cruel, brutal, interesado, o descarado, carismático y lleno de encanto. Sea como sea, Tokarzcuk incluso nos lo presenta como un ser humano vulnerable y cansado pero en ningún momento se nos presenta definido, quizás porque lo que de verdad importen sean esas perspectivas, esas otras vidas que conforman el círculo de la historia. A Olga Tokarczuk le interesa sobre todo el punto de vista de quiénes han estado siempre fuera de las historias oficiales, en este caso las mujeres, los exiliados... y los mezcla con aquellos que sí aparecían en las historias oficiales como podían ser rabinos, aristócratas, intelectuales, poetas, mercaderes, sectaristas devotos o directamente creyentes decepcionados…, creencias, obsesiones, fe y dudas, todo está aquí.. La novela es un compendio de diferentes puntos de vista presentados casi siempre en tercera persona, pero además Tokarzcuk también se apoya en crónicas, discursos, reflexiones en primera persona, y sobre todo en cartas, que son tan importantes aquí..., relaciones epistolares que son uno de los puntos fuertes de esta novela como pueden ser las que intercambian el cura Chmielowski y la poeta bárroca Elzpieta Druzbacka: “en cambio la cultura consiste en perfeccionar el contacto entre las personas con ayuda de la palabra, la literatura, la pintura, las bellas artes”. Es en estas cartas donde se hacen presentes los vientos de apertura frente a la oscuridad de la religión, la obsesión de ambos en que el conocimiento sea accesible y universal, e incluso la poeta le llega escribir en una de estas cartas que deje de escribir en latín y que abra sus textos a las mujeres y a las clases bajas, refiriéndose a la enciclopedia que estaba escribiendo Benedykt Chmielowski. En ningún momento de la novela se llega a vislumbrar si la poeta y el cura se llegaron a conocer más allá de estas cartas.
"Las cartas que de vez en cuando escribe a la señora Druzbacka le proporcionan gran placer, pues tiene la sensación de que por fin alguien lo escucha y, además no en materia erudita, sino humana. A veces las compone mentalmente durante días enteros..."
"He pensado mucho en qué placer pueden proporcionarle, estimada señora, estas mis epístolas cuando tantas cosas ocurren a su alrededor. He concebido, por lo tanto, la idea de introducir en cada carta mía diversas curiosidades que encontré y describí en mis libros …""
"He recopilado en mis libros el conocimiento humano, así que ¿cómo no iba a copiar? ¿Cómo no iba a buscar referencias? A fin de cuentas, Aristóteles o las leyendas de Sigibertus o los escritos de San Agustín, ¡no pueden ser propiedad de nadie! Puede que sea un magnate y que esté lleno de cofres, pero el conocimiento no le pertenece ¡y no se le puede estampar un sello ni marcar sus lindes como a un campo de cultivo!"
"Gracias a la poesía puede uno profesar, es decir, practicar, ejercitarse, en lo más importante, aprender cómo piensan otros, algo muy valioso, puesto que sin ello se podría pensar que todo el mundo piensa de la misma manera, y bien se sabe que eso no es verdad. Cada individuo piensa e imagina cosas diferentes al leer..."
Y llegado a este punto tengo que atacar el tema no solo de los distintos narradores, sino el que se refiere a la narradora principal, la abuela de Jacob, Yenta, que es lo que le da a esta obra, esa dimensión tan cósmica e íntima a la vez. Yenta es una anciana que vive entre la muerte y la vida y a la que Tokarczuk, dota de ese poder para recorrer todos los mundos de esta historia: “Entonces, de repente, como por un impacto inesperado, Yenta ve todo desde arriba”. En Yenta, que yace en una cueva, en una especie de limbo, están todas las perspectivas que hemos podido ir vislumbrando a través de la pluma de la autora. Yenta va más allá del narrador omnisciente, ella expande las noticias, es la que imparte las enseñanzas al lector a través de las conexiones que se van estableciendo. En Yenta se aúnan todos los personajes, todas las conexiones, todas las perspectivas…, es como si se desplazara en el espacio y en el tiempo conectando al lector con un mundo en continua expansión.
"Una noche invernal en la que me costaba conciliar el sueño me sentí muy raro. Tuve la inquietante impresión de que nada de lo que me rodeaba era verdadero, de que todo era artificial, como si el mundo hubiese sido trazado por la mano de un hábil pintor sobre trozos de lienzo colgados por todas partes. En otras palabras: como si todo en derredor fuese inventado y por un milagro hubiese cobrado aparente forma."
Llegado a este punto aunque tenga que confesar que esta novela no es mi favorita de las que leí suyas, no puedo por menos que ponerme a sus pies por todo lo que es capaz de transmitirnos Tokarczuk. Es cierto que hubo momentos que se me hicieron un poco cuesta arriba sobre todo por la repetición de ciertos acontecimientos, hay páginas que se limitan a hacer un inventario de acontecimientos y de nombres, y sin embargo, obviando esto, y viéndolo con perspectiva, es una obra inmensa que traspasa lo que es una novela dramática o histórica; detalles por ejemplo como los de Yenta desplazándose a través del tiempo y del espacio, las distintas perspectivas en torno a Jacob Frank, las pequeñas historias que sumadas una a una convierten la novela en una historia multidimensional. Los libros de Jacob abarca tantos frentes, tantas historias, tantos personajes unidos a sus lenguas, culturas y religiones que realmente todavía la estoy digiriendo, y hay verdaderos momentos, pequeños e íntimos, que son ya imposibles de olvidar como por ejemplo:
la historia en torno a Gitla y el médico Asher Rubin:
“Puesto que Asher ama a Gitla, la escucha con atención e intenta comprenderla. Poco a poco, empieza a compartir sus ideas. La fecha en que apareció en su casa la ha establecido como un gran día festivo personal, que celebra en silencio consigo mismo año tras año."
o la vulnerabilidad de Elisha Shor:
"Es un hombre cuyo interior es igual que una casa con de muchas estancias: una cosa en una, otra en otra.Por fuera parece un solo edificio, pero por dentro se ve esa multiplicidad. Nunca se sabe qué se puede esperar de él. Elisha Shor siempre se siente desdichado. Siempre le falta algo, echa de menos algo, le gustaría tener aquello que otros tienen, o por el contrario, tiene algo que otros no, pero lo considera inútil"
o las dudas en torno a la fe:
"¿Qué parte de nuestro corazón cree y qué parte tiene la certeza de que es mentira?, se pregunta medio dormido y luego, antes de sumergirse en el sueño, piensa en lo difícil que es huir de uno mismo."
“¿Qué se siente al darse cuenta de que uno ha vivido inmerso en una ilusión? Es como si alguien dijese a un niño que el rojo es verde, el amarillo es rosa, un árbol un tulipán…
Empecé esta reseña abordando los temas recurrentes de esta autora en torno al espacio, al tiempo, la libertad o el arraigo, pero lo que más me interesa es quizás el concepto en torno a la identidad del individuo, la continua búsqueda de quiénes somos realmente, cuál es nuestro lugar en el mundo… un misterio inherente al ser humano. Y cómo mejor lo expresa Olga Tokarczuk es a través de la lengua, encontrando un lenguaje propio y único ya sea a través de la historia oficial de los acontecimientos o a través de esa otra extraoficial, invisible y misteriosa que siempre estuvo oculta. La perspectiva está completa.
La traducción es de Agata Orzeszek y Ernesto Rubio.
"Intento mirar el mundo con mis propios ojos y tener mi propia lengua, no una ajena."
[...]
Y la dulzura de esa lengua que lleva tanto tiempo sin usar, al cabo de un instante, se convierte en una añoranza insoportable."
Buaah, reseña espectacular Kansas. Me sigue resultando imponente, pero aquí está, en la estantería.
ResponderEliminarGracias 📚💥 pero haces bien tomándotela con calma, yo estuve un par de veces a punto de tirarla por la ventana 🤣 (¿Y te has fijado en la numeración de las páginas del libro???), y por otra parte hay momentos absolutamente maravillosos. Y está Europa que describe Doña Olga, q pasada!!
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