Respiración artificial, de Ricardo Piglia

 

⭐⭐⭐⭐

 

 

Me puse a pensar en eso, o sea, me puse a pensar (segunda linea de reflexión) cómo hacer para existir.”



Una novela que se construye a través de cartas y de conversaciones y ya dije por aquí alguna vez que el género epistolar me fascina, pero es un texto que además se mimetiza con la biografía, la autobiografía, el ensayo, los diarios y sobre todo la critica literaria, lo que la convierten en una obra con mil y una historias que se bifurcan en torno a varios personajes del presente y del pasado. Y vuelve a salir a colación Wittgenstein y su cita “de lo que no se puede hablar mejor callarlo…” que una vez más es la madre del cordero…, porque en esta novela se habla mucho pero igual lo de verdad importante no se dice, no se habla,  temas que están ahí pero en torno al cual las conversaciones giran y giran porque pueden ser demasiado terroríficos para abordarlos. Piglia me lleva literalmente a los brazos de Roberto Arlt…



Escribir una carta es enviar un mensaje al futuro, hablar desde el presente con un destinatario que no está ahí, del que no se sabe como ha de estar (en qué ánimo, con quién) mientras le escribimos y, sobre todo, después: al leernos. La correspondencia es la forma utópica de conversación porque anula el presente y hace del futuro el único lugar posible del diálogo. 

 Escribo la primera carta del porvenir (30.7.1850)

[...]

Pero además existe una segunda razón. ¿Qué es el exilio sino una situación que nos obliga a sustituir con palabras escritas la relación entre los amigos más queridos, que están lejos, ausentes, diseminados cada uno en lugares ciudades distintas? Y además ¿qué relación podemos mantener con el país que hemos perdido, el país que nos han obligado a abandonar, qué otra presencia de ese lugar ausente, sino el testimonio de su existencia que nos traen las cartas (esporádicas, elusivas, triviales) que nos llegan con noticias familiares? 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Yo navegué con Magallanes, de Stuart Dybek

X (Erasure), de Percival Everett