El libro de mis vidas, de Aleksandar Hemon

 


⭐⭐⭐⭐

♫♫♫ I dream of Chicago - Parlours♫♫♫



"Aterricé en O'Hare el 14 de marzo de 1992. Recuerdo que el día estaba despejado, con mucho sol. Al salir del aeropuerto, camino de la ciudad, vi por primera vez los altos edificios de Chicago, una ciudad enorme, lejana, geométrica, de un verde más oscuro que el esmeralda contra el cielo azul."


Igual este comentario podría ir en un tandem unido a la novela última que vengo de leer, Yo navegué con Magallanes, de Stuart Dybek porque llegué a estas memorias de Aleksandar Hemon mientras leía a Dybek, hijo de padres emigrantes polacos que sitúa sus historias en Chicago, e investigando me llamaron la atención las similitudes entre ambos autores, la amistad entre ellos cuando Hemon llegó a Chicago como desplazado tras el conflicto bélico, conexiones continuas. Ya había leído antes a Hemon, pero realmente lo que me interesaba de estas memorias era quizás esa búsqueda de identidad del desplazado, y en este caso concreto, Chicago es el nexo de unión entre ambos autores, una ciudad que funciona para ellos como baluarte donde agarrarse cuando la desubicación existencial te desborda. En Yo navegué con Magallanes queda muy patente esa eterna búsqueda de identidad o de reafirmación, como al mismo tiempo queda muy definido el lugar, en este caso, como emplazamiento de referencia en el que reafirmar esta identidad. Por motivos personales de experiencias de vida, es un tema que siempre me ha interesado mucho y en los autores balcánicos que leí el año pasado encontré que este tema del desplazamiento físico era un tema recurrente en la mayoría de ellos, así que no deja de ser una literatura a la que acabas asimilando como conexión personal. Leyendo estos quince relatos autobiográficos de Hemon al mismo tiempo que avanzaba con la novela de Dybek, que de alguna forma son también relatos interconectados por experiencias personales aunque con la carcasa de novela, no dejé de encontrar momentos recurrentes que se repetían: la infancia, la vida familiar, el descubrimiento de la cultura a medida que vas creciendo, las rebeliones, las personas referentes de tu vida… todo esto que es tan universal y que aunque sean experiencias propias en este caso de Hemon, o de Dybek, y que sin embargo, son perfectamente reconocibles para cualquiera de nosotros. Cuando el equilibrio se rompe por culpa de que tu lugar en el mundo ya no es el que era, lo primero que parece derrumbarse es la propia identidad.


"La inmigración también conduce a una especie de enajenación de uno mismo. El desplazamiento se traduce en una tenue relación con el pasado, con el yo que existía y que obraba en un lugar diferente, donde las cualidades que constituían nuestra individualidad no tenían necesidad de regateos.


"La inmigración es una crisis ontológica porque nos obliga a negociar las condiciones de nuestra individualidad en circunstancias existenciales que cambian continuamente. La persona desplazada lucha por mantener la estabilidad narrativa, ¡he aquí mi historia!, mediante la nostalgia sistemática.
[...]
Al mismo tiempo tenemos la ineludible realidad del yo transformado por la inmigración: al margen de qué personas hubiéramos sido, ahora estamos divididos entre nosotros-aqui (por ejemplo, en Canadá) y nosotros-allí (por ejemplo, en Bosnia)."


El libro de mis vidas da título a uno de los relatos de esta colección de historias autobiográficas en la que Hemon se centra sobre todo en esta búsqueda cambiante de identidad. El caso es que hay dos partes perfectamente marcadas: la primera mitad está centrada en sus experiencias en su tierra natal de Bosnia y la segunda parte, ya en Chicago, y casí que me gustaron más estos últimos relatos, aquellos en los que se siente un desplazado perdido en un mundo que no tiene nada que ver con el suyo. Es cierto que este desplazamiento no fue voluntario sino que Hemon se vio estancado en Estados Unidos en pleno estallido de la guerra de Bosnia, y que a partir de aquí se ve obligado a construir una vida y empezar de cero fuera de su país, pero a mi entender consigue transmitir muy bien esta dificultad de reafirmar una identidad en una tierra que no tiene nada que ver con uno mismo y que NO ha buscado voluntariamente en un principio, y termina de definir también muy bien lo importante que es el lugar para esta identidad. En la novela de Stuart Dybek, es un tema continuamente presente, y en esta colección de relatos de Hemon, he tenido la misma impresión. Objetos, frases, gente, momentos en una memoria que quedan ya perdidos para siempre y que sin embargo el recuerdo intenta mantenerlos vivos sea como sea. En Yo navegué con Magallanes me llegaron al alma sobre todo los padres del protagonista, que no terminan de encontrar esta identidad , y en esta obra de Hemon, me llegan al alma los padres de Hemon que una vez en Canadá, tampoco terminaron nunca de encontrar esta identidad perdida y que convierte la vida en una tragedia, en un sufrimiento crónico por culpa de la nostalgia. Ni siquiera en los reencuentros de Hemon con sus padres ya instalados en Canadá, ya nada parecía igual: algo se había perdido en el camino.


Nos añorábamos incluso cuando estábamos juntos, porque lo que teníamos delante y no queríamos ver, la desaparición de nuestra vida anterior, ya no era absolutamente nada en comparación con lo que había sido. Todo lo que hacíamos juntos en Canadá nos recordaba lo que habíamos hecho juntos en Bosnia.”



Es un tema complejo este de la metafísica de inmigración, tal como se refiere a él Hemon, y realmente quien no se haya visto sumido en estas circunstancias, de la brusquedad de ese cambio y de lo que supone para la reafirmación de uno mismo, quizás no llegue a entenderlo nunca, pero creo que Aleksandar Hemon lo describe muy bien. No todos los relatos me han gustado en la misma medida, por ejemplo, el último, El Acuario, me parece un poco anticlimático con respecto al resto, pero así y todo la fuerza que tiene Hemon a la hora de describirnos esta desubicación en un momento dado de su vida, es lo que más me interesa en esta obra. No son unas memorias al uso, son retazos de momentos, de sensaciones, de silencios mientras intenta encontrar algo a lo que agarrarse en una tierra extraña (“Era mejor guardar silencio que decir lo que no tenía interés. Había que proteger de la agresión de las palabras inútiles el silencioso rincón que hay en el más profundo rincón de uno mismo”),  de flashes fugaces y momentáneos que te hacen perderte en ti mismo para al momento siguiente continuar con tu vida. Quizás por esto funcionan estas memorias, un género por otra parte un tanto ambiguo en el sentido de que la misma memoria no es lineal y nos traiciona continuamente pero  Hemon consigue plasmar sobre todo una vida interior en la que está siempre presente su nostalgia por aquello que fue y que ya es totalmente irrecuperable. Al igual que en la novela de Dybek, en ésta,  Hemon reconoce a Chicago como su otro hogar, y no deja de ser otra carta de amor a la ciudad a la que se agarró como un hierro ardiendo. Toda una ciudad baluarte.

La traducción de las citas es de Antonio Prometeo Moya.


Mientras que los paisajes urbanos de Sarajevo habían estado poblados por caras conocidas, por experiencias compartidas y susceptibles de compartirse, el Chicago que yo me esforzaba por comprender estaba oscurecido por el tema del anonimato voluntario.
[...]
Mi desplazamiento fue metafísico en la misma medida exacta en que lo fue físico. Pero yo no podía vivir en ninguna parte; quería de Chicago lo que había obtenido de Sarajevo: una geografía del alma."



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