Job (Historia de un hombre sencillo), de Joseph Roth
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"¿Qué se puede decir cuando se despide uno de por vida? Schemarhaj se echó el hatillo al hombro y abrió la puerta con el pie. No volvió la vista atrás. A sus espaldas aún resonó el fuerte grito de Deborah."
“Escritor, Austríaco, Muerto en el exilio” es lo que reza la tumba de Joseph Roth en París y creo que define muy bien quién fue Joseph Roth, y viniendo como vengo de leer su Correspondencia con Stefan Zweig, quizás he podido entrar en más profundidad en lo que significa un libro como este Job, que escribió en 1930, uno de sus pocos éxitos junto a Radetzky. Echando un vistazo a la biografía de Roth y a sus cartas queda clarísimo lo mucho que hay de Mendel Singer en el propio Roth, no tengo duda de que en Job, el autor volcó muchas de sus propias experiencias y sufrimientos, porque entiendo esta novela como la historia de autodescubrimiento de un hombre, Mendel Singer, hasta que en su vejez parece encontrar ese equilibrio que siempre buscó y nunca encontró. Job es el gran testimonio de una crisis de vida, de fe y de identidad. Mientras Joseph Roth escribía su Job no solo se sintió terriblemente culpable por no haberse dedicado más a su esposa, gravemente enferma, sino que un presente incierto marcado por el emergente nacionalsocialismo amenazaba con destruir todo a su paso, todo esto queda impregnado en la atmósfera de toda la novela. Tal como él mencionaba en una carta a Zweig “Entretanto sabrá usted que nos aproximamos a grandes catástrofes, todo conduce a una nueva guerra. No doy un céntimo por nuestras vidas. Los bárbaros han conseguido gobernar. No se haga ilusiones. Gobierna el infierno.” Esta novela es anterior a esta carta donde vaticinaba lo que ocurriría años después, pero Roth ya sabía lo que lo iba a pasar y que iba a ser abocado al exilio, él, que tanto amaba el concepto de patria.
"Y entonces un grito salió del interior de Deborah, un grito que sonó como surgido de un cuerno en el que hubiera embutido un corazón humano. Aquel grito se escuchó en toda la ciudad, pero fue olvidado de inmediato. Pues el silencio que le siguió nunca más volvió a oírse."
La novela está ambienta a principios del siglo XX en Zuchnow, suroeste de Rusia, ahora Ucrania. El matrimonio formado por Mendel y Deborah Singer llevan una vida sencilla, con cuatro hijos, el menor, Menuchim, impedido. En comparación a su esposa, una mujer realista y práctica, Mendel es más retraído, apoyándose en Dios para todo: espera milagros para todo incluso para la curación de su hijo. "¿Qué me importa a mí ella?, pensó Mendel. ¿Para qué seguimos viviendo juntos? Nuestro deseo se desvaneció. Nuestros hijos son mayores y saben cuidarse. ¿Que hago viviendo con ella? Comer lo que prepara. Está escrito que no es bueno que el hombre esté solo. Así que vivimos juntos”. Cuando Deborah busca la ayuda del rabino y que le aconseje como enfrentar la enfermedad de su hijo menor, la respuesta será paciencia y la espera de un milagro. Joseph Roth no romantiza el mundo de los judíos orientales sino que les vaticina un destino oscuro y cuestiona esa inacción en espera de que la solución a los males venga del exterior. Cuando llegado un momento se les ofrece la oportunidad de emigrar a América, lo hacen dejando atrás al pequeño Menuchim.
¿Qué me importa a mí esta gente?, pensó Mendel. ¿Qué me importa a mí toda América? Le pareció como si hubiera salido de si mismo, como si a partir de ahora tuviera que vivir separado de su propio ser. Su corazón empezó a enfriarse lentamente. Latía como un mazo metálico contra el frío cristal. Mendel Singer se había quedado solo. Ya estaba en América…"
“Mendel Singer no se movió. Se encontraba en el peldaño más alto de una estrecha escalera de hierro, de espaldas al puerto, al país, al continente, a la patria, al pasado.” La experiencia de la emigración que vive Mendel Singer se puede mimetizar con la propia vida itinerante de Joseph Roth, una vida en América que aparte de la estabilidad económica no le proporciona mucho más a Mendel Singer que desarraigo, dudas y un conflicto consigo mismo. Una vez pasada esa primera etapa en la que estabilidad económica se asienta, Roth entra a cuestionar el sueño americano, la tierra de las oportunidades ilimitadas que al final se cobrarán un precio. El precio a pagar de estar alejado del hogar, de las raíces, es siempre demasiado alto, muchas cosas, personas, momentos se quedan en el camino y ya serán irrecuperables. Roth entra de lleno en el punto de inflexión en el que los emigrantes, no solo judíos, aunque especialmente ellos procedentes de la Europa del Este, se vieron confrontados a un salto mortal en el terreno del idioma, de la cultura, de una mentalidad totalmente opuesta, sumergiéndose en una modernidad que les exigía algo a cambio. Joseph Roth no solo está cuestionando la ortodoxia oriental apegada a un dios rígido sino que al mismo tiempo está cuestionando una modernidad que prácticamente les hacía abjurar de ese dios. Un cambio brutal para Mendel y su esposa Deborah, prácticamente abocado a ajustarse a una civilización occidental que avanzaba a la velocidad de la luz. Independientemente del problema judío, Joseph Roth está abordando la cuestión de la emigración emparentándola al exilio, el primero es voluntario, el segundo obligado, y sin embargo, el precio a pagar será muy alto en ambos aspectos.
"Como y bebo y rezo y respiro. Pero mi sangre se paraliza. Mis manos están marchitas. Mi corazón, vacío. Ya no soy Mendel Singer. Soy lo que queda de Mendel Singer. América nos ha matado. América es una patria, pero una patria mortal. Lo que allá en nuestra casa era el día, es aquí la muerte.”
Independientemente del desarraigo de Mendel Singer el otro punto importante que tocará Joseph Roth será el de su crisis de fe, y en este aspecto lo relaciona con el Job biblíco. Mendel y su relación con Dios, una fe que es fácil sobrellevar mientras quizás no haya embates de la vida y sin embargo que entra en crisis cuando es consciente de que ni los rezos lo están librando de las desgracias. Una vez en América, Mendel Singer entra en guerra con un Dios del que piensa que lo ha abandonado. Lo que quizás más me sorprende de Joseph Roth, incluso en sus novelas más irregulares, es la precisión de su prosa, nada farragosa, sencilla, e incluso con una cierta estructura clásica. Por esto, incluso cuando Mendel Singer entra en conflicto interno por el tema de la fe, resulte tan accesible y tan fácil de entender el dilema en el que se encuentra sumergido este personaje: Joseph Roth siempre convierte en fácil lo muy complejo. Su lenguaje cautiva por su sencillez, por su accesibilidad, por su conexión con un cierto lirismo, aunque ese tormento interno que llevaba a cuestas Roth lo deja siempre reflejado en la profunda melancolía de sus textos. Es una novela conmovedora por cómo aborda los conflictos que se ven obligados a vivir una familia judía pobre, siempre apoyados en Dios como sostén, sin embargo, llegado un punto este Dios no los protegerá. El destino no está programado, y de esto sabía mucho Joseph Roth. Hasta ahora mi novela favorita suya.
La traducción de Berta Vias Mahou.
"Había roto todos los vínculos. Se le ocurrió pensar que ya hacía años que estaba solo. Estaba solo desde el instante en que entre su mujer y él cesó el deseo. Estaba solo. Solo. La mujer y los hijos habían estado cerca de él y le habían impedido sobrellevar su dolor. Habían sido como emplastes inútiles que, aplicados sobre sus heridas, solo la habían cubierto, sin curarlas. Ahora, por fin, saboreaba su dolor con una sensación de triunfo."
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