A merced del mar, de Dominique Fortier


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♫♫♫ My tears are becoming a sea - M83  ♫♫♫ 


-¿Crees que la gente que vivía en el periodo de entreguerras sabía que vivía entre dos guerras? Sabían que había habido una guerra pero no podían adivinar que habría una segunda, ¿no te parece?

El motivo por el que se suponía que la gente no era consciente de la época en la que vivía estaba relacionada con el olvido: el recuerdo de la primera debía haberse perdido para quienes la habían vivido (…) Para entender el pasado yo miraba hacia atrás, como es natural, cuando tendría que haber vuelto la vista (la mía, no la de ellos) hacia adelante.”


En A merced del mar Dominique Fortier vuelve a conectar la historia de ciertos lugares con su propia vida, aunque tal y como ocurría en Las ciudades de papel, tampoco se trate auténticamente de una obra de autoficción sino más bien del intento de construir una novela en torno al pasado insertando reflexiones de su propia vida, una especie de work in progress, pareciera que estuviéramos siendo testigos de la creación de una novela sobre la marcha pero al mismo tiempo insertando ráfagas de su propia vida. Es algo que me llama la atención en ella porque lo hace muy sutilmente, sin estridencias, intentando relacionar lugares, pasado con el presente, y para resucitar el pasado, tal como ella lo narra, hay que deshacerse de los aromas, de los sabores, de los objetos del presente...


Lo más difícil, cuando se intenta escribir sobre el pasado, no es tratar de recuperar la ciencia, la fe o las leyendas perdidas ni hacer que resurjan las gárgolas y los canteros, sino olvidar el mundo tal y como lo conocemos, borrar, en este mundo actual, lo que aun no existía y lo que existía pero escapaba a la vista del entendimiento.”


Este libro que se podría leer en dos tardes, tiene dos narradores, uno en el siglo XV y otro en el presente; el primero, Eloi Leroux, un pintor de retratos analfabeto y muy hábil que es invitado por su primo Robert en el aislado monasterio de Saint-Michel, frente a la costa de Francia, y la segunda narradora, será la propia autora que también en primera persona va insertando retazos de sus reflexiones mientras está intentando crear esta novela. De la misma forma que Eloi cuando llega al monasterio se dedica a pasear por el huerto sin encontrar un objetivo a una vida que considera perdida, la autora recorrerá con la memoria las dos veces que visitó Saint-Michel, la segunda vez con su hija pequeña, el intento de rescatar el pasado se mezcla con el mismo vagar de Eloi mientras intenta  crear la novela: “Ya he mencionado que escribo para perderme, es cierto, pero este libro (que quizás nunca llegue a ser uno) lo escribo también para volver a encontrarme a mí misma. Para encontrar a esa mujer que sabe escribir u que hay que detrás de esa otra capaz de consolar, acunar, amamantar, mimar, cantar, tranquilizar, alimentar y cuidar. Es mi habitación propia.” Dominique Fortier va desglosando ciertas palabras del pasado y relacionándolas con el uso en su presente, y mientras bucea en el alfabeto, Eloi que se convierte en copista de libros en el monasterio, se encuentra con el conflicto de que al ser analfabeto no puede leer ni interpretar lo que está copiando. Eloi no ve en los libros palabras sino colores, tinta, carbón  capaz de convertir en vida. “Libro, que viene de liber: la parte viva de la corteza de un árbol, pero también libertad.”


De modo que para entender los libros, no bastaba con descifrar las letras; también había que saber leer lo que no estaba escrito.”


El Mont Saint-Michel es la ubicación corazón de estas dos historias separadas por más de 5 siglos dónde dos personas distantes en el tiempo comparten el vínculo de la creación artística. La autora ha visitado el lugar dos veces en su vida dejando una profunda huella en su imaginación, es la segunda vez que lo visita ya de adulta cuando se embarca en intentar hacer un libro de esta memoria. Es una escritura íntima la de Dominique Fortier, incluso en su intento de crear una novela a través de la historia del copista Eloi, pareciera que estuviera escribiendo sobre ella misma. Tanto el copista en el scriptorium intentando convertir un libro en eterno como la escritora en el presente se plantean las mismas preguntas...

La traducción es de Iballa López Hernández.


"Desde hace mil años nos ponemos en marcha para huir de algo o encontrarlo. Para avanzar hacia un objetivo, por lejano e inalcanzable que sea, y con mayor razón si es lejano e inalcanzable."



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