La lluvia de los inocentes, de Andrés Ibáñez
⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Black And Tan Fantasy [1927] - Duke Ellington ♫♫♫
"No sé exactamente por qué mi padre se decidió a volver a España. Nunca nos lo explicó, pero es posible que volviera simplemente por su familia y por los amigos que dejaba aquí, es decir, porque a pesar de todo su corazón seguía estando en España."
No conocía a Andrés Ibañez, otro autor al que llego por casualidad. Resulta que escribió una biografía sobre Thomas Pynchon y buceando en una conferencia subida en youtube sobre Pynchon en la que él participaba (y que os recomiendo), supe que era un reconocido autor español, aunque no tan estridente como otros, en el sentido de que no parece estar en el candelero, y sin embargo, se las ingenió por colarse el primero en la pila de pendientes por esta curiosidad insana que me desborda cuando quiero conocer a un autor. En este caso, no solo tenía curiosidad por saber qué tipo de narrativa sería la del quizás el mayor experto de Pynchon de España, sino además, por el atractivo que me suponía algunas cosas que se habían escrito sobre él. En definitiva, llego a Andrés Ibañez y he quedado encantada con La lluvia de los inocentes, una novela a la que califican de nostálgica, y sí lo es, pero ante todo es una novela muy luminosa, desbordante de referencias musicales y sobre todo literarias: lecturas, conexiones entrelazadas, música, cine que conformarán la vida de su protagonista Mateo Montañés: "Un día escuchó Black and Tan Fantasy de Duke Ellington, y su vida cambió para siempre. Aquella pieza de poco más de 3 minutos le volvió completamente loco, sobre todo por la atrevida modulación que había al principio de la pieza..."
“No era la primera vez que leía así, de forma compulsiva, sin parar, sin poder separarse de las páginas. Así había leído "Aventura en el valle" de Enid Blyton, el primer libro verdadero que había leído en su vida. Así leería "Cien Años De Soledad" y, más tarde, "Orlando" de Virginia Woolf y, años después, "Ada o el ardor" de Nabokov y algunos años más tarde V de Pynchon”.
[…]
"Siempre olía los libros que leía, y era raro que le gustara un libro cuyo olor no le agradara. Claro que en aquella época el papel de los libros era mucho más fragante que ahora, seguramente porque entonces se utilizaban menos productos químicos y había una menor distancia entre el libro que uno sostenía en la mano y el árbol original".
“La lluvia de los inocentes” comienza del mismo modo que la novela que acababa de terminar de Lobo Antunes “No es medianoche quien quiere”, la vuelta a la casa familiar del protagonista de la novela para desenterrar los recuerdos; aquí en la novela de Andrés Ibañez, Mateo, el hijo mayor, desentierra el pasado de su famlia, el de sus padres en forma de documentos, cartas y fotos, que había estado escribiendo, anotando y archivando su padre a lo largo de su vida. A partir de aquí, Mateo, rebusca en el que fue su dormitorio unos viejos papeles, una novela que comenzó a escribir cuando era casi un niño (“Llevo años pensando en esa novela que comencé y no acabé. Sus imágnees me persiguen. La felicidad que sentía al escribir esas páginas…”), y que por mucho que busca, no encuentra. Los recuerdos se deslizan ya en tercera persona en forma de capítulos que conformaran una serie de postales que van desde su infancia hasta su primera juventud en la década de los 80. La infancia de Mateo todavía en la era franquista, la transición en su adolescencia para acabar en un momento de su vida, la primera juventud en los años 80, en la que ha experimentado la ilusión, la esperanza, la obsesión por la música y por los libros, llegando también a los primeros desencantos juveniles.
“La mayor parte de las personas solo vive realmente hasta que cumple veinte o veintitrés años. A partir de esa edad, su alma se cierra y ya son incapaces de recibir impresiones nuevas. Son como ostras que ya no filtran más agua de mar, convencidos de que ya han criado en su interior una perla. Lo que les gustó de jóvenes (de muy jóvenes, por cierto) será bueno y lo que no conocieron, será o nada (ya que el ser humano tiene una capacidad infinita para no ver lo que no desea ver) o un error ético y estético.”
Es una novela además casi inclasificable en cuanto a género porque incluso si el autor y su personaje Mateo comparten el hecho de que a los cinco años escribieron una versión muy personal del Quijote, hecho que podría hacer deducir que podría ser una novela con tintes autobiográficos, el caso es que no creo que lo sea, aunque el autor cuente cosas parecidas que pudieron pasarle a él, ésta es una novela en toda regla, y digo que inclasificable en cuanto a etiquetarla en un género porque puede pasar por ser una novela iniciática: en muchos momentos parece pasar por un documental histórico de la época entre el paso de la dictadura al franquismo con Mateo como testigo directo, pero también hay momentos en que parece repleta de ensayos sobre música clásica, literatura, cine e incluso filosofía. "¿Por qué le gustó tanto la música de Mahler? Sin duda lo que él oyó en aquella música era algo que le pertenecía a él, y a él solo. Sintió su propia vida como un misterio y una aventura, un viaje sobre la nada, un paseo sobre el filo de la navaja. Sintió infinitos espacios que se abrían en el interior de su corazón, y la posibilidad de viajes por territorios ilimitados." El personaje de Mateo es una delicia en ese aspecto, y es una delicia como describe el ambiente familiar, sus padres, y el entorno a medida que crecía en una casa con unos padres liberales aunque perfectamente marcados por la dictadura. Su madre, Isabel fue una de las niñas que pasó su infancia y primera juventud en Rusia, huyendo de la guerra, y vuelve en los años 50 como médico.
"-Y sabe ruso?
- Sí. Es su segunda lengua. A veces pienso que en realidad es su primera le gus. Las cosas que escribe para ella siempre las escribe en ruso. Y cuando habla en sueños, habla en ruso. Eso es lo que dice mi padre."
El padre de Mateo, Anselmo Montañés es quizás mi personaje favorito de esta novela. El referente de Mateo, un hombre profundamente curioso. La sección dedicada a él y que da título a la novela es maravillosa:
"Está es la historia de mi familia: un salinero del desierto de Aragón tuvo un hijo que vino a Madrid y se hizo mozo de estación, y este mozo de estación tuvo hijos que se hicieron ingenieros y profesores y aprendieron idiomas y viajaron por Europa."
[...]
"Mi padre dudaba de que le concedieran una beca a un extranjero que no tenía conexiones de ningún tipo. Es posible que le intimidara la idea de ir a la universidad, él que no tenía estudios de ninguna clase y que se había labrado una cultura autodidacta a base de conferencias, conciertos gratuitos y bibliotecas públicas."
Así que esta novela a mi me parece un rara avis de la literatura española y me extraña que no sea más conocida porque su narrativa es profundamente personal al mismo tiempo que muy accesible, irónica y conmovedora. Andrés Ibáñez no se anda por las ramas, su escritura es precisa, en algunos momentos profundamente melancólica y en otros luminosa e irónica. No leo mucha literatura española porque lo que me había llegado no había conseguido calarme, muchos autores españoles muy mediáticos y que aparecen en los consabidos semanarios culturales, me acaban decepcionando. Andrés Ibáñez ha resultado una brisa de aire fresco, literatura de altísimo calado, sin estridencias pero muy segura y contundente, intimista y reflexiva en la que cualquiera de nosotros podrá reconocerse independientemente del contexto histórico. Ibáñez recrea muy bien lo que son las sensaciones que perduran y se quedan en la memoria. Y tal como se dice en un momento de la novela, es fundamental el tono que utiliza cuando le habla al lector, casi como haciéndole una confidencia. Alta literatura española. "¿Quién sería este profesor tan inteligente, tan sensible, tan sensato? A la hora de enjuiciar la prosa debemos observar el TONO que utiliza el autor para dirigirse a sus lectores. Absolutamente cierto. El tono, no el estilo. El tono más que el estilo."
"Buscando la curación de su alma herida, Mateo se puso a escribir una novela. Jamás había pensado que la literatura pudiera servir a nadie para curarse, pero se vio arrastrado por la fuerza de los hechos."
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