Entre todas las mujeres, de John McGahern

 

  

 ⭐⭐⭐⭐⭐

♫♫♫ Failure - Swans  ♫♫♫

 

Ahora casi todo su placer y su sufrimiento pasaban por él. Cuando se hallaba en su presencia, se sentía extrañamente excitada, como si fuese a suceder algo. Nada sucedía. Cuando él se portaba con normalidad, Rose se sentía extrañamente agradecida”.


Esta cita encierra, yo diría, que el leitmotiv de la novela, la normalización de un comportamiento abusivo y tóxico y cómo la persona que lo soporta, acaba sintiéndose agradecida por unas migajas de normalidad. Encierra tanta complejidad, tanta profundidad psicológica este breve párrafo, tan sutil y al mismo tiempo tan clarificador, que por esto es por lo cual McGahern se queda ya en la memoria. Hace ya unos días que terminé esta novela y la verdad es que desde entonces he estado debatiendo entre las cuatro y las cinco estrellas, pero cuánto más tiempo pasaba, más subía en mi valoración. Creo que se debe sobre todo al estilo de McGahern que se apoya sobre todo en la economía del lenguaje que termina calando en el sentido de que obliga al lector a bucear entre las frases para encontrar las pistas escondidas y las hay, y muchas. Es muy sencillo a la hora crear las frases, directas y que al mismo tiempo nos van situando en el tiempo y lo que más me ha podido impactar es precisamente la información que va colando sin sonar dramático en ningún momento. La vida es un continuo fluir del día a día y este fluir diario va marcando las frases y la enorme carga emocional que encierran muchos momentos pero de una forma tan sencilla, que a veces el lector tiene que volver a releer para captar la tensión que encierran algunas de estas frases.


"No querían encontrarse con su mirada, ni siquiera respirar demasiado fuerte. Desde siempre, frente a la violencia, solo habían sabido replegarse."


Más que de información oculta, sus párrafos están repletos de emociones ocultas, y esto es precisamente lo que me ha maravillado de McGahern: "Aquel continuo volver a casa había sido una confirmación de esa presencia inquebrantable…" La presencia inquebrantable es la de Moran, el pater familias que ejerce un control monopolizador en torno a sus cinco hijos y su segunda esposa Rose, que incluso cuando estos hijos se han ido de casa y han conseguido independizarse, vuelven a la casa familiar casi todos los fines de semana, los lazos familiares, sobre todo los lazos de sangre, son demasiado sagrados como para desaparecer de esta fuerza poderosa que será la de su padre. Es una presencia tan inquebrantable y tan envolvente, que son las mujeres de su casa, sus tres hijas y su segunda esposa, las que llevan el peso del sometimiento a su voluntad, pero precisamente por esa educación patriarcal, la sumisión será una forma de evitar el conflicto familiar. Normalmente cuando tenemos a alguien cerca, familia, amigos, compañeros de trabajo que establecen un lazo de control, monopolizador y tóxico sobre nosotros, quedan dos caminos: o la sumisión para no entrar en ningún conflicto, o la rebelión, que supondrá directamente entrar en guerra y cortar por lo sano. Las hijas y la esposa de Moran llevan fuertemente enquistadas en su educación que no quieren entrar en conflicto y establecer un cisma familiar enfrentándose al hombre de la casa, lo mismo le ocurrirá a la sumisa Rose, así que durante años, se habrá establecido un acuerdo tácito y silencioso por soportar la tiranía de Moran.


"Él nunca había sido capaz de tratar con extraños. Solo había tenido que lidiar consigo mismo  y con ese prolongamiento de su persona que matrimonios y coincidencias habían establecido que conformase su familia: pero nunca había tenido que salir del cascarón de sí mismo."


Durante la mayor parte de la novela se narrará este conflicto interno, subterráneo de los hijos que sabiendo ya las reglas, intentarán no sacar a su padre de sus casillas. El respiro le llegará a las hijas cuando su padre se casa por segunda vez con Rose, y a partir de entonces, la carga de su tiranía les será aliviada un poco. Moran es un exlider de la guerra de independencia irlandesa que nunca llegó a acostumbrarse a esa falta de brillo y brio posterior cuando se convierte en granjero en el oeste de Irlanda. Viudo y habiendo criado a sus hijos a la usanza militar, se podría decir, se convierte en un tipo irascible, amargado y tiránico, que no deja de ser la frustración de un hombre porque no se ve recompensado por un país al que le dedicó su vida, sus expectativas idealistas se vieron totalmente decepcionadas y de alguna forma su familia a partir de aquí es la que se convertirá en el receptáculo de su frustración. Moran está completamente aislado del mundo exterior, sus habilidades de comunicación social serán mínimas porque sigue encerrado en el cascarón de cuando era el héroe de una guerra que ya dejó de ser. El único contacto que tiene con el mundo exterior será a través de su familia, y McGahern nos narrará el continuo tira y afloja de sus hijos para llegar a conseguir sus fines, salir, entrar, estudiar, trabajar, bajo un control férreo de un padre extremadamente católico y que sin embargo, parece aferrarse a la religión como única via de escape a un mundo que ya no entiende.


"Todo el mundo estaba en guardia en la casa. Parecían moverse en un campo minado. La primera cosa que le había llamado la atención de Maggie fue ese aire suyo hermético y de superioridad. Pero en esta casa, esa actitud había desaparecido totalmente. Esa misma chica, que a él siempre le había parecido tan segura de sí misma, ahora se mostraba nerviosa, prudente, atenta a cada palabra y cada gesto".


Es cuando es consciente de que los hijos se van yendo de casa, cuando Moran entra en pánico porque apenas le quedará ya nadie a quién controlar. Rose, su esposa, se convierte en una especie de catalizador, y algunos momentos en los que Rose querrá estallar (silenciosamente) están prodigiosamente narrados por McGahern. Moran ya antes de que sus hijos abandonen el hogar, ha construido una especie de cordon umbilical invisible que impedirá que estos hijos nunca terminen de irse, y son sobre todo las hijas, Maggie, Sheila y Mona, las eternamente fieles a un padre que no perderán nunca de vista, aunque el lector haya sido testigo de que su padre le cortara las alas en algún que otro momento por ejemplo, impidiéndoles con su chantaje emocional, para que se dedicaran a lo que de verdad les gustaba, la medicina, por ejemplo. “Maggie consideró ese aislamiento que Moran había conseguido crear en torno a ellos como un signo de distinción y fuerza”. McGahern es sutil, discreto a la hora de narrar estos confictos emocionales sobre todo porque ellas cargaran con la cruz íntimamente, llevando el sufrimiento por dentro, y así y todo volverán una y otra vez al control paterno, justificándolo continuamente, porque es dificil desprenderse de esa presión patriarcal que las ha marcado por mucho que hayan considerado una cierta independencia, física que no emocional.


"Llena de agresividad reprimida, se mostraba maleable de una manera forzada, con miedo a dejar traslucir su firmeza y las consecuencias violentas que ello le acarrearía".


250 páginas de una prosa fluida, aparentemente sencilla y directa con una carga emocional que a primera vista no vemos, y que sin embargo, irá calando. Mcgahern narra con un intimismo muy a flor de piel la lucha por la independencia personal del individuo cuanto más difícil en la medida en que las tradiciones familiares, el sistema patriarcal, y la religión, suponen una presión continua en el día a día. Las escenas de trabajo en la granja, la naturaleza, las escapadas a la playa, suponen una salida a un enclaustramiento atmosférico continuo creando algunas escenas  en la que la violencia de la naturaleza también se hace presente, la escena de la faisana en su nido durante la siega es de las escenas más hermosa que he podido leer, porque es un momento en el día a día en el trabajo en el campo, apenas marcado por una frase, pero será bestial en su significado. Lo que de verdad impacta también es que una vez terminada la novela, el retrato que ha creado Mcgahern de su personaje Moran, es tremendamente complejo porque aunque el lector a veces llegue a odiarlo, también hay momentos en que McGahern nos hace ver que es un hombre incapaz de comunicarse y solo es capaz de hacerlo a través de sus cartas ("Poseía un estilo desnudo y esencial: mientras escribía parecía capaz de despojarse del peso de su propia personalidad de una forma que nunca hubiese sabido hacerlo en persona"). Es la vida misma lo que se cuenta en esta novela magnífica.

La traducción es de Angel Erro.


“La vertiginosa laboriosidad estaba atravesada de sonrisas y palabras benévolas, mientras sobre todo el mundo se cernía la conciencia de la presencia vigilante de Moran, observando cada movimiento y la amenaza de que algo pudiera caerse y romperse, y atraer el peso de la desaprobación paterna. Cada gesto de ellas se basaba más en una costumbre o un instinto que en el temor a un eventual error, pero dicho error suponía, en todo caso, una sensación física tangible.”

 

 

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