La chica de seda artificial, de Irmgard Keun
⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Nothing Is Real but the Girl - Blondie ♫♫♫
“Pienso que es bueno escribirlo todo, porque soy extraordinaria. No me refiero a un diario, eso es ridículo para una chica de dieciocho años y además de mi nivel. Pero deseo escribir como si todo fuera una película porque mi vida es eso y lo será todavía más. Más tarde cuando lo lea, todo será como en el cine, me veré en imágenes.
(…)
Me he comprado un grueso cuaderno negro y he pegado en la tapa palomas blancas recortadas. Me gustaría comenzar así: Me llamo Doris, bautizada y nacida cristiana. Corre el año 1931. Mañana continuaré.”
Ya cuando leí Después de medianoche de esta autora me quedó claro que lo más relevante de su novela había sido la mirada en primera persona de la protagonista, no solo sobre la naturaleza humana, sino sobre el contexto en el que se encontraba Alemania en pleno 1935. Una mirada de una muchacha que todavía no había cumplido los veinte años y que sin embargo ya era capaz de ver más allá de las apariencias. La chica de seda artificial es una novela anterior, la segunda de la autora, publicada en 1932, en plena República de Weimar y aquí la mirada hay momentos en que casi me parece documental. Mientras la leía me vino a la mente Gente en domingo (una conexión, un flash repentino) de Siodmak y Ulmer, esa luminosa película muda que capturaba tan bien la visíon del Berlin de la era de Weimar, sobre todo porque en esta película de 1930 había una particular y adelantada fusión entre documental y ficción, gente joven en un domingo conociéndose, enamorándose, teniendo relaciones sexuales y sobre todo era una película que capturaba tan bien la atmósfera de las calles, el bullicio, la gente. Ya digo que fue una película adelantada por esa factura documental. La comparo a lo que hace aquí Irmgard Keun no solo porque están reflejando la misma época, sino porque la voz en primera persona de Doris, la protagonista femenina parece en un momento dado salida de esta película, y nosotros, los lectores, convertidos en esa cámara en mano que la sigue por las calles berlinesas. Por la película que es de 1930 y revisitada parece no haber pasado el tiempo por lo fresca, y por esta novela, ambientada entre 1931/32 tampoco, en ningún momento parece anticuada esto es gracias a la voz de Doris, que pasará por penalidades aunque para nada la convierten en una novela dramática ni oscura, sino más bien tragicómica con una jovencita pateándose las calles, callejeando y viendo más allá gracias a su ingenio lingüístico. Y aunque es una novela nada política, los nacionalsocialistas la banearon, la colocaron en su lista de libros prohibidos, no solo porque la imagen de la protagonista no se correspondía con la imagen ideal de mujer alemana que ellos esperaban, sino también intuyo, porque Irmgard Keun, desenmascaraba comportamientos que años después empezaron a ser tan evidentes que llevaron a Alemania y Europa casi a la autodestrucción. “Dice que hoy en día todo se rompe y se destruye, y cualquiera que sea sincero admitirá que se encuentra desorientado, y que una persona, por muy culta que sea, no puede hacer nada, pues todo está en el aire. Añade que el mundo entero es inseguro y la vida y el futuro y las antiguas convicciones y las actuales, y que el trabajo ya no produce verdadera alegría, porque uno siempre siente mala conciencia por la gran cantidad de desempleados que hay.”
“Amo Berlin, pero me tiemblan las rodillas y no sé si comeré mañana. Pero me da igual. Todo el mundo lee periódicos, incluso extranjeros, con importantes titulares, pero parecen tranquilos, allí sentados, como si todo les perteneciera, porque pueden pagarlo. Hoy yo también.“
“Hay que esforzarse tanto para ser una estrella. El esfuerzo es terrible y por todas partes se ven mujeres con cara de fatiga. No obstante es buena cosa ser desgraciada, porque cuando eres feliz no progresas." Doris es una jovencita de dieciocho que vive en la pobreza con sus padres en un pueblo de Renania y su trabajo como taquígrafa no es capaz de llenar su vacío ya que desea convertirse en actriz. La novela está contada en primera persona en la que ella misma comenta que es demasiado joven para escribir un diario, que no tiene sentido pero sí que tiene un afán por mejorar, por salir de la vida de pobreza, y casi que ve la vida como un gran plató en el que ella acabará triunfando como actriz. Doris es lo suficientemente espabilada para saber que no tiene formación y que la única forma que tendrá de alcanzar la fama será a través de los hombres “Si una quiere tener suerte con los hombres, es preciso hacerse la tonta”. A partir de aquí, Irmgard Keun nos embarcará en la aventura de Doris por conocer el mundo, un mundo que se circunscribe a una Alemania en la que el nacionalsocialismo empezaba a causar estragos, aunque claro, Doris lo irá percibiendo a través de una mirada primero inocente, y más tarde, mucho más consciente. El talento de esta autora convierte una novela aparentemente costumbrista en un híbrido en la que se combinan diferentes factores: por un lado es literatura totalmente contemporánea donde Doris en primera persona expone el contexto social en el que vive; por otra parte, se convierte en la novela sobre una ciudad, Berlin, y es aquí dónde entra ese tono documental que tanto me recordó a Gente en Domingo; una ciudad emocionante, bulliciosa, llena de locales nocturnos a pesar de que la economía estaba en ruinas, y finalmente esta será una novela muy feminista, con un tono reivindicativo en la voz en primera persona de Doris, en la que espera de la vida algo más que subsistir de los hombres: “Cuando una mujer joven con dinero se casa con un hombre viejo por dinero y solo por dinero, y hace el amor con él durante horas y tiene cara de mojigata, es una genuina madre alemana y una mujer decente. Cuando una mujer joven y sin dinero se acuesta con un tipo sin dinero porque tiene la piel suave y le gusta, es una puta y una guarra.” Es una voz poderosa la de Doris, porque en su deambular encontrándose con muchos personajes, la situación de la mujer es casi siempre muy precaria dado que llas se verán abocadas a la prostitución y a malvivir. Doris es ingenua y astuta al mismo tiempo y siempre insistirá en ser respetada. El sueño de una vida de glamour pronto se irá a pique y tendrá que luchar por subsistir pero sin dejar de ser ella misma, reconociendo la hipocresía burguesa, la doble moral masculina y el segundo plano en el que se veía la mujer, en la que si era rubia (aunque fuera teñida) de alguna forma prometía la pureza de la raza.
“Y el gran empresario me pregunta si yo también soy judía. Por todos los santos claro que no lo soy. Sin embargo pensé: Si es lo que le apetece por qué no…
- Por supuesto, respondo, - La semana pasada sin ir más lejos mi padre se torció el pie en la sinagoga.
Y él se vuelve gélido conmigo y resultó ser un nazi ario, la raza es un problema, y a continuación se tornó hostil. Todo esto es muy complicado. Lo había hecho justo al revés. Pero me pareció muy estúpido volverme atrás y además un hombre debería saber antes si una mujer le gusta o no. Primero se deshacen en cumplidos y se emocionan contigo y qué sé yo qué cosas más. Pero si de pronto dices: ¡Soy morena!, abren la boca de par en par: Vaya, así que eres morena...Puaj, no lo sabía. Y sin embargo, sigues siendo la misma que antes, pero una palabra parece haberte transformado”.
La mirada de Irmgard Keun hace desfilar por la novela la representación social de los hombres de la era Weimar, desde los de clase media alta pasando por los proxenetas, funcionarios, productores de compañías teatrales, empleados de oficina, aquellos que sufrieron las consecuencias de la Primera Guerra Mundial quedando inválidos e incluso pasando por los escritores que ya no tenían nada que hacer en este nacionalsocialismo emergente, al mismo tiempo que saca a relucir a nazis, comunistas, socialistas y descreidos. Así que a través de esta representación social Irmgard Keun está describiendo el estado de Alemania, el antisemitismo, las tensiones sociales y la polarización política, todo esto a través de los hombres que Doris irá conociendo, donde además hará hincapie casi continuamente en el estado de vulnerabilidad constante en el que se encontraban las mujeres:
“En cierta ocasión le pregunté a mi madre por qué siendo una mujer de bandera se casó con un don nadie, y en en lugar de soltarme un bofetón se limitó a contestar: -A alguien hay que pertenecer.- A pesar de que lo dijo muy tranquila, estuve a punto de echarme a llorar, no sé por qué, pero lo entendí.”
Irmgard Keun creó en Doris un personaje complejo porque su aparente ingenuidad y viveza esconde algo más, un poso de tristeza por verse limitada por su falta de educación. Desde el primer momento es consciente de que su astucia natural no se puede comparar a tener una verdadera educación que podría alejarla de tener que depender económicamente de los hombres. La novela que utiliza un lenguaje muy vivo, casi en ningún momento decae por esas impresiones en primera persona de una chica que está descubriendo la vida y que en su recorrido va siendo cada vez más consciente de que sus sueños no dejan de ser artificio en una Alemania que caía en picado. Todos los personajes parecen estar desesperados por salir de ese agujero negro en que se estaba convirtiendo su país y el camino de Doris es de alguna forma un viaje hacia el autodescubrimiento, y de eso sabía mucho Irmgard Keun, solo hay que bucear un poco en su biografía.
La traducción es de Rosa Pilar Blanco
“Durante un breve instante me vi envuelta en una nube de tristeza, porque en mi vida hay continuamente cosas que ignoro y siempre tengo que comportarme como si las supiera y a veces me canso de tanto atender, y siempre me averguenzo cuando me topo con palabras y cosas que desconozco, y la gente nunca es buena como para atreverme a decirles: Ya sé que soy tonta, pero tengo memoria, si me explican, me esfuerzo por retenerlo.
(…)
Padre nuestro, haz además un milagro y dame una buena educación. Lo demás puedo conseguirlo sola con un poco de maquillaje.”
Menschen am Sonntag (Gente en domingo), 1930,
Robert Siodmak / Edgar Ulmer
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