La Princesa de Clèves, de Madame de La Fayette

 

♫♫♫ Cold - Chris Stapleton  ♫♫♫

 

Conexiones:  

 La belle personne, 2008, Christophe Honoré

(Libremente inspirada en La Princesa de Cléves, 

de Madame de La Fayette) 


 

 Pero el mismo sentimiento que la impulsaba a la curiosidad, la obligaba a ocultarla…”


La princesa de Clèves es una novela que he disfrutado mucho y que sin embargo me ha durado más de lo que pensaba para lo corta que es porque, aunque aparentemente y si leemos de que va puede parecer una novela clásica escrita en el siglo XVII sobre personajes de la corte francesa que se enamoran y desenamoran, si me ha durado más es precisamente porque no es lo superficial y anodina que parece, todo lo contrario, es una novela donde la gracia está precisamente en su introspección: en la que la acción, mínima, transcurre precisamente en la mente de sus personajes. Me he acordado mucho leyéndola de Henry James y sobre todo de su novela Las alas de la paloma en la que prácticamente todo lo que ocurría estaba basado en los juegos mentales de sus protagonistas. Realmente, es lo que define la literatura de Henry James, la acción psicológica en la que todo lo que puede ocurrir en un entorno se desmenuza minuciosamente en la mente de sus personajes y sin embargo, lo que me maravilla es que la Princesa de Cléves se había escrito casi tres siglos antes. Los personajes aquí apenas actúan, mayormente silencian ya sea por pudor, por lo que marca la etiqueta o por las presiones sociales, pero lo que ocurren en sus cabecitas es un caldero hirviendo. Madame La Fayette escribio esta novela en 1678 y hasta entonces las novelas se habían centrado sobre todo en galanterías cortesanas y aventuras, todo pura acción externa,  y lo que realmente impresiona es que con la llegada de esta novela, se rompe de alguna forma esta tradición y traslada esta acción externa al interior de sus personajes, de modo que se puede decir que la narración hasta ahora externa, se convierte en la narración de un mundo interior donde los personajes se exploran a sí mismos, sus decisiones, sus conciencias, sus deseos reprimidos. Madame La Fayette parece ser la primera que llega a la conclusión de que hay que bucear en el interior de unos personajes que no eran libres para actuar según les apeteciera y que era en el interior de sus conciencias donde se estaba librando el mundo real. Esto es lo que me ha encantado sobre todo de esta novela que cuando me dí cuenta de esto, la empecé a dosificar.


En fin, que no hacía más que repasar todas aquellas cosas que más podían agravar su pena y su desesperación. ¡Como se analizaba su conducta!”


No me voy a detener en el apasionante ambiente político de la Europa del siglo XVI pero solo destacar que la mayoría de los personajes son reales, a excepción de la Princesa de Clèves y su marido, que son ficticios, el resto, personajes de la corte real francesa, están ahí y se narran unos hechos históricos reales de pasada, porque lo que de verdad le interesa a Madame La Fayette es colocar a su personaje femenino en el centro de esta corte y a partir de aquí, desentrañar su alma. La Princesa de Clèves está ambientada un siglo antes de que fuera escrita, en el siglo XVI y desde fuera se podría contemplar como un melodrama en torno precisamente a un personaje femenino, Mademoiselle de Chartres, que a los dieciséis años cuando llega a la corte francesa arrasa por su belleza. Poco después se casa con el Príncipe de Clèves, un hombre de lo más honorable, aunque ella no está enamorada de él. “Sentís por mi una especie de bondadosa amistad que no puede satisfacerme; no mostráis ni impaciencia ni inquietud, ni penas; mi pasión no os conmueve más de lo que lo haría un matrimonio de conveniencia fundado en vuestra fortuna y no en los encantos de vuestra persona”. En la corte  conocerá al Duque de Nemours, y entre ambos surgirá lo que viene a ser un amor apasionado pero totalmente imposible precisamente por el rigor moral con el que vive la Princesa de Clèves, y aquí estará precisamente la clave de esta rotura de la tradición literaria que había existido hasta ahora: no hay apenas acción salvo los encuentros y desencuentros de una serie de nobles en una corte, la francesa, donde todo eran chismorreos y aparencias, y sin embargo, Madame La Fayette construye una enorme tensión emocional en torno al lenguaje y a los silencios: un lenguaje en el que el significado de lo que se dice estará precisamente en lo contrario de lo que se afirma, y unos silencios compuestos de miradas y ocultaciones de cara a que terceros pudieran interpretar significados ocultos.


Las mujeres suelen valorar nuestra pasión por el cuidado que ponemos en agradarlas y en buscar su compañía. Pero eso no es difícil si son amables. Lo verdaderamente difícil es no abandonarse al placer de seguirlas; es evitar su compañía por miedo a declarar en publico y casi a ellas mismas, los sentimientos de nuestro corazón.”


A partir de que la Princesa de Clèves conozca al Duque de Nemours, su obsesión estará en la negación a sí misma de este amor, y para ello Madame La Fayette la hará pasar por varias fases ("Sintió remordimientos; reflexionó sobre el violento atractivo que sobre ella ejercía el señor de Nemours y le pareció que no ser ya dueña de sus palabras ni de la expresión de su rostro”), todas ellas, vividas en silencio con ella misma, con su conciencia, en la que continuamente estará teniendo un conflicto entre el deseo real y la culpa. Es un autoexamen permanente el de esta Princesa de Clèves  y lo que marcará la tensión psicológica de toda la novela porque le resultará imposible vivir espontáneamente este amor, sino que la reflexión y la culpa marcarán su día a día. Los amores entre la Princesa de Clèves y Nemours no se desarrrollarán en el mundo exterior sino dentro sus mentes, así que a simple vista y de cara al exterior nunca ocurrirá nada, solo dentro de sus conciencias, entre dudas, silencios, miradas e incluso acoso por parte de Nemours a la hora de mantener vigilada a su presa. “Creía que debía hablar y creía que no debía decir nada. La conversación con el señor de Nemours le agradaba y la ofendía al mismo tiempo. Las palabras más herméticas que un hombre que nos gusta nos producen mayores inquietudes que las abiertas exclamaciones de un hombre que nos desagrada”. Para mi la gracia está en como construye Madame La Fayette esta historia de amores tan introspectivos porque a medida que la Princesa de Cléves va ahondando en sí misma también va adquiriendo autonomía propia. El ser humano cuando más se conoce a sí mismo es a través del dolor y del sufrimiento, no es hasta que somos infelices cuando seremos realmente conscientes de nuestro yo más intimo, y aquí en esta novela esto está perfectamente definido. Aunque Madame La Fayette esté narrando la historia de un amor apasionado, el hecho de que este amor no llegue prácticamente a verbalizarse por parte de ellos, ni a consumarse, quizás incluso le da más fuerza al peso de esta historia porque la autora lo ha trasladado a su esencia: el alma humana en continuo examen por ellos mismos


Se asombró de lo que acababa de hacer; se arrepintió; sintio alegría; todos sus sentimientos estaban  llenos de azoramiento y de pasión. Examinó una vez más las razones que su deber oponía a su felicidad...”


Hay varios momentos durante esta novela en los que la princesa de Clèves demuestra que es un personaje femenino sin precedentes en la literatura de hasta entonces: una mujer que se analiza a sí misma, en conflicto permanente con sus deseos, los posibles atisbos de felicidad desembocarán en dudas y en dilemas morales (“Todas mis resoluciones son inútiles; ayer pensaba lo mismo que hoy pienso, y hoy hago todo lo contrario a lo que decidi ayer”), y sin embargo se verá abocada a estar vez más sola frente al mundo. En lugar de dejarse arrastrar por las convenciones del amor cortés, esta princesa de Clèves adquiere conciencia de sí misma a través de la reflexión, aunque este control ella y  su entorno tiene un precio: la conciencia será el sustituto de la libertad, de modo que Madame La Fayette no solo está abordando lo que es la introspección psicológica, sino también la moral, que derivará en que la emoción deberá ser controlada a toda costa. Y  volviendo al principio de esta crónica,  de esto sabía mucho Henry James, de amores imposibles, porque sus conciencias lo analizaban todo privando a sus personajes de esa libertad personal, aunque en esa reflexión consciente estaba la toma de decisiones. Y Madame de La Fayette escribió sobre lo mismo casi tres siglos antes, que se dice pronto. “Es verdad que sacrifico mucho a un deber que solo subsiste en mi imaginación”. El combate interno entre razón y pasión, a través de la conciencia, el conocimiento de uno mismo y la honestidad emocional, aquí estará la clave de esta novela, así que para mí es esta princesa de Clèves uno de los personajes femeninos más revolucionarios de la literatura universal. Una novela que hay que leer lentamente para poder penetrar en el conflicto interior de esta mujer. No parece una novela de 1678.

La traducción es de Emma Calatayud


¿Qué es lo que pretendo hacer? ¿Voy a soportar que él me hable de su pasión? ¿Responderé a ella? ¿Acaso puedo comprometerme en un amorío? ¿Me faltaré a mí misma? ¿Acaso quiero exponerme a los crueles arrepentimientos y mortales padecimientos que da el amor? Hoy me vence y me supera una inclinación que me arrastra a pesar mío”.

 

 













 La belle personne, 2008, Christophe Honoré

 

 

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