El Canto de la Alondra, de Willa Cather
⭐⭐⭐⭐⭐
“Si, era como una flor ahíta de sol, pero no las blandas flores alemanas de su infancia. Wunsch la había encontrado, esa comparación que antes había buscado sin darse cuenta: era como la flor amarilla de la chumbera que se abre en medio del desierto; más espinosa y más dura que las flores femeninas que él recordaba; menos dulce, pero maravillosa.”
El Canto de la Alondra es la segunda novela de Willa Cather que forma parte de su Trilogía de la Pradera. Escrita en 1915 entre Pioneros y Mi Antonia, se sitúa en Colorado, en un pequeño pueblo ferroviario llamado Moonstone, aislado y rodeado de dunas donde transcurre la infancia y primera adolescencia de la protagonsta, Thea Kronborg, un escenario fundamental a lo largo de toda la novela. Hacia mucho que me moría por leer esta novela y realmente ha valido la pena, tanto que se ha convertido en mi favorita de la trilogía. Willa Cather que pasó toda su infancia en Nebraska (el estado vecino de Colorado) en la época de la inmigración escandinava, vuelve a volcar sus experiencias en El Canto de la Alondra, sembrando la novela de toda una serie de personajes secundarios resultado de esa colonización ( no solo escandinava, sino mejicana, checa…), que se quedan ya grabados: convirtiéndose en momentos en una historia coral y global, porque Willa Cather no se corta un pelo a la hora de narrarnos estos roces sociales y raciales entre los diferentes grupos y digamos que de alguna forma la autora cuestiona esta exclusión por razones sociales que sufrían mejicanos o españoles.
Lo que nos viene a contar Willa Cather en El Canto de la Alondra, es la historia de transición desde su infancia hasta su vida adulta de Thea Kronborg, una niña con un enorme talento para la música, que desde muy temprana edad se liberará de las ataduras provincianas para hacer una carrera en la música. Hija de un pastor metodista de ascendencia sueca y criada entre siete hermanos, Thea fue desde su nacimiento una niña de una individualidad muy marcada, en una época en este detalle llamaba poderosamente la atención, más tratándose de una mujer.
"¿Acaso no sabes que la mayoría de las personas del mundo no tienen nada de individuos? Nunca tienen una idea o una experiencia individual. Muchas chicas van al mismo internado, debutan en la misma temporada, bailan en las mismas fiestas, se casan en grupos, tienen hijos al mismo tiempo, envian a sus hijos a la escuela juntos y así va renovándose la cosecha humana. Esas mujeres no saben más sobre la realidad de esas formas de vida que sobre las guerras cuyas fechas aprenden. Extraen sus experiencias más personales de novelas y de obras de teatro; todo es de segunda mano en ellas. Pues bien, tu no podrías vivir así".
Esta primera parte de la novela, la más extensa en la que se nos
cuenta la infancia y adolescencia de Thea en Moonstone, es para mí
la más fascinante porque Willa Cather la siembra de personajes,
paisajes desérticos, momentos que marcarán a Thea no
solo por
el resto de su vida sino
para el resto de la novela. Por
mucho que Thea abandone en su adolescencia Moonstone para afincarse
en Chicago y más tarde en Nueva York, Moonstone siempre estará
presente durante toda la novela. La evolución personal del
personaje de Thea me ha parecido prodigioso porque asistimos a la
creación de una artista con sus luces
y sus sombras, sus dudas y sus momentos de bajada a los infiernos,
así que a lo largo de sus más de 500 páginas asistimos a varios
retratos del
mismo
personaje a
medida que va evolucionando y desarrollandose su personalidad. Una
novela de profunda carga psicológica, porque no solo somos testigos del
crecimiento personal de Thea, sino de varios de los personajes a lo
largo de toda la novela, es quizás por esto, que se ha convertido en
mi novela favorita de Willa Cather, sin ninguna duda. La edición de Pre-textos de esta novela es impecable.
"Pero algún día podré mirarla a la cara y reír porque hice por ella todo lo que pude. Creo en ella. No hará nada vulgar. Es una persona extraordinaria en un mundo muy, muy ordinario".
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