Los Alcatraces, de Anne Hébert


 ⭐⭐⭐⭐⭐

 "...acaso no estoy ausente de mi nombre, de mi carne y de mis huesos, límpida en el mar como una lágrima?

Llevo siguiéndole la pista a Anne Hébert desde que hace unos pocos años me interesé mucho por las autoras canadienses e investigando me hice con Kamouraska, una novela que me impactó y de la que poco después ví su adaptación al cine, dirigida por un director también inmenso, Claude Jutra, de los pocos casos que se puede decir que una adaptación le hacia muchísima justicia a la obra original. El caso es que tras leer Kamouraska en inglés (Anne Hébert escribe en francés) y tras ponerme a la búsqueda de más obras suyas, me dí cuenta de que apenas había nada suyo traducido al inglés disponible, y por supuesto, nada en absoluto en castellano. Lo que me hace preguntarme ¿Por qué una autora tan inmensa como Anne Hébert ha tardado tanto en llegarnos???? Ahora en este 2021, Impedimenta nos ha hecho un regalo con la publicación de otras de sus obras capitales Les fous de Bassan aka Los Alcatraces: una obra que la define total y completamente y cualquiera que quiera saber quién es exactamente Anne Hébert, puede encontrar aquí, en Los Alcatraces, su esencia.

"Esta carta que te escribo, estará repleta de indicaciones oscuras y de apariciones breves."

Los Alcatraces transcurre en el verano de 1936 con el regreso de Stevens Brown a Griffin Creek, una comunidad cerrada a orillas del Golfo de San Lorenzo, en el Quebéc más marítimo, un entorno salvaje, de viento continuo, de olas rompiendo y de acantilados, en el norte de Canadá. Griffin Creek es una comunidad tan cerrada que todavía después de más de un siglo de haberse asentado allí cuatro de las familias originales, (inglesas en su orígen, Brown, Atkins, Jones Mac Donald) son las que siguen dominando el entorno en una amalgama de relaciones de consanguinidad, todos están más o menos conectados con todos por estos lazos familiares pero casi muertos en vida por esta comunidad que casi no ve la luz del sol. El verano (un verano que es como una primavera) es quizás su momento más festivo porque el resto del año en esa zona fria y norteña, las vidas buscan refugio en el interior de los hogares. La llegada de Stevens Brown tras unos años de ausencia despierta la curiosidad, las pasiones y una cierta alerta al resto de los habitantes, casi todos, familiares suyos. Es un verano donde las primas Nora y Olivia Atkins, de 15 y 17 años respectivamente, buscan una cierta libertad en la naturaleza que las rodea porque saben (en una  de búsqueda obsesiva del placer más lúdico), que ya adentradas en la adolescencia, les quedará poco tiempo antes de casarse.

Anne Hébert construye su novela dividiéndola en seis secciones, cada una de ellas contada desde el punto de vista de uno de los personajes en una suerte de monológo interior. Cada uno de los personajes responde a un registro diferente y cómo tal, se adapta a ellos narrativamente. El estilo de cada sección varía totalmente en lenguaje y en forma: desde el tono epistolar, pasando por un cierto flujo de conciencia que nos podría recordar a Faulkner aunque muy distinto, pasando también por secciones más oníricas conectadas con la naturaleza, y asi hasta completar las seis secciones. Anne Hébert también usa una especie de estructura fragmentaria con algunos espacios en blanco (literales y sugeridos) para afianzar esas elípsis, unos espacios en blanco que quizá el lector tenga que ir rellenando: el capítulo dedicado a Perceval es en ese aspecto definítivo a la hora de encajar la fragmentación mental y narrativa. De de este modo la autora va construyendo una historia con una atmosfera cargada de algo turbador que flota en el ambiente y qué sabemos que puede estallar en cualquier momento, y de la misma manera, nos sugiere, que son las mujeres las que se llevan la peor parte, y en Griffin Creek no es que sean especialmente afortunadas.

"Por qué está tan triste mi madre? Parece siempre como si mirara unas cosas invisibles y terribles a lo lejos, delante de ella."

(…)

"Al cuerpo de Maureen le ha dado tiempo de endurecerse entero, de convertirse en hielo. Algo intolerable en el origen de ese endurecimiento de su ser petrificado. Si vuelve a mover, aunque sea in dedo pequeño, estallará en mil pedazos, como una botella sumergida en agua hirviendo. "

Esas vidas enclaustradas  parecen despertar con la llegada de un elemento del exterior y al mismo tiempo, están dispuestas a traspasar ciertos límites como una huída a esa claustrofobia general. Reconozco que me maravilla esta manera que tiene Anne Hébert de presentarnos unos personajes muy al límite entre la realidad más salvaje y el tono más onírico y fantasmal, y que parecen vivir en un entorno que no es de este mundo donde la violencia, la desesperación y las pasiones reprimidas pueden explosionar en cualquier momento. Es este estilo narrativo entre seco y poético, de frases cortas, elíptico, conectado a la mente de sus personajes lo que convierte a Anne Hébert en una autora grande, atemporal, y a Los Alcatraces en un clásico.

Por cierto, que todavía hay un buen puñado de autoras canadienses a descubrir, Martha Ostenso, Ethel Wilson, Sheila Watson, Germaine Guevremont, la grandísima Magaret Laurence..., ahí lo dejo...

La magnífica traducción es de Luisa Lucuix Venegas.

"Y yo afirmo haber sentido la rabia de la tempestad sacudiéndome y dislocándome todo el cuerpo...
(...)
En toda esta historia, ya lo he dicho antes, hay que tener en cuenta el viento. De principio a fin. Remontar hasta la fuente del viento...
(...)
No he visto nunca en mi vida una noche de viento como aquella...
(...)
Demasiado viento. Demasiados gritos..."

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