La Única Certeza, de Donal Ryan
⭐⭐⭐⭐
"Hoy en el supermercado, me he parado delante de un congelador repleto de pizzas, he dejado el cesto en el suelo y he abierto la puerta corrediza de cristal. Allí delante, con los ojos cerrados, he disfrutado de la bendita ráfaga de aire fresco que salía del congelador.".
He elegido esta frase para empezar la reseña quizás porque define perfectamente el estado de ánimo continuo en el que se encuentra Melody Shee, la protagonista de esta magnífica novela de Donal Ryan. Melody Shee, una mujer en la treintena, que se ve inmersa en un embarazo inesperado, que además no será hijo de su marido y que hace trizas la vida que había estado llevando hasta ahora, convierte el meter la cabeza en este congelador de pizzas en una especie de grito desesperado y liberador en un intento por encontrar una salida a la oscuridad y presión que la envuelve.
Donal Ryan nos presenta una historia a priori sencilla, simple: seguir el embarazo de una mujer a través de breves capítulos que se corresponden con las semanas de embarazo, una cuenta atrás hasta el último capitulo titulado Posparto. Es una novela construida como un diario personal porque está contada en primera persona por Melody y a través de ella, no solo nos confronta con este embarazo sino con el caos en el que estaba viviendo con un matrimonio insatisfecho, un padre alejado, la falta de un trabajo estable y el trauma de la desaparición de su mejor amiga años antes, un hecho que no había cicatrizado quizá porque la misma Melody se sentía culpable. El hecho de que Melody Shee viva en un pueblo pequeño y cerrado, donde todos conocen la vida de todos, y cuando en el momento en que comienza la novela es precisamente Melody el blanco de todos los cotilleos, sumado al hecho de que Melody lleve una vida que odia, son aprovechados magistralmente por el autor para sumergirnos en una atmósfera de claustrofobia social.
"Hay matrimonios que duran vidas enteras, década tras década; personas que permanecen juntas grandes períodos de tiempo, hasta llegar a habitar prácticamente la misma piel; personas que crecen la una en la otra, que se encogen para ajustarseal tamaño y la forma de la pareja, que hablan con la misma voz, que apenas se separan. El amor no tiene nada que ver con eso."
“La única certeza”, una traducción acertadísima del título original, es un viaje emocional en la vida de una mujer en un momento clave de su vida y que a mí por lo menos, me ha emocionado muchísimo en numerosos pasajes porque la prosa de Donal Ryan es exquisita y porque convierte la cotidianeidad en pura poesia.
No creo que sea muy
relevante resumir el argumento de esta novela precisamente porque hay
que ir descubriéndola a medida que la novela va evolucionado pero si
quiero comentar que cada uno de los personajes que rodean la vida de
Melody me han emocionado y es a través de ellos cómo vemos también
la evolución de Melody porque temas como la venganza, la soledad, la
insatisfacción personal con tu propia vida, las rencillas familiares
aquieren aquí significados universales, que cada uno de nosotros
podría reconocer de su propia vida. No es una novela difícil, todo lo
contrario, pero si que es una novela que nos enfrenta a la dureza del
día a día y a medida que la leía no podía por menos de
sorprenderme por lo acertadamente que Donal Ryan exponía frente a
nosotros hechos tan cotidianos; otro acierto también es el hecho de
que no ha construido personajes perfectos, hay momentos en que la
misma Melody Shee sorprende al lector por su rudeza, y por su
injusticia, pero todo esto forma parte de la evolución personal del ser humano.
Mary Crothery, Pat,
Martin Toppy, Breedie Flynn y el padre, junto a la propia Melody, son
personajes que se te quedan ya grabados gracias a la capacidad de
Donal Ryan de adentrarnos en la condición humana, en la memoria y en
la capacidad del ser humano para superarse a si mismo. No he leído todavía "Corazón Giratorio", pero voy a por él. La traducción es de Ana Crespo.
"Es imposible contar la historia de una vida, una amistad, una muerte o un matrimonio día tras día tras día. Tomemos la historia de mis padres. ¿Cómo sonaría si la comprimiésemos en unos cuantos párrafos? (...) ¿Cuánto significado se perdería al contarlas, al transformar innumerables momentos, todos ellos distintos, en líneas de texto? Cuesta imaginar el peso que esas líneas tendrían que soportar?"
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