Desierto sonoro, de Valeria Luiselli
⭐⭐⭐⭐
"Este
poema termina con una promesa para el desconocido; -He de procurar no
perderte-. Es una promesa de permanencia: este efímero momento de
intimidad que compartimos tú y yo, dos desconocidos, dejará una
huella, seguirá reverberando siempre.
[...]
Concentrados
como estábamos en coleccionar intimidades de desconocidos, nunca
sospechamos que el silencio se iría ensanchando lentamente entre
nosotros."
Escojo esta cita
para inaugurar la reseña entre otras cosas porque me parece que
resume perfectamente de lo que se compone este texto, encuentros
fortuitos, fugaces momentos de intimidad entre personas que no se
conocen, conexiones instantáneas que al rato ya no existirán y sin
embargo, al mismo tiempo, la narradora de la primera parte tiene que gestionar una vida
familiar que se va desintegrando, conocidos que ya han dejado atrás
la intimidad y se han convertido en desconocidos En Desierto Sonoro,
que es una novela ya de 2019, la autora se inspira libremente en un
viaje que hizo por carretera con su entonces marido y sus dos hijos,
en 2014 y lo enlaza con un tema fundamental que es la politica
americana de separar a los niños de sus padres cuando cruzan la
frontera mexicana y llegan a los Estados Unidos. Una pareja sin
nombre, documentalistas sonoros, dejan Nueva York para emprender un
viaje por todo el suroeste de los Estados Unidos. Viajan con sus
hijos de cinco y diez años visitando las zonas del país que una vez
fueron Mexico, por una parte ella se obsesiona con las deportaciones
de varios niños en el aeropuerto de Roswell, niños devueltos y /o desaparecidos, y por
otra parte, él va en busca de la tumba del líder apache Gerónimo.
El motivo inicial del viaje que es el proyecto del marido sobre la
dominación y eliminación de la cultura apache, se va tornando poco
a poco en una búsqueda obsesiva de esos niños perdidos o desaparecidos, al mismo tiempo que intenta agarrarse a ese, quizá, último viaje como familia.
"Él irá grabando cosas como el sonido del viento que sopla en la llanura o los motores de los coches en los estacionamientos de moteles; o tal vez los centavos que caen en las cajas registradoras de gasolineras remotas y el rumor de las televisiones de los dineros de carretera.""
Desierto sonoro es un texto que me ha despertado sentimientos encontrados. Dividida en dos partes, con dos voces narrativas diferentes, la madre en la primera y el niño en la segunda, es ya en esta segunda parte cuando mi entusiasmo comienza a desinflarse. Mientras que en la primera parte, con la madre como narradora principal, siento que las metáforas que va construyendo la autora tienen todo el sentido del mundo, porque la historia avanza en torno a un matrimonio ya fragmentado, y a través de ella sentimos ese dolor donde la intimidad ya casi brilla por su ausencia y se han convertido en unos extraños, en cada pequeño gesto Luiselli lo va remarcando: gestos y detalles familiares de la rutina del día a día. Los niños están ahí y quizá perciban esa crisis, pero el ritmo que van marcando los hijos también le dan ritmo a este texto de la primera parte.
"Necesito una novela sobre dos personas que simplemente han dejado de entenderse, porque han elegido dejar de entenderse. Que salga un hombre que sabe cómo desenredarle el pelo a su mujer, pero que una mañana decide no hacerlo más, tal vez porque de pronto le interesa el cabello de otra mujer, tal vez porque se ha cansado, sin más."
Mi problema este texto comienza precisamente en la segunda parte cuando la voz narrativa es transferida al niño porque noto un esfuerzo por parte de Valeria Luiselli que convierten esta voz narrativa en algo más cerebral, menos natural, o por lo menos, no fluye como cuando la madre era la que narraba. En esta segunda parte el niño repite muchos de los temas que ya conocíamos por parte de la madre, aunado por el hecho de que su narración a veces me parece más la de un adulto que la de un niño de diez años. Todo se vuelve demasiado repetitivo y cerebral, como si la autora hubiese tenido que forzar la máquina y no se encontrara demasiado cómoda adoptando la voz narrativa de este niño.
"Creo que cometimos, o tal vez solo yo lo cometí, el error tan común de pensar que nuestro matrimonio era una comunión absoluta, una disolución de todas las fronteras, en lugar de entenderlo, sencillamente, como un pacto entre dos personas dispuestas a proteger la soledad del otro."
El hecho de que mi entusiasmo inicial se desinflara un poco no significa que Desierto Sonoro no me parezca una novela estupenda y Valeria Luiselli una autora muy interesante. Quizás lo que más me ha fascinado de esta novela es el collage musical, visual, literario que nos va traspasando a medida que esta familia va recorriendo el suroeste de los Estados Unidos. Mapas, fotografías de autores tan renombrados como Emmet Goodwin, Robert Frank o Stephen Shore componen de alguna forma esa imagen visual de los Estados Unidos que nos va dibujando la autora al mismo tiempo que las polaroids que toma el niño van hablando de ese recorrido emocional/traumático por parte de sus personajes; los escritos de Susan Sontag o William Goldman o el Space Oddity de David Bowie, a su vez se irá fusionando con el viaje de esta familia mientras se enfrentan a sus propias dudas. La forma en que Valeria Luiselli construye este collage casi multimedia y lo encaja en la trama familiar me parece realmente soberbio. Y el hecho de que dentro de la novela haya otra novela más que es “Elegias para los niños perdidos” es un punto que le da otra dimensión a Desierto Sonoro, niños cruzando desiertos y huyendo continuamente en una historia de Ella Camposanto, una escritora ficticia creada por Valeria Luiselli y sin embargo aunque estas Elegías también sea un texto ficticio, no pueden ser más reales.
"...viajar por las profundidades de Oklahoma es como quedarse dormido e irse hundiendo en las capas más profundas y más extrañas del subconsciente atormentado de una persona."
Viajes por carretera, moteles, gasolineras los nativos americanos, cementerios, niños, inmigración, libros, música, citas de libros, ficción o autoficción, sonidos, voces... son elementos que van enriqueciendo continuamente esta novela tan sonora y al msmo tiempo tan visual. Dentro del handicap que me ha supuesto esta segunda parte, que se me hizo muy cuesta arriba y que disfruté bastante menos, no puedo por menos de alabar el enorme talento de Valeria Luiselli. La traducción es de Daniel Saldaña y Valeria Luiselli.
(Las fotos de Stephen Shore que acompañan la reseña, en mi opinión, son la mejor muestra visual para Desierto Sonoro)
"Cada vez más, mi presencia aquí, en este viaje familiar, manejando hacia un futuro que muy probablemente no compartiremos, instalándonos en habitaciones de motel para pasar la noche, tiene algo fantasmal, de vida observada y no vivida. Sé que estoy aquí con ellos, pero a la vez no estoy."
♫♫ ♫ Space Oddity, David Bowie ♫♫ ♫
Stephen Shore
Hola, encantado de visitar el blog. Totalmente de acuerdo en el análisis, a mi me sucedió lo mismo, cuando la narración pasa al niño la novela se desinfla. La aventura de los hermanos me resulta irritante por increíble, el diario que relata el viaje de los niños migrantes hacia la frontera se me hace eterno, llega un momento en que leo deprisa y quiero terminar la novela. A pesar de lo dicho es un buen libro. Me parece mejor, tratando el mismo tema, Las tierras arrasadas de Emiliano Monge.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias J. Yossarian, creía que estaba más o menos sola en mi opinión ;-) Sí, que se me hizo bastante cuesta arriba esa segunda parte, pero la primera parte lo compensa. Ya me habían recomendado el libro de Monge, y también el relato largo de Luiselli "Los niños perdidos". Gracias por la recomendación.
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