El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati
⭐⭐⭐⭐⭐
♫♫ ♫ Cornfield Chase, Hans Zimmer ♫♫ ♫
"¿Dónde había visto ya Drogo aquel mundo? ¿Lo había vivido quizá en sueños o lo había construido al leer alguna fábula?"
Hacia mucho que quería leer esta novela, y sin embargo, como otras veces me ha pasado, me echaba para atrás el hecho de que había visto su adaptación al cine, una película espléndida, dirigida por Valerio Zurlini en 1976. Pensaba yo erróneamente que conocer la historia no me haría disfrutar de la novela con la consiguiente ausencia del factor sorpresa, y una vez más me doy cuenta de lo equivocada que estaba. Es cierto que su adaptación es una película casi de culto pero así y todo es prácticamente imposible transmitir los matices, los recovecos del texto, como en este caso, magnificamente planteados por Dino Buzzati, y a menos que la película hubiera sido una adaptación libre, es muy dificil que la angustia kafkiana que va engullendo a lo largo de su vida al protagonista, Giovanni Drogo, se pueda transmitir tan a flor de piel como lo consigue la novela, que en mi opinión no consigue la película, y me doy cuenta ahora, después de salir impresionada por la novela.
"La amargura de dejar por primera vez la vieja casa, donde había nacido a las esperanzas, los temores que entraña todo cambio, la emoción de despedirse de su madre, llenaban su ánimo, sí, pero sobre todo eso pesaba una insistente idea, que no conseguía identificar, como un vago presentimiento de cosas fatales, como si estuviera a punto de iniciar un viaje sin retorno."
“El desierto de los tártaros” se publicó originalmente en 1940 aunque Dino Buzzati contó en una entrevista que comenzó la novela entre 1933 y 1938 durante los años en los que trabajó en la redacción del Corriere della Sera. Trabajaba durante las noches, en turnos de guardia en los que pasaban los meses y los años y nada nunca cambiaba; encasillado en la rutina se le ocurrió la idea de esta historia usando como trasfondo la sinrazón del mundo militar y tiene todo el sentido del mundo porque en aquel momento la única forma que se le ocurrió a Dino Buzzati de liberarse de las ataduras de esta rutina fue dando vida a Giovanni Drogo, personajazo donde los haya, de esos que se quedarán ya grabados en la memoria.
"Ayer y anteayer eran iguales, no habría ya sabido distinguirlos; un hecho de tres días antes o de veinte acababa pareciéndole igualmente lejano. Así se desarrollaba, sin saberlo él, la huida del tiempo."
El argumento básico gira en torno a Giovanni Drogo, joven y entusiasta teniente que recibe su primer destino en el lejano Fuerte Bastiani, un puesto en la frontera al que se llegará cruzando un terreno montañoso hasta llegar a un desierto vacío donde no hay absolutamente nada, solo el Fuerte, un desierto al que llaman la estepa tártara, porque según la leyenda los tártaros vivieron alguna vez al otro lado del inmenso desierto. El Fuerte Bastiani es un lugar en medio de ninguna parte donde hace siglos que no se ha visto a ningún enemigo por muy misterioso que suene ese enemigo tártaro. Los oficiales de ese fuerte pasan el tiempo esperando que aparezca ese enemigo que es la única justificación para estar apostados en ese fuerte, esperando una gloria que nunca llega. Este destino de Drogo será su primera oportunidad para ver mundo, su primer paso hacia la independencia, pero cuando llega a esa tierra yerma se dará de bruces con la realidad: el sueño de avanzar en su carrera, de socializar y de progresar parece casi imposible de conseguir en aquel lugar inhóspito. Aunque su primera intención es permanecer allí solo unos meses y luego solicitar el traslado, en aquel destino la antigüedad se duplica, y un periodo de servicio de dos años contarán como cuatro, así que Drogo asume el quedarse esos dos años, únicamente.
“La existencia de Drogo, en cambio, estaba como detenida. La misma jornada, con idénticas cosas, se había repetido centenares de veces sin dar un solo paso adelante. El rio del tiempo pasaba sobre la Fortaleza, agrietaba las murallas, arrastraba hacia abajo el polvo y fragmentos de piedra, limaba los peldaños y las cadenas, pero sobre Drogo pasaba en vano; aún no había conseguido engancharlo en su huida.”
A partir del momento en que Drogo en ese primer intento de huida, decide quedarse, reconozco que la novela se convierte en una obra que me ha impactado fuertemente porque a través de unas pocas páginas que relatan casi toda la vida de Giovanni Drogo, le vemos pasar por todos las fases por las que podría pasar un ser humano, el entusiasmo juvenil y las ilusiones de una vida que él se imaginaba plena se van replegando y convirtiendo poco a poco en desesperanza, una desilusión casi crónica por los sinsabores de los sueños sin realizar: es la vida misma lo que se va desplegando a su paso. La vida de aislamiento en aquel fuerte militar, alejados de cualquier ciudad, esperando la gloria que nunca llega, a medida que pasan los días, los meses, y los años, olvidados por los mandos, esperando una acción que nunca se produce, convierten esta novela en un relato sobrecogedor y aterrador sobre la soledad. Buzzati logra transmitir, casi como nadie, ese concepto de la soledad que lleva el ser humano incrustado en su esencia:
"Creemos que a nuestro alrededor hay criaturas semejantes a nosotros y en cambio no hay sino hielo, piedras que hablan una lengua extranjera; estamos a punto de saludar a un amigo, pero el brazo vuelve a caer inerte, la sonrisa se apaga, porque advertimos que estamos completamente solos."
Durante esta novela apenas habrá momentos de acción solo momentos de espera, pero sí que hay algunas escenas soberbias que magnfiican el estado de soledad y de aislamiento y de hasta qué punto el ser humano se apoya en ilusiones creadas por su mente para mantener una esperanza a lo largo de meses y de años, una esperanza que Buzzati usará magnificamente para crear esa acción dosificando el suspense a través de una prosa nítida y transparente. Y por otra parte, hay una escena magistral durante la novela que transcurre durante casi el único momento de permiso de Drogo que después de cuatro años vuelve a su hogar a visitar a su madre, a sus amigos e incluso a una novia que se quedó esperando durante ausencia. El único momento en el que Drogo sale de esa estepa tártara y lo que debería haberle supuesto una liberación, resulta todo lo contrario:
“Extranjero, vagó por la ciudad en busca de viejos amigos… Por mucho que lo intentase (aunque quizá ya no era capaz, no conseguía que renacieran las charlas de antaño, las bromas, los modismos. Vagaba por la ciudad en busca de viejos amigos, y habían sido muchos, pero acababa encontrándose solo en una acera, con muchas horas vacías ante sí antes de que cayera la noche.
[…]
Era el mismo de antes, creía, quizá algo más ancho de hombros y tostado por el sol de la Fortaleza. Tampoco ella había cambiado. Pero algo se había interpuesto entre ellos.
[…]
No, Drogo no la encontraba cambiada, incluso estaba sorprendido de que una muchacha, en cuatro años, no hubiera sufrido alguna visible mudanza. Pero tenía una sensación vaga de desilusión y de frío. No conseguía encontrar el tono de antes, cuando se hablaban como hermanos y podían bromear sobre todo sin herirse. Él mismo, quizá, ya no era el de antes.
[…]
Giovanni miraba la franja de sol sobre la alfombra, pensaba en la Fortaleza, imaginó la nieve que se disolvía, el goteo sobre las terrazas, la pobre primavera de la montaña, que conoce solo pequeñas flores en los prados y perfumes de siega transportados por el viento.”
Durante la novela en ningún momento se especifica dónde y cuándo está ambientada, pero desde el momento en que Drogo llega a ese desierto nos puede parecer que el Fuerte está suspendido en una especie de limbo atemporal, sin fechas o espacio concreto con lo cual Buzzati imprime a su prosa un toque casi sonámbulo como si sus personajes se pasearan como fantasmas a lo largo del fuerte, atmósfera pura y dura. El fuerte podría estar en Italia o en cualquier otro lugar del mundo. Y el hecho de que Buzzati terminara la novela justo en 1938, cuando ya sabemos lo que le esperaba a una Europa a punto de entrar en una pesadilla, nos demuestra que se estaba anticipando al desastre en forma de esta, por momentos, sátira sobre la vida militar que a base de jerarquias, rigidez, burocracia y órdenes inhumanas sacrifican la esencia del ser humano en pos de la gloria militar.
"Ahora sí que entendía en serio qué era la soledad. Nadie entraría a saludarlo durante toda la noche; nadie en toda la Fortaleza pensaba en él, y no solo en la Fortaleza, probablemente tampoco en todo el mundo había un alma que pensase en Drogo; cada uno tiene sus ocupaciones, cada uno apenas se basta a sí mismo..."
En definitiva, una novela impactante sobre las esperanzas frustradas a lo largo de una vida, y sobre todo, una de las más profundas meditaciones sobre la soledad con las que me he topado a lo largo de mi experiencia como lectora. Qué bien evoca Dino Buzzati el aislamiento, el autoengaño de la mente cuando no hay salida a una vida de conformismo, mental: la mente puede ser una prisión casi más que un encierro físico. Una novela para ir descifrando en cada nueva lectura. La sombra de Kafka es muy alargada.
La traducción es de Esther Benitez.
"Poco
a poco la confianza se debilitaba. Es difícil creer en algo cuando
uno está solo y no puede hablar de ello con nadie.
[...]
...si
uno sufre, el dolor es completamente suyo, ningún otro puede tomar
para sí ni una mínima parte; si uno sufre, no por eso los otros
sienten daño, aunque el amor sea grande, y eso provoca la soledad en
la vida."
El Desierto de los Tártaros, 1976, Valerio Zurlini
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