Por el camino de Swann, de Marcel Proust (En Busca Del Tiempo Perdido #1)

 



⭐⭐⭐⭐⭐

♫♫ ♫   Experience, Ludovico Einaudi    ♫♫ ♫

 

"Y esos sueños me avisaban de que, puesto que yo quería ser escritor, ya era hora de ir pensando lo que iba a escribir."


Cuando comienza “Por el camino de Swann”, el narrador, Marcel, está saliendo de un sueño profundo. Despierta desubicado, sin saber realmente quién es o dónde está; el sueño ha sido como una experiencia alucinatoria y a medida que se va despertando, va acomodándose a su cuerpo y a su yo real.


Me preguntaba qué hora sería; oía el silbar de los trenes que, más o menos en la lejanía y señalando las distancias, como el canto de un pájaro en el bosque, me describía la extensión de los campos desiertos por donde un viandante marcha deprisa hacia una estación cercana.

[...]

Pero a mí, aunque me durmiera en mi cama de costumbre, me bastaba con un sueño profundo que alflojara la tensión de mi espritu para que éste dejara escaparse el plano del lugar en donde yo me había dormido, y al despertarme a medianoche, como no sabía donde me encontraba, en el primer momento, tampoco sabía quién era.”


Tengo que reconocer que las escenas tanto en cine como en literatura que tengan que ver de alguna forma con los sueños, con ese subconsciente subvertido a una dimensión donde esa misma persona ha penetrado en una especie de limbo donde su otro yo opera a sus anchas, me fascinan. Y yo pensaba que este primer volumen de En busca del tiempo perdido, iba a poder conmigo (ay mis perjuicios!) de repente me encuentro que precisamente esta primera escena de Por el camino de Swann, me deslumbró. A partir de ahí entré de lleno en Proust, magdalena incluida.


"Lo mismo que un hombre inteligente no tiene miedo de parecer tonto a otro hombre inteligente, el hombre elegante no teme que su elegancia pase inadvertida para el gran señor, sino para el rústico. las tres cuartas partes de los alardes de ingenio y las mentiras de vanidad que, rebajándose, prodigaron desde que el mundo es mundo los hombres, van dedicadas a gente inferior. Y Swann, que con una duquesa era descuidado y sencillo, se daba tono y tenía miedo de verse despreciado cuando tenía delante a una criada."


La novela que está dividida en tres partes, comienza en Combray, en su infancia y en la casa familiar. A través del famoso momento de la magdalena, mojada en una taza de té, se produce una especie de catarsis en la que el narrador se sumerge en el recuerdo de su infancia, sabores, olores, besos de buenas noches.... A través de una serie de recuerdos de su infancia, nos irá relatando experiencias, paseos, rutinas, a través de los ojos de un niño: su madre y ese amor/ideal obsesivo que sentía por ella, Francisca, su tia Leonie, sus abuelos… y Swann a quien conocerá como uno de los invitados de su casa, un recuerdo que se le quedará incrustado porque cuando Swann era invitado a las cenas en su casa, su madre no subía a desearle las buenas noches. Entiendo el momento de la magdalena como la entrada a un portal mágico, que Proust usa como una especie de Mcguffin elíptico para que el narrador pueda entrar en una especie de cuarta dimensión, el portal de la memoria.


"Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí., fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte¿ ¿De dónde venía y que significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo?"


La segunda parte titulada “Los Amores de Swann” donde se relatan las aventuras amorosas de Swann con Odette de Crecy, es mucho mas larga que la anterior sección y aquí somos testigos de las fases de enamoramiento de Swann hacia una mujer a veces esquiva, en otras altanera y normalmente siempre ambigua en sus relaciones con él. Swann y sus diferentes estados de ánimo dependiendo de la cercanía o alejamiento de Odette convierten esta sección en una delicia porque Proust detalla a la perfección todas esas fases del amor no sin mostrarse, entrelineas, un tanto escéptico ante este ideal amoroso comparándola a una ilusión pasajera.


"La mayoría de las personas que conocemos no nos inspiran más que indiferencia, de modo que cuando en un ser depositamos grandes posibilidades de pena o de alegría para nuestro corazón, se nos figura que pertenece a otro mundo, se envuelve en poesía, convierte nuestra vida en una gran llanura donde nosotros no apreciamos más que la distancia que de él nos separa."

[...]

"Y no tuvo más remedio que confesarse que en ese mismo coche que le llevaba a Prévost ya no iba la misma persona, ya no estaba solo, tenía al lado, pegado, amalgamado a él, a un ser nuevo que no podría quitarse de encima nunca. Y, sin embargo, desde aquel instante en que sintió que una nueva persona se había superpuesto a él, su vida le pareció más atractiva."

[..]

"En esa época de la vida, el amor ya nos ha herido muchas veces y no evoluciona él solo con arreglo a sus leyes desconocidas y fatales, por delante de nuestro corazón pasivo y maravillado. Le ayudamos nosotros, le falseamos con la memoria y la sugestión."


En esta segunda parte y dado que Proust está relatando unos hechos durante los cuales el narrador ni siquiera había nacido, el narrador, Marcel, desaparece y convierte a Swann en una especie de alter ego suyo. Swann es el protagonista absoluto y podría ser una especie de espejo en el que se proyectara el mismo narrador, Marcel. Está narrando el pasado de Swann, sus amores con Odette, sus decepciones y la forma en la que Swann fue apartándose poco a poco de la sociedad...¿estaba quizá aquí Marcel Proust hablando de si mismo??? El hecho es que el retrato psicológico que Proust elabora en torno a Swann es de una finura que me han fascinado : el error de Swann a la hora de enamorarse está en no ver a la mujer de carne y hueso sino en haberse hecho un retrato de ella ilusorio comparándola a ese sentimentalismo condesciente y estético..., ¡ay ese ideal mental que tanto daño ha hecho en el amor!!. Ya digo que son fascinantes estas fases del romance vistas a través del ingenio e ironía del autor.


"Yo me creía que si Swann hubiera leído mi carta y adivinado su finalidad se habría reido de la angustia que yo sentía; por el contrario, como mucho más tarde supe, una angustia semejante fue su tormento durante muchos años de su vida, y quizá nadie me hubiera entendido mejor que él, esa angustia, que consiste en sentir que el ser amado se halla en un lugar de fiesta donde nosotros no podemos estar...”


En la tercera parte, vuelve el narrador con sus personajes de su infancia, la escala social representada a través de numerosos personajes, salones, cenas, arribistas, snobs redomados, aristócratas, un retrato de una sociedad donde no deja títere con cabeza.


Contrariamente a la idea que había tenido de esta novela, la prosa de Proust no es difícil; sí que es muy descriptiva con largos párrafos donde los escenarios y los pasajes dan vueltas alrededor de una idea. Este laberinto en torno a frases interminables separadas por puntos y comas o parentésis, pueden parecer cansinas pero es el ritmo y la cadencia que consigue que poco a poco el lector vaya entrando en este mundo del pasado. En cuanto a la acción, habrá páginas y páginas donde no hay acción y seremos testigos de cómo sus personajes pasean, reflexionan o simplemente se dedican a observar un punto aparentemente inconexo, pero todo es una excusa para que el autor exprese sus ideas sobre la belleza, el amor o el arte. Proust parece obsesionado por la memoria, por esos posos que puede dejar un recuerdo y de alguna forma consigue que el lector se involucre, quizás gracias a la primera persona de ese narrador que se pregunta lo que nos preguntamos todos en la primera fase de nuestras vidas, al igual que Marcel cuando se despierta al comienzo de la novela ¿dónde estoy? ¿quién soy realmente??

La traducción es de Pedro Salinas.

 

"De cuando en cuando, una sombra femenina se acercaba a Swann, le decía unas palabras al oído, y le pedía que la acompañara a casa, Swann se estremecía. Iba rozando al pasar todos aquellos cuerpos oscuros como si por el reino de las sombras, entre mortuorios fantasmas, fuera buscando a Eurídice."

















Un Amour de Swann, 1983, Volker Schlondorff



Comentarios

Entradas populares de este blog

Veneno y sombra y adiós, de Javier Marías (Tu Rostro Mañana #3)

Centauros del desierto, de Alan Le May

El ruido en que nadamos, de Pablo Sánchez-Llano