Noche. Sueño. Muerte. Las estrellas, de Joyce Carol Oates

 


 

⭐⭐⭐⭐

♫♫ ♫   Day Is Done - Nick Drake  ♫♫ ♫

 

Se ha vuelto sonámbula. El sueño es su vida, se desliza por ella aturdida, sin ver, sin sentir, como una especie de forma de vida marina tan mínima que no está claro si, de hecha está viva.

El sonambulismo empezó en la habitación de hospital de su marido. Cuando por fin la llamaron. Señora McClaren, lo lamentamos muchísimo.”


Son extraños los derroteros de las últimas novelas de Joyce Carol Oates porque de alguna forma prácticamente convierte sus textos en un flujo de conciencia continuo, ya sea de un personaje determinado o en este caso particular, de varios personajes, los miembros de la familia McClaren, aunque sea Jessalyn, la viuda quien domine con su voz interior las casi 800 páginas, y la verdad es que siempre usó este flujo de conciencia pero nunca como en estas últimas novelas (exceptuando la magistral Blonde). La Oates coge carrerilla, (en Babysitter también lo hacia pero más bestial y experimentalmente, también hay que decirlo), y resulta imparable y cuando el lector se quiere dar cuenta lleva media novela leída en la que casi sin percibirse,  las situaciones se han sucedido dentro de la mente de un personaje o de varios. Además que el comienzo de Noche. Sueño. Muerte. Las estrellas” también engaña porque dependiendo de su comienzo pensamos que va a ser una novela sobre la brutalidad policial y aunque es el caso, realmente a estas alturas Joyce Carol Oates resulta todo menos previsible. Lo que parecía ser el tema central y la consiguiente investigación, se convierte casi en un tema colateral centrándose básicamente en desentrañar que ocurre dentro de una unidad familiar tras la desaparición del pater familias.


Un matrimonio se basa en revelaciones y secretos cuidadosamente calibrados: por cada revelación, un secreto.

Antes de casarse, Jessalyn ya lo entendió: hay cosas que hay que ahorrarle a Whitey.


Que frágil el mundo del hombre. Lo había construido con ella en el centro.

No podía traicionarlo. NO podía socavarlo con una verdad pronunciada de manera irreflexiva.”


La historia transcurre entre 2010 y 2011 y comienza justo en el momento en que John Earle “Whitey” McClaren detiene su coche en el arcén de la autovia a la vuelta a casa por la noche porque es testigo de que un hombre de piel morena está siendo brutalizado por la policia. Whitey no consigue aplacar a la policía, todo lo contrario, recibe varias descargas eléctricas que le hacen sufrir un derrame cerebral y pocos días después muere en el hospital sin haber podido revelar qué le había causado el derrame ya que realmente la llegada de Whitey al hospital en ambulancia es bajo un aparentente accidente de coche causado por un ictus: el caso de brutaliad policial no consta en ningún registro. Si tenemos en cuenta que Whitey es un personaje muy popular en la localidad de Hammond por haber sido alcalde durante unos años, y formar parte de los llamados wasp, un republicano light que votó por Obama, a los que la brutalidad policial apenas les toca ya que la policia está muy mediatizada por la raza, ya tenemos de alguna forma el punto de salida de esta novela. Es un comienzo ya digo que extraño porque cualquier otro autor medio se habría dedicado a desarrollar este ataque policial y lo hubiera convertido en una novela en sí misma, pero no, Joyce Carol Oates usa este incidente para colocarlo en el primer capítulo, que funciona casi como un Prólogo. A partir de aquí, la voz narrativa cambia.


"Una familia es un campo de batalla donde los aliados y los enemigos cambian sin cesar."

[...]

Los hermanos formaban alianzas tanto permanentes como cambiantes. Desacuerdos, decepciones, riñas, lazos temporales y de conveniencia, resentimientos compartidos…”


Whitey (hasta su apodo tiene esas connotaciones de élite americana) era el pilar de una familia compuesta por cinco hijos, ya emancipados, y que de alguna forma responden todos a un estereotipo de triunfadores o por lo menos encarrilados socialmente hablando y sin embargo, al morir su padre, la debacle es profunda en el sentido de que la ausencia de este pater familias viene a revelar las carencias de unos hijos que parecían emancipados y emocionalmente estables, y sin embargo no lo eran. La viuda, Jessalyn, esposa y ama de casa perfecta, sobreprotegida por un marido paternalista hasta el infinito que lo ensombrecía todo, es la auténtica protagonista de esta novela. Joyce Carol Oates nos enfrenta a través de Jessalyn, al dilema de una mujer que durante su matrimonio nunca le faltó nada material y sin embargo carecía de la más mínima independencia a la hora de tomar decisiones, ni siquiera a la hora de firmar documentos y resulta fascinante ser testigo a través de la narración de esta autora, del despertar de Jessalyn. Le dedica un capítulo de casi cien páginas a la toma de conciencia de la “viudez” en la que no solo se mueve como una sonámbula por la vida, sino que además a medida que va despertando va tomando conciencia de que los hijos quieren tomar las riendas de su vida bajo una falsa capa de sobreprotección, y poco a poco se va desvelando que realmente los hijos tienen su propia y egoista manera de querer controlar a su madre: “Las hijas mayores están que trinan! Su querida y enviudada madre no se está comportando como ellas esperaban.”. A medida que Jessalyn, la viuda, va despertando de su letargo, la familia parece irse desmembrando . Cada uno de los hijos parece entrar en una especie de crisis existencial: la muerte del padre ha servido como catalizador para que algunos lazos que se mantenían unidos, matrimonios, hermandades, lazos emocionales, comiencen a romperse.


A Thom le resultaba placentero, si bien extraño y desorientador, no tener un hogar de verdad.

No había nadie a quien pudiera explicarle ese placer inesperado ni nadie a quién quisiera contárselo.

Es un hecho: un hombre que duerme solo es un hombre que no necesita a nadie . La verdad más elemental, que Thom empezaba a apreciar ahora, a sus treinta y nueve años.

Qué extraño le parecía haber perdido su forma voluntaria de libertad, su intimidad, su propia identidad, por una mujer y luego por unos hijos durante tantos años. La mujer había querido que fuera mejor persona de lo que era. Durante demasiado tiempo, ese también fue su deseo. El sexo podía buscárselo en otra parte y no en una cama que considerase suya. “


A lo largo de la novela, Joyce Carol Oates demuestra muchas cosas en torno a la familia y sobre todo en torno a la violencia y a lo que esconde tras el sueño americano. Bajo la apariencia edulcorada de estas urbanizaciones con mansiones que se remontan incluso a un par de siglos, se esconde una cierta desesperación con personajes, blancos, que incluso esconden bates de beisbol en sus coches para descargar su ira a la menor oportunidad. En este aspecto hay varias escenas en esta novela en la que Oates compara esta brutalidad policial, con una violencia que se produce día a día no solo en la calle, sino que es una especie de violencia emocional que se dispara en cuanto ese castillo de naipes se derrumba y aquí también hay que tener cuidado con la Oates: descubrir el fino hilo invisible que separa una escena real de una que se vive en la mente. Quizás uno de los momentos más firmes y más tensos de la novela se produce en una escena en la que la hija menor de la familia McClaren, es detenida por un policia cuando conducía de noche respetando el límite de velocidad. Es una experiencia que la misma Joyce Carol Oates sufrió en carne propia cuando era más joven y en esta escena es perfectamente palpable la denuncia social que hace la autora en lo que se refiere a la vulnerabilidad frente al poder policial. Realmente, toda la novela es una denuncia continua a este problema de violencia por parte de la policia porque la autora está cuestionando el hecho de que ¿si no hay un móvil grabando un ataque policial, hasta dónde serían capaces de llegar? La novela transcurre en 2010 cuando todavía la vida no parecia un eterno streaming y el texto parece que fue escrito mucho antes del incidente de George Floyd, así que la Oates lleva denunciando estos hechos en sus novelas desde hace décadas.


"(Por fin pasó un coche, aminoró la marcha y luego aceleró y se perdío de vista al tomar una curva. Sophia no llegó a ver quién conducía, si era algiuen que viviese cerca, que pudiera reconocerla y ayudarla)
(Pero ayudarla… ¿cómo? ¿Por qué? Cualquiera que viese a una joven junto a su coche y a un agente con uniforme interrogándola lo más propable es que apartase la vista enseguida y se marchase. Lo mismo que haría ella en tales circunstancias)


Por lo menos soy blanca. No quería imaginarse la situación si fuera una persona racializada, una mujer de su edad sola en un coche en Old Farm Road, vulnerable ante el agente blanco.

Por lo menos iba vestida decorosa...Llevaba ropa bastante normal, no le quedaba ajustada. Nada de piercings en la cara o en las orejas, nada de tatuajes…”


Los McClaren son los represenantes de un sueño americano que hace aguas. Hasta que no les toca en carne propia, habían ignorado los problemas de raza y sobre todo la brutalidad policial, asi que cuando Whitey cae, Joyce Carol Oates lo relaciona con la caida de este sueño americano: los prejuicios, el racismo, la vanidad de la clase social, la familia, la hipocresía, las apariencias, la falsa moralidad… la base de lo podrido de este sistema. Es casi imposible resumir aquí la cantidad de temas sociales candentes que aborda la Oates pero sobre todo se deja la piel narrando el proceso de duelo de Jessalyn, quizás porque ella misma venía de haber perdido a su segundo marido, Charlie Gross, fotógrafo y neurocientifico, y al que homenajea durante la novela en la figura de otro personaje central, Hugo Martinez, y que de alguna forma rememora también en la fase final de la novela en el capitulo de las Islas Galápagos (esto lo cuenta la Oates en una entrevista a Eric Karl Anderson). Es cierto lo que afirma Joyce Carol Oates que para contar un proceso como éste se necesitan muchas páginas pero la única pega que le pongo a esta novela es que quizás la última fase se hace un tanto larga y repetitiva, pero así y todo resulta una novela magnífica en la deconstrucción, una vez más, de todo un sistema de vida cuyas raices están totalmente podridas. Y me dejo el título rescatado de un poema de Walt Whitman con todo lo que supone de referencias para la novela pero las connotaciones relacionadas con la novela son interesantísimas.

La traducción (magnífica) es de Núria Molinés Galarza.


Corre un viento frío y ella espera. Una viuda es quien espera que algo que ya ha acontecido des-acontezca.”

 

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