Sin Mañana, de Vivant Denon (Cuento)
⭐ ⭐⭐⭐
♫♫ ♫ Rented Rooms - Tindersticks ♫♫ ♫
“Amaba perdidadamente a la condesa de…; yo tenía veinte años, y era ingenuo; ella me engañó, yo me enfadé, ella me abandonó. Yo era ingenuo, la añoré. Yo tenía veinte años, ella me perdonó, y como tenia veinte años, y era ingenuo, todavía engañado, pero aún no abandonado, me creía el amante más amado, por tanto el más feliz de los hombres.”
Esas repeticiones del yo era ingenuo, y tenía veinte años, me han fascinado, pero ya en la tercera lectura, lo confieso. porque así comienza este corto relato por el que bebían los vientos Chauteaubriand, Stendhal, Anatale France e incluso Milan Kundera, y cuando lo leí la primera vez, apenas detecté dónde podía estar la gracia. Me parecía bastante corriente y moliente, y sin embargo, cuando ya me decidí a releerlo, por segunda y tercer vez, empecé a ver los recovecos, los giros de lenguaje, el juego de manipulación de los personajes… . Ese narrador que recuerda sus veinte años y su ingenuidad haciendo tanto enfásis una y otra vez, me retrotraen a ese poema de William Wordsworth, “Oda a la inmortalidad" donde se detiene en lo fugaz que es un posible instante de felicidad y que se difuminará en el tiempo, perdurando solo el recuerdo. El narrador ya más adulto y aunque disfrace su narración de una especie de divertimento, realmente lo recuerda como un instante de felicidad añorado.
“Sucede que con los besos lo mismo que con las confidencias: se atraen, se aceleran, se enardecen mutuamente.”
Realmente la historia es un tópico mil veces visto: un joven que ha tenido una aventura con una condesa que lo ha abandonado, conoce en la ópera a Madame T. Comienzan un flirteo instigado por Madame T. y ella lo invita a volver a su casa, una mansión en el campo que comparte con su marido con el que acaba de reconciliarse (por convenencia). Después de cenar y de que el marido se acueste pronto, el joven y Madame T. salen a pasear por el jardin de noche hasta que ella lo conduce a una habitación secreta donde pasan la noche. A las primeras luces del día y antes de que el marido despierte, el joven sale de la habitación. Una historia de adulterio de las de toda la vida, sin aparente gracia a menos que nos detengamos en los detalles y ya digo q a mi este relato se me empezó a iluminar ya en la tercera lectura.
“No estabamos, ni ella ni yo, en situación de exigir nada, de pedir nada: no teníamos siquiera el recurso de un reproche. ¡Cuánto nos habría aliviado una riña! Pero ¿de dónde sacarla? Mientras tanto, nos aproximábamos…”
Ya
digo que la gracia está en el estilo de Vivant Denon que presenta la
historia como un juego entre el placer de la anticipación, el deseo y el misterio
de lo que pueda esconder Madame T., y que de alguna forma está
estableciendo toda una puesta en escena repetida no solo por Madame
T., sino por su aburrido y reconciliado marido que parecen ser el
ejemplo de algunas sociedades instauradas en la época, aventuras
amorosas y matrimonios con plena libertad para hacer y deshacer
siempre y cuando se conservaran las apariencias. Este pequeño relato es un divertimento sobre el poder, la manipulación y la sumisión, pero no todo es lo
que parece y aunque el joven narrador no está muy seguro de adónde
lo conducirá Madame T, él se dejará llevar como una ficha
claramente manejada por ella y ¿alguien más?? Ese narrador,
continuamente recordando que tenía veinte años y que era ingenuo…, le da
claramente a este relato un viso de melancolía y de añoranza, que
persiste en la atmósfera. Un relato de apenas treinta páginas con
varias capas y que aborda el deseo, el control a través del sexo, el
misterio, y esa añoranza de un momento vivido que persiste en el
recuerdo. Vivant
Denon solo escrbibió este único relato, que publicó anónimamente
en 1777, sin molestarse siquiera en reclamar su autoría, pues le
bastaba la aprobación de las pocas personaas para quienes lo
escribió. Para quiénes quieran bucear por ahí, su biografía es fascinante :-)
La traducción es de Anne-Hélène Suarez Girard.
“Todo aquello tenía aires de iniciación. Me hizo recorrer un pequeño pasillo oscuro, conducíendome de la mano. Mi corazón palpitaba como el de un joven prosélito a quien se hace pasar por diversas pruebas antes de la celebración de los grandes misterios...
[...]
“¡Qué aventura! ¡Qué noche! Me preguntaba si no seguiría soñando todavía; dudaba, y luego me persuadía; quedaba convencido, y luego ya no creía nada.”
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