Effi Briest, de Theodor Fontane
⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Venus in furs - The Velvet Underground ♫♫♫
"¿Crees que todo sale a la superficie para que la gente lo vea? ¿Y qué significa todo eso de abrir el corazón? La verdad siempre se queda dentro."
Tengo que admitir que Effi Briest me ha sorprendido de una forma inesperada, no me vuelven loca ni Madame Bovary ni Ana Karenina no tanto porque no me parezcan grandísimas novelas, sino más bien por ese retrato femenino tan sesgado, tan maniqueo por momentos en lo que se refiere a abordar el adulterio. En Fontane veo algo diferente, aquí aunque aborda a su personaje femenino con una cierta distancia, hay una gran generosidad por su parte por entender la psicología femenina, y porque en ningún momento he sentido ese maniqueísmo en el que ella acabe siendo la femme fatale solo por hablarse de adulterio. En esta novela, hay dos grandes personajes femeninos, Effi y su madre Louise, y quizás los mejores diálogos provengan precisamente cuando Louise, su madre, se explaya sobre la vida, una madre por otra parte que se puede decir que es víctima de la presión social, tal como lo acaba siendo su hija, y que al mismo tiempo se acaba convirtiendo en su verdugo.
"Te lo imaginas como un cuento de hadas y tu quieres ser la princesa de ese cuento. Pero mi querida Effi, en la vida debemos ser prudentes, sobre todo nosotras, las mujeres."
Effi Briest es la historia de una mujer a la que casan con diecisiete años con un señor que tiene casi cuarenta, ella proporciona un cierto abolengo al matrimonio y Geert von Instetten la posición social. Con esta edad a Effi se la considera ya una mujer adulta, pero esto está muy lejos de la verdad y ya se encarga Fontane de reafirmarlo aunque los imperativos de la sociedad ni siquiera la hacían cuestionarse sobre lo temprano de esta situación ya que realmente, sus padres son los primeros en promover este matrimonio. También se puede decir que Effi es una extensión de su madre en muchos sentidos: su futuro marido estuvo enamorado de su madre pero fue disuadido en su momento ya que no tenía la posición social requerida. Así que se puede decir que Effi llega a convertirse en una especie de sustituta de su madre y su matrimonio en la extensión del que podría haber tenido su madre si se hubiera casado por amor, pero claro, Effi repite las mismas pautas que su madre, y ella debería ser una mujer por sí misma, sin tener que llegar a tener que cumplir las expectativas que su progenitora no pudo cumplir pero en ningún momento lo es, en ningún momento tiene autonomía. Así que ninguna de las dos se casa por amor, ambas lo hacen por la riqueza y la posición social, olvidándose de considerar la cuestión emocional. “Ahora sabía que de la brillante apariencia de las cosas se puede esperar bien poco, y que lo que denominamos felicidad, si es que existe, no tiene nada que ver con ese fulgor aparente. “ El destino de Effi estaba predeterminado, igual que lo estuvo en su momento el de su madre: en ningún momento se cuestiona su juventud a la hora de lanzarse, todo lo contrario, porque todo viene avalado por su entorno, por la sociedad y por su familia.
“Se complacía en describir Kessin, tal vez de de forma inteligentemente calculada, como un lugar casi siberiano, de hielos y nieves poco menos que perpetuas.”
A Kessin la lleva su recién estrenado marido y pronto Effi, una niña todavía, va percibiendo que la vida de distracciones y bullicio que anhelaba es casi imposible en un lugar dónde la aristocracia rural rígida y prusiana apenas es capaz de saltarse las más mínima norma social: “el brillo y los honores y luego la diversión… Distraerme con cosas nuevas, algo que me haga reír o llorar. Lo que no puedo soportar es el aburrimiento”. El aburrimiento hace presa de Effi muy pronto y de ahí a la infidelidad va un paso. Aunque Fontane nos cuenta la típica historia de un matrimonio descompensado por la edad y por la mentalidad, lo hace desde el punto de vista del personaje femenino central, Effi Briest; la primera mitad de la novela está dedicado casi de lleno a la vida de Effi en Kessin, así que el lector poco a poco va sintiendo la claustrofobia de Effi en aquel entorno casi marcial y en una casa oscura y tenebrosa, y por mucho que la vitalidad de Effi quiera sobreponerse a este aburrimiento, el día a día cae como una losa sobre ella.
“Liberate de aquello que suele llamarse extraordinario. Lo que a ti te parece emocionante, normalmente se paga con la felicidad.”
En la sociedad prusiana que le ha tocado vivir a Effi, a nadie se le permitía cometer un error y aunque Effi nunca llegara a cuestionarse ni a analizar el tipo de matrimonio que tenía, tampoco se detiene a preguntarse por qué llega a tener una aventura con un hombre que le importaba bien poco “En todos sus actos había algo de melancolía, como si quisiera pedir constantemente perdón, y hubiera sido feliz de poder manifestarlo abiertamente. Pero estaba claro que no le estaba permitido.” Y el mismo Fontane apenas se detiene en el momento de la infidelidad, como una manera de decir que no es tan importante esta infidelidad como las consecuencias, no es tanto la aventura con un hombre al que no quería, como el hecho de liberarse del día a día. Lo que de verdad importa a Fontane son las consecuencias cuando seis años después, las cartas del amante son descubiertas por el marido en el último tercio de la novela.
“Puede que Effi sienta la necesidad de hablar, pero no la de manifestar todo lo que encierra su corazón, y muchas cosas se las guarda para sí misma; es comunicativa y a la vez reservada, casi hermética. Una mezcla muy extraña…”
Pero ya antes de que se descubran estas cartas, Fontane nos ha acercado al estado emocional de Effi, una mujer llena de miedos, a su marido, al entorno, a la casa, y aunque su vitalidad intenta combatirlos, realmente está sola para luchar contra ellos. La presión social la ha arrastrado a un matrimonio inapropiado y esta misma sociedad la convierte en una paria, en una exiliada social cuando no se atiene a las reglas del matrimonio. Esto es lo que de verdad interesa a Theodor Fontane, el aislamiento al que se vea castigado un individuo si no se atiene a las normas sociales, y todo acaba derivando en vergüenza y culpa.
“Y no porque las cosas del mundo nos importen demasiado,, ni porque nos resultara insoportable vivir apartados de lo que llamamos sociedad. No, no es por eso, sencillamente porque tenemos que mostrar cual es nuestra postura y manifestar claramente ante el mundo que, condenamos tu comportamiento…”
“...pero existe ese algo social que se puede decir que nos tiraniza y que no entiende de nada, ni de encantos, ni de amor, ni del tiempo transcurrido.”
Theodor Fontane ha creado en Effi Briest a una mujer llena de matices y la coloca justo dentro de una jaula social en la que era casi imposible escapar porque esa fuga comportará un castigo, pero además también consecuencias para el honor de su familia y de un marido al que todo le viene grande, que encima se ve obligado a batirse en duelo cuando él mismo no creía en ello, “Nuestro culto al honor es toda una forma de idolatría, y mientras sigamos teniendo ídolos deberemos someternos a ellos.” Todos y cada uno de los personajes experimentan culpa y vergüenza, son conscientes de esta injusticia y sin embargo, es la presión social la que determinará sus comportamientos, continuamente doblegados a la rígida maquinaria social. La esencia en esta novela puede estar en cómo Fontane aborda y condena las durísimas exigencias a las que estaban sometidas las mujeres, un rol que debían cumplir sin rechistar: “Entonces estas reconociendo ahora lo que delante de mí siempre has negado: que la mujer está oprimida.” y es la madre de Effi, ya con su experiencia a cuestas, quién mejor lo representa, solo que llegado un momento y para ajustarse a esos estándares, también se convierte en verdugo de su hija. Así que Effi estuvo desde un principio sola y condenada, un destino marcado desde su nacimiento.
La traducción es de F. de Ocampo.
“Ella nunca haría algo asi como una confesión general, nunca vaciaría todo lo que alberga su alma. Fue algo que surgió de súbito, como en un arranque, y enseguida volvió a encerrarse en si misma.”
Effi Briest, 1974, Rainer Werner Fassbinder
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