El primo Basílio, de J.M. Eça de Queirós
⭐⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Desfado - Ana Moura ♫♫♫
“La vida provincial le aterraba; se imaginaba mustio jugando a la malilla en el Casino, muriéndose de caquexia. Por eso no daba el paso; codiciaba, con la tenacidad de un plebeyo ambicioso, una clientela rica, una cátedra en la Escuela, un coupé para las visitas, una mujer rubia con dote.”
Es difícil resistirse y no conectar con un autor como Eça de Queirós, que aunque no deje títere con cabeza pintando un retrato intransigente de la sociedad portuguesa de su tiempo, lo hace con tanta gracia, con un sentido del humor tan finísimo y con un estilo que parece tan fácil y agradable de leer, que cuando el lector se quiere dar cuenta, se ha leído ya la mitad del libro sin haber sido consciente de todo lo que ha conseguido colarle bajo un argumento aparentemente tan prototípico, y que lo que en un principio parecía una banalidad va deviniendo en crueldad despiadada como resultado de la estrecha moral circundante. Bajo esa aparente fluidez narrativa de conversaciones agudas, y de análisis clínicos salteados de humor soterrado, Eça de Queirós y haciendo una comparativa con los autores de su época, resulta un autor muy moderno en lo que se refiere a diseccionar las relaciones de dominación de clase y sobre todo de género, y en este sentido, esta novela es un perfecto ejemplo de ello. Tanto la pequeña burguesía como la aristocracia como la gente común de una Lisboa que se presenta frente a nosotros con total claridad, ni uno consigue escapar al retrato hipócrita, estrechez de miras y moralidad que va cambiando dependiendo del interés de turno, en que los esboza Eça de Queirós. La galería de personajes está circunscrita a un entorno reducido, pero es más que suficiente como para que nos hagamos una idea de cómo se las gastaban los diferentes estratos sociales para sobrevivir.
“¡Qué vida tan interesante la del primo Basilio! Pensaba. ¡La de cosas que había visto! ¡Si ella también pudiera coger las maletas, partir, admirar lo desconocido, la nieve de los montes, las cascadas relucientes.
[…]
Después le habló mucho de París, le refirió la reciente crónica amorosa, anécdotas, pasiones, chics. De modo que el adulterio parecía un deber aristocrático. Hasta el punto de que la virtud, por lo que contaba, un defecto de espíritus mezquinos, o la ocupación ramplona de un temperamento burgués...”
El primo Basilio es una novela que sigue la estela de Madame Bovary y muchas otras en torno a la mujer adúltera escrita por un hombre del s.XIX, y es cierto que la Bovary que fue publicada veinte años antes, es una novela seminal que Eça de Queirós admiraba, y sin embargo, aunque hay algun homenaje a ella, yo diría que aquí el autor portugués va algo más allá sobre todo en lo que se refiere al retrato femenino. En El primo Basilio las mujeres hablan de sexo y el autor no se corta un pelo a la hora de describir escenas en torno a él, así que ese tono atrevido y y adelantado teniendo en cuenta esa sociedad tan conservadora y cerrada de la época, convierte esta novela en algo inesperadamente fresco si tenemos en cuenta el momento en que fue escrito. La heroína, Luiza, que nunca ha dejado de ser una esposa enamorada y feliz, a raíz de su encuentro con el libertino primo Basilio que vuelve a Lisboa tras años de aventura en Brasil, se deja enamorar por él, su reacción a Basilio no funciona tanto como aburrimiento de una vida ociosa (o sí) sino más por el hecho del afán de vida y de conocimiento más alla de la estrechez de entorno en el que vivía. (“Y de repente cuanto podía hacer, sentir, poseer, se le aparecía en una perspectiva brillante pero lejana: era como una puerta, súbitamente abierta y cerrada, que apenas dejaba atisbar, un instante, algo indefinido, maravilloso, que palpitaba y que brillaba. ¡Oh, estaba loca, a buen seguro!”) Jorge, su marido, la deja sola durante unas semanas, y es el momento en que Basilio reaparece en su vida. Eça de Queirós nos está hablando del deseo de vivir de Luiza, de salir de esa calle estrecha en la que vivía y en la que la que los vecinos en las ventanas, siempre oteando a escondidas, eran una especie de espejo de la moralidad de la época. Y es esto lo que me ha llamado mucho la atención en esta novela de Eça de Queirós, el retrato que hace de una mujer joven, no atrapada en un matrimonio infeliz porque no lo es, sino más bien atrapada por una sociedad que apenas la dejaba respirar. Jorge, su marido, que espera de la vida una esposa perfecta que no se mueva del sitio marcado, o Juliana la criada, que envidia la vida de Luiza y aspira a lo mismo, es la forma en la que Eça de Queirós nos está hablando de la dominación de las clases, de la supeditación de la mujer a un rol para el que la habían preparado desde pequeña y que sin embargo, la asfixiaba.
“Este país, querido amigo, se ha gobernado hasta la fecha con subterfugios. Cuando se haga la revolución contra los subterfugios, el país habrá de buscar a quien tenga principios. Pero ¿quién tiene aquí principios? ¿Quién tiene cuatro principios? Nadie: todo el mundo tiene deudas, vicios secretos, dientes postizos, pero principios ¡ni uno! En consecuencia, si hubiera tres chiflados que se tomaran el trabajo de establecer media docena de principios serios, racionales, modernos, positivos, el país debería hincarse de rodillas y suplicarles.”
Anticlerical, antisistema y profundamente crítico con los tiempos en los que vivía, deliciosos son los momentos en los que los personajes como el primo Basilio abjuran de Lisboa y de su país tachándolo de provinciano, aquí Eça de Queirós está continuamente cuestionando esta falsedad de lo que viene de fuera es siempre mejor. Esa búsqueda de la libertad, de afrontar la vida tal cual sin miedo a la muerte, sobre todo deshaciéndose de cualquier hipocresía y falsedad, llamando a las cosas por su nombre, está también representado en varios de los personajes más jóvenes del entorno de Luiza y de su marido. Este entorno social en el que vivían Luiza y su marido, un mundo cerrado en el que este joven matrimonio apenas puede evolucionar sin estar bajo la mirada de mil ojos, es lo que Eça de Queirós no deja de analizar una y mil veces circunscribiendo la metáfora de la vida de Lisboa a los personajes del entorno de este joven matrimonio.
"...pero los malos pensamientos volvían, la hostigaban; se sentía desgraciada, no sabía lo que quería, tenía vagos deseos de estar con Jorge, de huir lejos, a cualquier parte. ¡Dios, qué infeliz era! Y de lo hondo de su naturaleza indolente brotaba una imprecisa indignación contra Jorge, contra Basilio, contra los sentimientos, los deberes, contra cuanto la agitaba y la hacía sufrir. ¡Qué la dejasen en paz!"
El primo Basilio es una belleza de libro, en el que no hay nada gratuito, la vida desfila frente a nosotros pasando de un nivel a otro mientras que sus personajes van adquiriendo más sabiduría tras los embates a los que esta vida los enfrenta. Todo parece ya presagiado desde el principio y así y todo, no hay un momento de respiro a la hora de empatizar con sus personajes. Quizás uno de los detalles más impactantes sea la conciencia de sí misma que adquiere Luiza en un momento dado. Reconoce casi enseguida lo que ha sido autoengaño por su parte y esa conciencia de sí misma, la convierte en una de las grandes heroínas de la literatura. Igual si Eça de Queirós hubiera sido francés o inglés, esta novela estaría en los primeros lugares en la serie de mujeres adúlteras y pecadoras de la literatura universal. Una delicia.
La traducción es de Jorge Gimeno.
“¿Entonces?… Y cuando como quien destapa un frasco cuidadosamente guardado y se admira de ver que el perfume se ha evaporado, se pasmó al hallar su corazón vacío. ¿Por qué entonces había caído en sus brazos? … No lo sabía: el no tener nada que hacer, la curiosidad novelesca y morbosa de tener un amante, mil pequeñas vanidades inflamadas, cierto deseo físico… ¿Y había ella sentido acaso esa felicidad que proporcionan los amores ilegítimos, de la que tanta se habla en las novelas y en la ópera, que hace olvidarse hasta la misma vida, que empuja a la muerte y hasta lleva a amarla?”
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